Queridos Reyes Magos

Ya sé que con cuarenta y tres años soy algo mayor ya para andar escribiendo cartas de éstas. Pero, verán sus majestades. Habiendo perdido ya casi toda la fe en lo que mueve el mundo en el que navego en patera, mientras otros van en motoras a toda leche, he optado por recobrar fantasías enterradas en el tiempo. Lo de que los niños vienen de París, no hay forma de que me entre; la poca o mucha práctica ha apagado cualquier rescoldo que pudiera encender de nuevo la ilusión.

Aun así, sería más fácil confiar en ello que en el sistema, pero me cuesta, me cuesta. Lo de Papá Noel me cogió ya con añitos; en mi infancia solo estaban los tres del camello y punto. El regordete bonachón de rojo vino con la apertura política, lo trajo la democracia. Digo yo que deberían haberlo regulado también en la Constitución, porque es una puñetera ruina cuando hay niños de por medio. Lo de quedarse embarazada en una piscina, la risa que me produce es suficiente para impedir que me acerque a la memez. Y el resto de cosas que nos contaban también se tornan en quimeras imposibles (si estudias mucho llegarás lejos, todos somos iguales, qué bien juegas al fútbol, etc.)

En consecuencia, dado que como ser humano necesito creer en algo, mantener una ficción, y visto el panorama por el que se mueve la política y la economía patria, los últimos que me quedan por ahí sois vosotros. Os recuerdo generosos, derrochadores, espléndidos abasteciendo mis deseos (menos los pijamas y los calcetines, que eso se me ha quedado grabado). Aunque también me asalta la imagen de una cabalgata en la que a un Baltasar con sobrepeso le caían chorretones negros por la cara. Un exceso de melanina, me dijeron.

Entonces, he pensado que qué mejor destino para mis demandas que vuestras ilustrísimas personas. Pido poco y he sido muy bueno este año, así que imagino que no tendréis problemas en satisfacerme. Ahí voy con la lista. Primero, curro para los míos y, ya que estáis, os estiráis una miaja y se lo traéis a todo el mundo. Segundo, salud para todo bicho viviente. Con el primer y segundo deseo, el dinero y la alegría vienen solos. El tercero, amor, mucho amor con el que compartir tanta dicha. Tres cosas pido, nada más. Y espero que os enrolléis y me las consigáis. Porque de no ser así, me tocará recurrir al genio de la lámpara, y con sinceridad no creo que Rubalcaba esté por la labor.

Y si veis que la cosa es muy complicada, con una convocatoria de elecciones anticipada, casi que me apaño. Lo demás caería como el maná surgiría espontáneo en rededor de los españoles. Como podréis observar, no es mucho lo que pido: cordura y lógica para salir del lío.

Postdata: Lo que no tengo claro es la dirección a la que remitir la carta. Me han dicho que en Moncloa han habilitado un servicio especial en previsión por avalanchas de misivas suplicatorias. Por si acaso, hago copias y  las envío también a Zarzuela, Ferraz, Génova, La Casa Blanca, la sede de la ONU y los dieciséis palacios del sultán Mohamed VI. En algún sitio daré con vosotros, ¿no?

 

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