Puigdemont, entre lo grotesco y lo patético

Pretender comparar la actuación de un payaso con el comportamiento de Puigdemont, constituye todo un insulto para los profesionales del  circo. Su excursión a Bruselas acompañado de seis de sus consejeros ha resultado patética. Si algo debe tratar de evitar un político es el caer en el más denigrante de los ridículos, como ha sucedido con la declaración de independencia y posterior escapada, a sabiendas de que el jueves día 2 de noviembre, debía comparecer  en la Audiencia Nacional bajo la acusación de  rebelión y sedición.

La majadería de convocar una rueda de prensa en la citada ciudad, alegando ser el presidente legítimo de Cataluña, no pasa de ser una vulgar imbecilidad, que al margen de colocarlo fuera de la ley, constituye un desprestigio para España, supeditando su retorno a que se le garantice un "juicio justo". Mayor descaro imposible.

Tan grotesco personaje, vive soñando noche tras noche,  con que la Unión Europea tome conciencia de la supuesta crisis catalana, pretendiendo convertir la comunidad en república independiente, contando con el fantasmagórico apoyo de su "ministro de Asuntos Exteriores", Roneva, e ignorando que la prensa de Bruselas no es precisamente el medio más idóneo para promocionar el nacionalismo.

Este expresidente catalán, en lugar de montar sus esperpénticas huidas, más le valdría revisar su deleznable gestión económica y no haber convertido su comunidad en un auténtico caos. A modo de ejemplo cabría preguntarse con que fondos se está financiando las arbitrariedades generadas por el desdichando "proces". Según las informaciones publicadas, el PIB nacional se resentirá en torno a los 14.000 millones de euros, cifra que supondrá la pérdida de decenas de miles de puestos de trabajo.

Quizá, las aspiraciones de Puigdemont pasen por intentar ser considerado como un presidente exiliado pero nunca cesado, figura que con sus características no existe en Europa.

Sin más dilación, el Gobierno de España debería zanjar todos los despropósitos de este aberrante político que ha venido cometiendo y tolerando a sus líderes soberanistas sin el más mínimo control, cuya factura estamos pagando empresas y trabajadores. En efecto nuestra justicia es lenta pero más temprano que tarde se impondrá la razón y todos ellos terminarán pagando sus delitos....¡¡Tiempo al tiempo!!

 

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