El Papa y los jóvenes
Es bien conocida la capacidad de convocatoria que tenía Juan Pablo II y su facilidad para conectar con la juventud. Evidentemente Benedicto XVI no tiene el carisma de su predecesor; ni al parecer le hace ninguna falta.
Se vio en la pasada Jornada Mundial de la Juventud en Colonia con medio millón de asistentes, y también en el reciente encuentro de Loreto en el que han participado 400.000 chicos y chicas de toda Europa, como prólogo de la cita del año que viene en Sydney.
Contrasta todo ello con lo que reflejan las encuestas sobre el bajo porcentaje de jóvenes que van a misa o que se consideran católicos practicantes. Quizá lo explique el que, posiblemente de forma inconsciente, se sienten vacíos interiormente y buscan un sentido para sus vidas. Y aunque necesitan referentes que les ayuden a encontrarlo, no lo descubren en la vida frívola de los cantantes y famosos de moda, ni tampoco en unos políticos que les halagan y les ofrecen lo que quieren con el fin de manipularles.
En cambio, en el Papa actual - como antes en el anterior-, han descubierto a una persona coherente que les exige, pero que les quiere de verdad, y que les presenta un ideal de vida -Jesucristo-, que puede llenarles aunque requiera esfuerzo seguirle. Otra cosa distinta es que todos sean capaces de ese seguimiento, dada la poca capacidad de sacrificio en la que han sido educados.
