Seguimos en marzo

Hace ya seis largos años, pero sigue estando presente como el primer día. 

La enorme lágrima derramada ese maldito 11 de marzo de 2004 sigue sin secar, humedeciendo conciencias y mancillando, con su simple presencia, la esencia misma de España.  

Los 192 muertos en Madrid, los heridos, sus familiares y amigos no fueron las únicas víctimas ese día. Fuimos miles y miles de personas las que, junto con ellos, sufrimos las heridas de la intolerancia y la barbarie, las que asistimos impotentes a la manipulación de nuestros mundos recién descubiertos, las que mantenemos de una u otra forma nuestras heridas abiertas, las que nos hemos sentido temerosos, ajenos y extraños en nuestra propia casa. 

Muchos sufrimos desconcertados en ese viraje involuntario de nuestras vidas, sin saber muy bien que es lo que nos estaba ocurriendo. Sufriendo porque nos robaron inocencia, porque nos quitaron, sin permiso alguno, todos nuestros pequeños mundos vividos, los elegidos, y nos impusieron los suyos.  

Miles de personas anónimas que, como yo, todo lo acontecido esos días en España nos marcó de por vida y nos hizo deambular errantes por un camino que no era el nuestro, por ese páramo desértico y vacío. En silencio. Desconcertados.

Vídeo del día

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Malditos sean por siempre aquellos que pretenden imponernos sus locuras.

Malditos aquellos que provocaron que 192 personas no volvieran a casa ese día, 192 personas que aquella mañana no se despidieron porque no querían irse. Unos pocos decidieron por ellos. 

Desde entonces, me siento obligado a reclamar justicia y ciudadanía, me siento en deuda conmigo mismo y con aquellos que, desde aquel día se sienten huérfanos de vida.

Este país perdió muchas cosas ese 11 de marzo de 2004.  

Nuestra democracia estará manchada hasta que la verdad en torno al peor y más trascendente acontecimiento de la historia reciente de nuestro país no se imponga.