Mártires en Barbastro

En los albores de la fratricida guerra civil española hubo unos asesinatos cuyas víctimas nada tenían que ver con motivos ideológicos, políticos ni militares. La sesgada democracia y la ficticia libertad que alimentaban la II República trataron con suma crueldad a quienes por acendrada vocación se entregaban a los demás. En el verano de 1936 unos milicianos anarquistas en la ciudad oscense de Barbastro exterminaron a 51 miembros de la comunidad claretiana, incluido el obispo, previamente torturados. El director de cine Pablo Moreno relata estos hechos en su recién estrenada película "Un Dios Prohibido", donde narra cómo el odio y el rencor son capaces de cegar las conciencias humanas en favor de la barbarie más sanguinaria. El único delito cometido fue creer en Dios y en el Evangelio; sus armas el santo rosario y el crucifijo; su uniforme la sotana negra; y su consigna amar a Dios sobre todas las cosas y al prójimo como a sí mismo. No hubo juicio, ni defensa, ni argumentación posible, ni una sola objeción; su cadalso la vera de un camino, pues de antemano eran reos de muerte simplemente por creer en Cristo. En el trascurso de la guerra civil también muchas personas murieron por su fe. Hoy igualmente en muchos países se muere por no apostatar, amén de los ultrajes, las afrentas y los insultos padecidos por quienes, paradójicamente, ofrecen la otra mejilla como respuesta. Ojalá las Constituciones, la Declaración de los Derechos Humanos, los tratados y cuantos acuerdos internacionales se firmen, no sean papel mojado y sirvan para acrisolar la dignidad humana y fomenten los derechos y libertades que por derecho propio son inherentes e inviolables al género humano.

 

Video del día

Marta Rovira confirma que negocia con Sánchez
un referéndum de independencia para Cataluña
Portada
Comentarios
Envíanos tus noticias
Si conoces o tienes alguna pista en relación con una noticia, no dudes en hacérnosla llegar a través de cualquiera de las siguientes vías. Si así lo desea, tu identidad permanecerá en el anonimato