Almas traidoras y cobardes

Detalle de una barricada en Barcelona el pasado 17 de Octubre de 2019
Detalle de una barricada en Barcelona el pasado 17 de Octubre de 2019
Ya no me cabe la menor duda y, tras oír los últimos compases de la pieza que a España le ha tocado bailar con el hit secesionista catalán, el patético son de esta música de aires nororientales no tiene razón de ser en nuestra gran nación.

Da igual que griten, coaccionen, amenacen, embauquen, mientan, ataquen, saqueen o pongan el volumen a tope. Da igual, insisto.

Son ingredientes de la farsa que exhiben y el victimismo que anhelan. Ahí, son expertos, como en la kale borroka que, de un tiempo a esta parte, han extraido del guion de una "revolución de las sonrisas" sui generis que, ciertamente, ha debido hacer mutis por el foro en beneficio de batallas campales más propias de calles de Alepo o Bagdad.

Los watios de sus pueriles algaradas, sus infundadas pataletas y las desmesuradas protestas carecen de la acústica necesaria para contrarrestar la resonancia de la Historia (con mayúscula inicial) de España y el Valor (ídem) de su paciente gente.

Y entre esas gentes, no podemos olvidar a aquellos catalanes silenciados; los que, por la obstinación y hostigamiento del impositivo Govern, han sufrido y padecido los imperativos de la sinrazón separatista contra su imperiosa voluntad, esa que, por orgullo e historia, les impulsa a seguir siendo españoles por sus orígenes, arraigo y sentido común.

Además, esta historia hispánica, gloriosa sin lugar a dudas, es sólo uno de los firmes baluartes de la defensa a ultranza de nuestro territorio ante la tentativa de mutilación geográfica, la balcanización que pretenden las ociosas turbas de los CDR y demás ralea con sus infames y desproporcionadamente violentos ataques a la unidad nacional.

Pluralizando, que es gerundio, llegamos a ese maremágnum impregnado de una multiculturalidad regional en ámbitos tan distintos como las tradiciones, los dialectos, la cocina o la cultura. Cuestión de diversidad, de unas distinciones que, dentro de las mismas líneas que delimitan su territorio, España ha ido configurando con la abnegada y sufrida labor de toda su gente durante siglos, de norte a sur o de este a oeste.

Decía William Burroughs que un hombre no puede tener peor destino que estar rodeado de almas traidoras. Tal vez, le faltó añadir "cobardes"; traidoras y cobardes. Se quedó corto.

Y, así, sirvan estas líneas como homenaje a esos valientes catalanes y españoles, los de perfil antagónico, los "apestados" y señalados que salen a la calle pisando suelo español, henchidos de orgullo patrio y con el miedo abandonado entre las cuatro paredes de un hogar que, tantas y tantas veces, se ha convertido en su único consuelo, testigo de las lágrimas de su impotencia, en el último reducto ante la hostilidad de su entorno, en las catacumbas de una persecución avalada y consentida no sólo por Cataluña, sino también por un difunto Estado Español cuya pasividad e inacción han servido para amunicionar a los sediciosos ante la perplejidad de unos y otros, dentro y fuera de nuestras fronteras.

Y estos tácitos sufridores se hallan en zona hostil, en un campo de batalla plagado de almas traidoras y cobardes que, renegando de la Constitución y sus leyes, se han atrevido a atentar contra el bienestar y progreso de sus iguales, a coartar la libertad dentro de nuestro territorio y, con el sentido común ausente por vacaciones permanentes, a dar los pasos necesarios para dirigirse de manera suicida a un precipicio de vertientes múltiples con el abismo de la fractura social, política, económica o educativa.

Esas almas traidoras y cobardes han convertido su inmolación política en el arma del suicidio colectivo de un pueblo, pateando un camino sin retorno no exento de la ficción y farsa que, para su travesía, alentaron y alimentaron el sueño imposible de la independencia.

Esas almas traidoras y cobardes han dado sobradas muestras de una intolerancia cavernícola a través de la sobredosis de odio que sus regidores han ido inoculando con la alarmante tibieza y complicidad de unos regidores nacionales sumidos en la profunda hipnosis del permanente sueño democrático. 

Y esas almas traidoras y cobardes se han convertido en las ovejas negras, culturalmente descarriadas y económicamente abandonadas a su suerte, del rebaño de nuestra gran nación.

Esa fauna trasnochada y borracha de odio ha encontrado en el rencor, la violencia y el rechazo a sus semejantes la mejor herramienta para ocultar carencias de todo tipo, empezando por la historia de España y acabando por un agonizante y extinto seny catalán. 

Se han traicionado a ellos mismos, también a muchos de sus ancestros, y han hecho gala, con la cobarde dejación de nuestros gobernantes y la resignación de esa sociedad silenciada, del "pijo-salvajismo" que contradice los mínimos preceptos requeridos para gozar del orden social y el respeto a unas leyes que, en pleno siglo XXI, se precisan en aras de seguir cimentando las bases de cualquier estado democrático que se precie.

 

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