Ryanair, costes del bajo coste

El domingo 3 de enero, Ryanair nos obsequió con un viaje de vuelta a Madrid desde Marrakech inolvidable. El vuelo despegó de Marruecos con siete horas de retraso, después de numerosos despropósitos. Tras cuatro horas de espera en el aeropuerto, embarcamos pensando que volvíamos de inmediato a casa. Todo lo contrario. Después de casi una hora de espera en la pista, el comandante nos comunicó que debía repostar de nuevo, ya que esa demora había dejado el avión sin el combustible mínimo para emprender el vuelo. Ese problema (y las dos horas más de retraso que acumulamos) evidenciaron una falta de previsión absoluta y una atención al pasajero muy deficiente por parte de Ryanair. Se prohibió ir al baño por causas incomprensibles (justo cuando la compañía se plantea cobrar por ello), no se sirvió agua a todos los pasajeros ante un calor cada vez más sofocante, no había comida suficiente para todos los que la pidieron,… Un auténtico desastre. Desde luego, la compañía aplica mucho más celo cuando cobra recargos por exceso de peso en el equipaje facturado o por sobrepasar las medidas permitidas en el equipaje de mano.

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