De abusos y sus cómplices

Durante la votación en el Congreso de la Ley de Protección a la Infancia y la Adolescencia –o ‘Ley Rhodes’–, aprobada el 15 de marzo con amplísima mayoría –más de un 80% de síes–, la Ministra de Derechos Sociales, Jone Belarra, dirigió al Hemiciclo estas palabras: «La Iglesia Católica en nuestro país ha sido cómplice, demasiadas veces, encubriendo la violencia sexual hacia los niños, y esto tiene que terminar; por Emiliano, y por todos los niños que han sufrido abusos a manos de los sacerdotes».

James E. Rhodes, en cuyo homenaje se bautizó popularmente a esta ley, es un pianista anglo-español pionero en la denuncia de abusos sexuales, que al parecer no sufrió de un sacerdote, sino de un profesor de Educación Física. El razonamiento de Doña Belarra no pudo así ser más burdo; en vez de disparar a bocajarro contra «los sacerdotes», haciendo cómplice de un caso que cita –el del pobre Emiliano– a toda una institución, podría haber descargado su fusil contra todos los profesores de gimnasia, y quedarse tan ancha.

De la misma manera, sorprende que, en tanto que «la mayoría de los abusos sexuales a menores se dan en el ámbito familiar» –Instituto Superior de Estudios Psicológicos (ISEP, 2020)–, Belarra no haya acusado también a la familia de órgano violador, y de paso defender, como en su día Anna Gabriel, la crianza de niñas y niños «en tribus». La Ministra, psicóloga de formación, obvia los datos del ISEP.

Pero ya puestos a acusar, y haciendo uso de otra fuente que Belarra seguro que conoce, el Barómetro del CIS (2019, enero) constata que casi el el 67% de la población española se declara «católica». Podemos decir, siguiendo el ortodoxo método de la ministra, que más de la mitad del país que ella representa es cómplice de los abusos.

La violencia sexual, siempre deplorable, es sin duda una patata caliente en la Iglesia, si bien como se ha dicho no parece más predominante en ella que en otros ámbitos. Desde luego que la Sra. Belarra debe instigar a la sociedad a moverse todo lo posible contra la violencia, pero su discurso del día 15 fue más impreciso, insultante y desequilibrado que lo que se espera de alguien de su altura. Como lo que nos venden es la crispación, tal vez tanto consenso le molestó para su ley.

 

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