Corpus Christi 2020

La fiesta del Corpus Christi, este año, ha sido única desde que el Papa Urbano IV la instituyera, en 1264. Debido a la pandemia, en ningún sitio ha podido celebrarse la procesión; ni siquiera en  Toledo, en donde el Corpus es su fiesta principal, “de Interés Turístico Internacional” desde 1980. Son muchos los poetas y escritores españoles que han dedicado hermosos versos a la Eucaristía: Lope de Vega, Calderón de la Barca, Tirso de Molina, Cervantes… Santo Tomás de Aquino compuso varios himnos litúrgicos:  “Pange Lingua”,  “Tantum Ergo”, “Adoro te devote” …

Hasta 1990, el Corpus se celebró siempre en jueves. Conocido el refrán: “Hay tres jueves que relumbran más que el Sol: Jueves Santo, Corpus Cristi y el jueves e la Ascensión”. Se trata de la Fiesta del Cuerpo y la Sangre de Cristo. Tiene su origen en una visón  de Santa Juliana de Mont-Cornillon o de Lieja en 1208. Su finalidad: honrar  el Cuerpo y la Sangre de Jesucristo, presentes en las especies sacramentales del Pan y del Vino consagrados. 

Se estableció a raíz del milagro eucarístico ocurrido en Bolsena (Italia) en 1263: mientras celebraba la Misa, el sacerdote Pedro de Praga, que dudó de la transubstanciación, vio que la santa Hostia manaba sangre abundante sobre el corporal,  milagro que contempló, estupefacto, el pueblo.  El corporal fue llevado a la catedral de Orvieto, en donde se conserva. Aproximadamente, son 142 los milagros eucarísticos aprobados por la Iglesia. Uno de los más recientes, en Argentina. Monseñor Bergoglio, el actual Pontífice, ordenó su investigación. Los científicos, incluso sin conocer de qué se trataba, declararon que “la carne era parte del ventrículo izquierdo del músculo de un corazón de una persona de aproximadamente 30 años que había sufrido mucho al morir” ( año 1999).

Cristo en la Eucaristía es nuestro “alimento en el camino” hacia la vida eterna: Mi carne es verdadera comida y mi sangre es verdadera bebida ( Juan 6:55-56 ). “En verdad, en verdad os digo: si no coméis la carne del Hijo del hombre, y no bebéis su sangre, no tendréis vida en vosotros’ (Jn 6, 53)”. Sin Eucaristía, estamos desnutridos espiritualmente, secos. 

La Eucaristía es un misterio conmovedor de Amor del Corazón de Jesús.  Nunca lo agradeceremos bastante. No se entiende la general costumbre de salir de la Iglesia inmediatamente después de comulgar, incluso sin necesidad, olvidados del Divino Huésped. ¿Falta de Fe? ¿Superficialidad? ¿Poco sentido? ¿Escasa educación?

¿Cómo comulgar? Lo enseña la Iglesia: en gracia de Dios y con humildad. Por eso, antes de recibir el Cuerpo del Señor, solemos decir:  “No soy digno de que entres en mi casa…”. El Catecismo (n. 1385 ) recuerda las palabras de San Pablo: : «Quien coma el pan o beba el cáliz del Señor indignamente, será reo del Cuerpo y de la Sangre del Señor. Examínese, pues, cada cual, y coma entonces del pan y beba del cáliz. Pues quien come y bebe sin discernir el Cuerpo, come y bebe su propio castigo» (1 Co 11, 27-29). Quien tiene conciencia de estar en pecado grave debe recibir el sacramento de la Reconciliación antes de acercarse a comulgar”. Esto, ningún Papa o Concilio lo podría derogar válidamente. En la Sagrada Cena, en Judas  “después del pan entró en él Satanás” (Juan 13, 27). 

Conocida la oración de San Ignacio de Loyola para la Comunión: “Alma de Cristo, santífícame. /Cuerpo de Cristo, sálvame. / Sangre de Cristo, embriágame, /Agua del Costado de Cristo, lávame./ Pasión de Cristo, confórtame. / ¡Oh Buen Jesús, óyeme! / Dentro de tus llagas, escóndeme. / No permitas que me aparte de ti. / Del maligno enemigo, defiéndeme. / En la hora de mi muerte, llámame. / Y mándame ir a ti / para que con tus santos te alabe / por los siglos de los siglos. Amén”. 

 

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