Inteligencia superior infinita

A raíz de los recientes descubrimientos sobre el genoma del chimpancé y de su escasa diferencia con el genoma del hombre, algún científico ha afirmado que la mente humana es la última trinchera de la religión frente a la ciencia; trinchera que no tardará muchos años en ser superada. Aunque en ese escaso 4% de material genético diferente entre una y otra especie pueda estar la configuración del córtex cervical, al cual se atribuyen algunas capacidades de los primates, me cuesta creer que la racionalidad, la conciencia ética y el poder autodeterminarse superando el propio instinto dependan de las circunvalaciones cerebrales. Lo que separa al hombre del chimpancé no es una diferencia de grado, sino algo esencial que algunos consideramos potencias del alma humana, aunque otros arguyan que éste es un concepto nada científico que solo la mente de los creyentes ha detectado. La ciencia no es la única forma de conocimiento ni puede dar razón de todo. La trascendencia rebasa el método científico, por lo que este no puede ni negarla ni afirmarla. Aunque quizá sí vislumbrarla, pues como decía Einstein, de quien ahora celebramos el cincuenta aniversario de su muerte, "A todo investigador profundo de la naturaleza no puede menos de menos de sobrecogerle una especie de sentimiento religioso, porque le es imposible concebir que haya sido él el primero en haber visto las relaciones delicadísimas que contempla. A través del universo incomprensible se manifiesta una inteligencia superior infinita.

 

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