Una cuestión de solidaridad

Manifestación de pensionistas en Bilbao.
Manifestación de pensionistas en Bilbao.

Cuando planteamos la cuestión de las relaciones entre los jóvenes y nuestros mayores, se plantea con la perspectiva del respeto y solidaridad entre ellas. Se da por hecho que debemos respeto a nuestros mayores, porque ellos ya lo han dado todo por llegar hasta donde estamos ahora y desde luego debe ser así. Agradecimiento y respeto por todo lo trabajado y conseguido. Sin embargo y al mismo tiempo, se empieza a hablar, y empezamos a notar, que vamos a ser la primera generación de muchas que viva peor que sus padres. ¿Cómo traducimos aquí la solidaridad intergeneracional?

Cuando me planteo esta cuestión no es porque vea que de un día para otro vayamos a encontrarnos viviendo en los juegos del hambre. Pero sí percibo desde hace años (especialmente desde 2008) una lenta pérdida de derechos, no de modo formal pero sí de hecho. Percibo una constante pérdida de poder adquisitivo que reflejan numerosos informes de todo tipo de instituciones, que a la postre acaba suponiendo una pérdida de decisión y planificación, lo que para mí significa una pérdida de esos derechos, ¿de qué nos sirve que una ley te reconozca el derecho a algo a lo que luego no vas a poder acceder? 

Veo cada vez más a jóvenes con un discurso victimista que en mi opinión es impropio de esa época vital en la que estamos. La juventud siempre se ha caracterizado por su arrojo, ímpetu y optimismo hacia el futuro. Ese discurso me preocupa porque quizá sea el reflejo de una generación que está más atenta a poner la mano para que le den, que a levantar la cabeza para perseguir nuevos horizontes.  

Por otro lado, tenemos el de los más mayores que reclaman el mantenimiento de un statu quo que ya no se apoya en una realidad que lo pueda sostener, una realidad demográfica, laboral y económica. 

Es evidente que vivimos una complicación constante de las condiciones para acceder al mundo laboral, una precarización del trabajo y de las condiciones económicas. Nos dicen que el mercado de trabajo está cambiando y sus condiciones también. Más flexibilidad, más incertidumbre, más movilidad, más tecnología, más internacional, más emprendimiento. En mi opinión todo es una forma velada de repartir miseria y precariedad, pero vestida de discursos innovadores, verdes y sostenibles. 

Sin embargo, mientras que las condiciones laborales se complican, nuestras obligaciones en términos de aportación de impuestos crecen y crecen. Armonizaciones fiscales que implican el pago de más impuestos, aumento de las plantillas de funcionarios públicos que implican un mayor gasto que sostener. Estructuras políticas que se mantienen intactas a pesar de todos los cambios. Servicios públicos que se deterioran. 

Dada esta situación, en mi opinión el discurso de solidaridad intergeneracional está desapareciendo porque ya no es de doble dirección. El apoyo de los más jóvenes a la causa pública se sostiene en la promesa de que estamos colaborando con una causa que nos envuelve a nosotros mismos. Sin embargo, todos somos conscientes de que el Estado, tal y como está planteado hoy, no nos protegerá dentro de 40 años porque el modelo está roto a nivel demográfico, a nivel laboral, económico y social. Se nos pide una solidaridad que no se aplica con nosotros. Estamos pagando para no se sabe bien qué.

Con todo mi respeto, ¿tiene sentido que nuestros mayores salgan a reclamar mejores pensiones cuando sabemos que la hucha de la Seguridad Social está casi vacía? ¿Es eso solidaridad intergeneracional? ¿Tiene sentido reclamar una subida de las pensiones cuándo a los que las sostenemos se nos está advirtiendo de que empecemos a hacernos un fondo de pensiones privado porque ya no queda nada en la hucha? Y ¿tiene sentido que acto seguido el Estado grave ese tipo ahorros con más impuestos?

¿Tiene sentido que nuestra administración pública cuente con más empleados que otros países de nuestro entorno que nos duplican en población? ¿Tiene sentido que a pesar de ello nuestra administración pública sea conocida más por su ineficiencia que por otra cosa? Hay honrosas excepciones como es el caso de la Agencia Tributaria, o la Seguridad Social, quienes hacen uso de sus recursos de manera efectivísima. Traten ustedes de no pagar algunas de sus obligaciones fiscales y/o tributarias, verán qué corto es el camino. 

 

¿Cómo es posible que ante una crisis de tal magnitud la respuesta de la administración sea subir la presión y control sobre los ciudadanos, pero nadie ponga el ojo en quienes gestionan esos recursos? Siempre he pensado, y lo mantengo, que no se trata de subir impuestos, sino de gestionarlos mejor. Se trata de tener y retener ese concepto de solidaridad intergeneracional en la administración de los recursos públicos. 

Así lo único que conseguiremos es que la solidaridad entre generaciones, entre comunidades, entre vecinos, entre las personas, en definitiva, que es el cimiento de cualquier sociedad que desee ser más próspera y justa, acabe por desaparecer y entonces ya solo quedará la coacción por parte de un Estado cada vez más extenso y extendido. Y si eso llega, el sistema solo se sostendrá por el miedo a la sanción, y ¿entonces? Entonces no recuerdo ninguna sociedad que haya durado mucho sin acabar convirtiéndose en una tiranía.  

Pero no es solo lo público, también en lo privado debemos saber gestionar esa solidaridad compartiendo conocimientos y proyectos. Dando oportunidades y tratando de mejorar el entorno en el que nos toca vivir. No podemos dejar esto en manos de “otros” a los que no les ponemos cara ni tenemos claro quiénes son. Debemos tomar las riendas de este proyecto sabiendo que cualquier cambio, así como la recuperación de esa solidaridad entendida como el cimiento de nuestra sociedad, está tan lejos y tan cerca, como en nosotros mismos.

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