Bajo palio

Pablo Iglesias, en el Pleno de investidura de Pedro Sánchez
Pablo Iglesias, en el Pleno de investidura de Pedro Sánchez

El pasado martes el Congreso de los Diputados fue escenario de una guerra de acusaciones dantescas. El adalid de los derechos sociales y bastión de libertades, Pablo Iglesias, protagonizó un encarnizado enfrentamiento entre gobierno y oposición.

A tenor de los abusos sexuales a menores, producidos en Baleares bajo el gobierno de "las izquierdas", las felinas de la oposición (así las ha bautizado la prensa sensacionalista) se arrojaron con hambre y sed de justicia sobre el vicepresidente. Ha pasado ya tiempo desde que la oposición criticara semejante escándalo. Sin embargo, ni una de las autoridades autonómicas ni estatales ha puesto el grito en el cielo. Y no será porque sean pocas.

Iglesias, acorralado por las cachorras del trifachito —bifachito desde la absorción del descafeinado PP a Ciudadanos—, se erigió en abanderado de la indignación. Subió el tono, frunció el ceño, y vociferó a los cuatro vientos el orgullo que le producía aprobar, como primera medida bajo su supervisión, la ley contra el abuso infantil.

Claro, que la anécdota no quedó ahí. Víctima de la clarividencia de su error, decidió escudarse en el pontificado. Siempre nos quedará la Iglesia, pensó. Y arremetió contra ella. No sólo queremos proteger a los niños y niñas de Baleares, también a los que han sido abusados en el seno de la Iglesia Católica, vino a decir. Y claro, ante tamaña argumentación nadie pudo hacer nada.

Sin embargo, la intervención de Pablo Iglesias fue pertinentérrima. Delirios aparte, sirvió —y me sirve ahora también— para demostrar la ejemplaridad de la Iglesia Española en este asunto, siempre pronta colaboradora cuando ha sido necesario.

Casualidades de la vida, el mismo día que Pablo Iglesias se atrincheraba bajo el palio y las sotanas, los periódicos se hacían eco de uno de los mayores casos de abuso infantil en todo el mundo: una red de abusos dentro de los boy scouts.

¿Protegerá "su" ley también a esos menores abusados por una organización "friendly" como los boy scouts? ¿O acaso hay víctimas de primera y víctimas de segunda? 

 

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