Barcelona, ciudad sin Ley

En los últimos años la política municipal comunista y la autonómica separatista, han alentado las protestas y algaradas callejeras de los violentos, prometiéndoles una “Arcadia feliz” donde todo debe ser gratis y sin esfuerzo para la izquierda, mientras que a los otros la independencia sería el bálsamo milagroso del “Problema” catalán. Todo ello ha creado en su frustración la rabia contenida y abyecta que nos asola, el caldo de cultivo de un vandalismo aguerrido, hordas radicales organizadas, además de delincuentes juveniles y malhechores de toda ralea se han dado cita esta semana. Tal insatisfacción ha convertido a la Ciudad Condal en un lugar inseguro y peligroso para pasear por sus calles. Destrozan sucursales bancarias, saquean comercios, atacan comisarías, destrozan toda clase de inmobiliario urbano y agreden a la policía de forma asesina. La pasividad de la clase dirigente, la justificación política y la banalización de actos violentos junto a la demagogia populista han degenerado hacia el caos.

La excusa reivindicativa de la libertad de expresión del rapero calumniador y mentecato al que llaman artista, no es más que el pretexto que les sirve a estos esbirros manipulados para justificar sus fechorías. Barcelona se ha convertido en la capital europea de los okupas, los manteros, los ultras y la “kale borroka” importada del País vasco. Cócteles molotov, adoquines, material urbano, botellas y armas punzantes varias, sirven para atacar a una policía cada vez menos arropada por sus responsables políticos que los han maniatado y abandonado a su suerte, estando más preocupados por la suerte de los vándalos que por el apoyo y los medios que solicitan desesperadamente las fuerzas del orden. Se juegan la vida cada día para garantizar nuestra libertad y seguridad, pero son acusados por los antisistema, la izquierda radical y el independentismo como fuerzas represoras, siendo el colmo del cinismo.

¿Dónde está aquella ciudad crisol de culturas? Aquella inquieta metrópolis de progreso, refugio de la intelectualidad  y la cultura, tierra de acogida y cuna de emprendedores, libertad y bienestar. Aquella maravillosa locomotora económica  orgullo de sus moradores que el olimpismo vendió al mundo, con todos sus atractivos sobradamente conocidos para los españoles. ¡Qué triste! Verla ahora cómo se convierte en una ciénaga que apesta a odio e intolerancia, víctima de una sociedad pasiva y timorata que soporta un infierno fiscal, que tolera a unos dirigentes corruptos y déspotas que les mienten con insolencia y sarcasmo eludiendo responsabilidades. Una sociedad fracturada en su convivencia, dividida y enfrentada, donde los que tienen el poder cuidan solo a sus cachorros, humillando al resto de los ciudadanos. Han ahuyentado el turismo con eslogans pueblerinos, descuidando la atención y seguridad de las visitas a una ciudad con infraestructuras envidiables. Han protegido a okupas y manteros y lo más lamentable es que la hemorragia de las 8.000 empresas que se han marchado de aquí, no cesa. Porque nadie en su sano juicio va a venir a invertir en una tierra con graves conflictos sociales y políticos, acentuados ahora por el vandalismo y la anarquía de unos individuos descerebrados que se han adueñado de las calles desde la impunidad más aberrante. Barcelona es hoy en día, una ciudad degradada social y económicamente con una sociedad en decadencia en manos de unos irresponsables que nos llevan a la devastación absoluta. Mientras el Gobierno de España ni está ni se le espera, no quieren enfadar a sus socios catalanes de investidura para seguir en el poder.

 

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