Caída de la máscara de las farmaceúticas

Una profesional farmacéutica recibe la vacuna contra la COVID-19, en la sede del Colegio Oficial de Farmacéuticos de Madrid (COFM), en Madrid (España), a 1 de marzo de 2021.
Una profesional farmacéutica recibe la vacuna contra la COVID-19, en la sede del Colegio Oficial de Farmacéuticos de Madrid (COFM), en Madrid (España), a 1 de marzo de 2021.

La inmensa mayoría de las vacunas se han financiado con fondos públicos. Menos del 3% lo han puesto las farmacéuticas. El monopolio después y esto es lo paradójico está en manos de las compañías farmacéuticas o multinacionales que impiden que se liberalicen las patentes impidiendo que se puedan producir de modo masivo. Esto quiere decir que los países más pobres esperan y esperan hasta que la vacuna les llegue y si es que es así.

Solo esperan ganar dinero mientras que en otros países la gente muere.

Tal es la cara b de estos laboratorios.

La competencia entre empresas también no es algo interesante para el bien público y la salud de las mayorías dado de que aunque esto se siga poniendo como bueno a la hora de generar mayor productividad y calidad de vacunas finalmente se ve en la práctica de que estos descubrimientos no redundan en el beneficio común.

Se trata de una cosa monopólica, ellos tienen el control absoluto y lo irán esparciendo a cuentagotas.

Conclusión: somos los ciudadanos los que tenemos que ir viendo y actuando en plataformas de denuncia de estos hechos en forma de presión a nuestros gobernantes para que finalmente las vacunas sean de todos y para todos.

 

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