¿Cómo la ‘oveja negra’ de la UE se transformó en un ejemplo para hacer frente a la pandemia?

Banderas de Grecia y la Unión Europea.
Banderas de Grecia y la Unión Europea.

Grecia, que desde la crisis financiera de la eurozona en los años 2010-2015 se consideraba la ‘oveja negra’ de la UE, se ha transformado en los últimos meses, no sin razón alguna, en un país ejemplar respecto a su gestión de la crisis sanitaria del COVID-19.  Con 11 millones de habitantes, el país sureño cuenta tan sólo 2.819 personas contagiadas por el virus y 162 fallecidos.  Bélgica, con  una cifra de población similar a la de Grecia, alcanzó más de 55.250 casos de infección por COVID-19 y desafortunadamente, ha habido hasta hoy (16 de mayo de 2020), más de 9.050 fallecidos a causa de la pandemia.  Aunque uno no podría comparar el tamaño de la población española o italiana con la de Grecia, las diferencias en el número de los infectados y en las victimas aun así son abismales. 

Todo ello, sin citar el comportamiento irresponsable e insensato de la administración de EEUU y del gobierno británico; lo que tuvo un impacto nefasto en el número de los casos y de fallecidos. 

¿Cómo es posible que un país arrasado por la austeridad y el paro haya conseguido gestionar, en términos absolutos, la crisis sanitaria, al menos hasta la fecha? ¿Ha sido pura coincidencia, suerte o los dirigentes han estado a la altura de la situación, tan inesperada y dramática? Respecto a las instituciones estatales griegas como el Gobierno, el Parlamento, la policía, la justicia, que durante la crisis fueron deslegitimadas, ¿como han podido levantarse, fortalecerse y ser obedecidas por la ciudadanía ahora en 2020? ¿Y los hospitales, los médicos y los profesionales sanitarios como pueden hacer frente a esa pandemia, con unas estructuras escasamente financiadas a causa del tan necesario equilibrio presupuestario?

El país heleno no tiene una fama considerable por su eficacia administrativa, ni por su gestión de los fondos europeos ni por su capacidad de adaptarse a los nuevos retos económicos globales.   Si uno añade a lo anterior la incapacidad del sistema partidista, la mentalidad ‘clientelista’ de la sociedad y la mala administración presupuestaria en los años previos a 2010, se puede entender perfectamente la razón por la que Grecia fue arrasada por la crisis financiera como ningún otro país de la eurozona.   Recordemos que el país mediterráneo vio su riqueza disminuida en más de un cuarto (casi un 28% de caída del PIB) durante los años de la austeridad.  

Debido a la indignación generalizada y a las promesas pro-electorales sin ningún fundamento en realidad de los partidos anti-establishment, ésos mismos alcanzaron el poder en el 2015.  Afortunadamente, el país quiso recientemente “pasar página”, después de 5 años de un gobierno populista (la conocida coalición entre la izquierda radical de SYRIZA y la derecha ultra-populista de los Griegos Independientes-ANEL), que dejó atrás una mala situación económica debida, en parte, a los impuestos sin precedente sobre la clase trabajadora y media, a una monumental incapacidad de gestionar, y a una falta de coordinación en casi todos los niveles, a lo que habría que sumar una retórica anti-elite puramente demagógica.   

El nuevo gobierno de Nueva Democracia, un partido del centro-derecha, ahora dispone de una mayoría parlamentaria para gobernar y poner en marcha las reformas necesarias para la modernización del país y de su economía (por el contrario, el gobierno español tiene que negociar incluso la prórroga del confinamiento con la oposición o con los partidos independistas, que parecen no haber entendido la seriedad de la situación y se comportan como si se les pidiera su apoyo para los presupuestos).   Pero mientras que la situación económica y la psicología de los consumidores griegos empezaban a ascender considerablemente por la estabilidad política, otro reto inesperado puso en riesgo la salud pública a principios de 2020.  El coronavirus llamó a la puerta de Europa y en particular a la de Italia, con gravísimas consecuencias…

Reacción inmediata del gobierno, toma de medidas rápida, papel primordial a los científicos, información cotidiana y transparente, primacía de la vida humana frente a la economía, liderazgo, gobierno estable con una mayoría parlamentaria fuerte, organización del estado centralizada, compensación e indemnización a los trabajadores cuyas empresas cerraron por la imposición del confinamiento y un líder de oposición que, en contra de su partido, no se ha opuesto a la lógica de la gestión de la pandemia: esas han sido, en resumen, las causas principales que han hecho de Grecia un país ejemplar.   Por el momento, parece que la amenaza se haya vencido, que la curva no deje de aplanarse y que el gobierno haya manejado -y siga manejando- la crisis sanitaria mucho mejor que sus socios europeos del norte o mediterráneos.  Buen ejemplo de ello es la suficiencia de UCIs y hospitales, que hasta ahora no han sufrido desbordamiento alguno.

El Gobierno, antes de que el virus se propagara y causara una sola muerte, prohibió las fiestas de Carnaval en febrero-a pesar de las protestas de los comercios-, aisló los casos infectados que venían desde Italia, imponiendo a esas personas cuarentena vigilada, alquiló hoteles para los casos sospechosos y estableció una legislación apropiada para utilizar las UCIs de las clínicas y de los hospitales privados.  Después, ya en marzo, cerró todos los negocios, los restaurantes y las cafeterías, los cines y los teatros, todas las instituciones de educación e impuso el confinamiento de la población.  Cada vez que se encontraba una persona infectada, al menos al inicio de la crisis sanitaria, se imponía el aislamiento total de la zona con aún más restricciones adicionales.   

Por primera vez en su historia contemporánea, los griegos ven en la tele con avidez la rueda de prensa diaria a las 6 de la tarde, cuyo protagonista no es un político o un ministro sino el ‘Simón’ español, el profesor epidemiólogo Tsiodras.  Él es quien informa a los telespectadores y contesta a las preguntas de los periodistas con una voz muy tranquila y sosegada, quien comparte todos los detalles sobre la evolución de la situación y la famosa curva y también sobre el progreso en el tratamiento y la vacuna.  Sólo después de Tsiodras, el ministro de  Protección Civil informa sobre las medidas tomadas por el Gobierno, explicando lo que se permite hacer o no durante el confinamiento.   Parece que los políticos quisieron dar un paso atrás y oír a los científicos antes de actuar.  El Presidente del Gobierno Kyriakos Mitsotakis comunica con la población al menos una vez cada dos semanas por la tele para anunciar algo importante o para explicar las medidas draconianas que se toman; es él quien lanzó una nueva manera de proceder, consultar a los especialistas y después actuar teniendo en cuenta el contexto socio-político. 

 

Otra razón del éxito de la gestión sería el carácter centralizado de la organización estatal.  Las regiones griegas sí que tienen muchas competencias propias, pero no tantos poderes como las Comunidades Autónomas españolas o las Regiones italianas.  Acaso la negociación constante con innumerables pequeños presidentes e intereses partidarios, haya contribuido a agravar la situación  en la que se encuentra España.  Con ello no quiero decir que en Grecia algunos no se opusiesen, caracterizando las medidas de exageradas, dada la circulación tan limitada del virus, sino que el gobierno heleno pudo actuar con rapidez y determinación y la población confió en él y respetó el confinamiento con la consiguiente privación temporal de sus libertades individuales.     

Los griegos, que tienen una cultura generalizada de desafiar al estado y contender sus decisiones, esta vez se han comportado de una manera ejemplar y se confinaron incluso en las vacaciones de Pascua.  En la aplicación exitosa del confinamiento ha desempeñado un papel muy importante la policía que vigilaba el cumplimiento de las restricciones e imponían multas y sanciones administrativas a los incumplidores.  Sin embargo, la impresión general es que en su mayoría absoluta, la población ha aceptado las medidas de aislamiento social y ha aprobado la reacción rápida del estado.  Por supuesto, está por ver, si y hasta qué punto los griegos van a seguir cumpliendo las instrucciones durante las etapas de la desescalada, que ha empezado el 4 de mayo.  En ese esfuerzo, el tiempo veraniego y el sol, desafortunadamente, no serán  los mejores aliados; ya se han producido botellones en algunas plazas de Atenas y de otras ciudades, habitualmente por parte de los jóvenes, cuyo pasatiempo, el famoso ‘café frapé’ se toma, por el momento, sólo para llevar.  

Pese al aplanamiento de la curva del coronavirus y a los elogios que Grecia se ha procurado por parte de la prensa extranjera y muchos dirigentes internacionales, el impacto del confinamiento sobre su economía será de unas proporciones enormes.  Según las previsiones de la Comisión Europea, Grecia sufriría en 2020 una caída del PIB del 9,7%, más que otros estados miembros, y eso suponiendo que no haya otro pico de la pandemia en otoño.   El turismo, su más importante ‘industria’ que genera casi un cuarto del PIB, es un sector muy sensible en lo que respecta al miedo por el contagio, a la  circulación de las personas, al cierre de las fronteras, a los nuevos protocoles de viaje que están aún por establecerse y por supuesto a la incertidumbre general.  El año pasado, el país mediterráneo alcanzó un número récord de turistas: Casi 30 millones, o sea aproximadamente tres veces su población, un logro que consiguió cambiar el clima económico y generó, no sin razón, expectativas para el 2020.  Los 18 mil millones de recursos del 2019 en el escenario más optimista caerían a los 8 mil millones.  No obstante, esa previsión depende de muchos factores que se desconocen en detalle en este momento.      

Puede ser que la gestión eficaz de la pandemia por parte del actual Gobierno heleno pueda constituir un presagio optimista para los esfuerzos y la coordinación que se realizarán en el proceso de la recuperación económica.  En cómo la pandemia va a afectar a las economías de la eurozona y en cómo la recuperación será lenta o no, la UE tiene un papel primordial.  Los préstamos del MES, los fondos de la UE para hacer frente a la situación post-COVID 19, la liquidez que procura el BCE y la solidaridad necesaria entre los socios europeos son factores determinantes para el éxito o no de la economía europea y para su competitividad como mercado único respecto a sus competidores globales -los EEUU y China -. 

En fin, pese a sus debilidades estructurales, a una subvención limitada en el sector sanitario por la austeridad de los años de la Troika y a una relación de desconfianza de los ciudadanos hacia el estado, esta vez los griegos, según los datos actuales, han logrado ‘confinar’ al virus y minimizar los casos de contagio y los fallecidos.  Ese logro no es debido ni a una supuesta baja densidad de la población-lo que es pura imaginación- (los habitantes de Atenas son casi el 40% de la población helena), ni a la distribución  geográfica dispersa de las  innumerables islas por el mar Egeo e Jónico –como algunos socios norteños aludieron para explicar el éxito de la respuesta-, ni a la posición geográfica del país en la periferia de Europa –sin duda alguna, países como Bélgica, Francia o regiones como la del norte de Italia, estando situadas en el centro de Europa tienen un riesgo addicional, dada la multitud de cambios y de contactos mayor y la mezcla de grupos de personas diferentes.  Ese logro, se debe en efecto, a la rapidez inmediata del Gobierno, al papel primordial de los científicos, a una comunicación continua y al cambio consecuente en cómo los griegos han confiado en su Estado.   Es seguro que en las próximas semanas o meses todo esto está por ser comprobado, y dependerá del progreso de la propagación del COVID-19, del comportamiento de la ciudadanía durante las fases de desescalada y del impacto económico en el tejido social, ya exhausto tras 10 años de austeridad.

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