Odiar a Andalucía

Según la socialista Cándida Martínez, toda la oposición política odia a Andalucía por que cumple con su obligación de controlar la Consejería de Educación de la Junta de Andalucía, de la que es máxima responsable. En efecto, según noticia aparecida en los medios de comunicación  el 23 pasado, en el Pleno del Parlamento Andaluz, en su “dialogar”, con toda la oposición (digo “toda”), que ventea las incidencias del comienzo del curso escolar, poniendo en tela de juicio la capacidad organizadora del Departamento de la Sra. Consejera de Educación y Ciencia, Dª. Cándida Martínez, quien, con ese “neo-talante” que causa furor en los nuevos gobernantes, les espetó que “odian a Andalucía” (el talante de los demás).

Como el aserto tiene lo suyo, merece reflexión: si afirma que denunciar las deficiencias del Gobierno Andaluz es odiar a Andalucía, ¿hemos de deducir que, cuando ella criticaba la gestión del anterior Gobierno Nacional, odiaba a España? o ¿debemos entender el nuevo talante  democrático como el arte de descalificar, ofender y provocar al adversario cuando sus actuaciones no son lacayunas con la facción gobernante? Esta actitud viene siendo ya peligrosamente habitual. Cuando se cuestiona algún patinazo del Gobierno Andaluz o del partido que lo sustenta, raudo salta, alguno de sus gurús, con aquello de que se insulta u ofende a Andalucía.

Su frecuencia induce a pensar que ese confundir las partes con el todo por soberbia o arrogancia ya no es un desliz, más bien, me temo, que es una maquiavélica ideología que, superando ya el periodo revolucionario y democrático, fuerza el péndulo histórico a tornar al absolutista “l’état c’est moi”, de Luís XIV. Cierto que quien debía haber salido al paso de este dislate es algún oprobiado de la oposición, pero, por diversa alusión, aquí me hallo.

Denunciando que encuentro cobarde la postura de ocultarse tras los demás, léase en este caso padres y sindicatos, que la Sra. Consejera ha olvidado en todo momento, pero, a los que recurre para que la defiendan. Siendo miembro de uno de esos sindicatos al que represento en la Junta de Personal Docente de Granada (Órgano de información sindical), la percepción que como todos (reitero “todos”) los miembros de dicho Órgano tengo de la realidad, dista asaz del captado por el “afecto que ofusca la razón” de nuestra cimera autoridad educativa (ese 1% del que alardea hay que multiplicarlo por varias decenas).Y como aquí no ha lugar para entrar en guerra de cifras, quedo a disposición sin escudarme en terceros.

 

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