Dejar de fumar, ni cartelitos ni vetos

La persona fumadora no necesita prohibiciones y tampoco que se le acorrale fuera de la sociedad, sino tratamiento mental adecuado y reconocer que es un enfermo

Fumar.
Fumar.

Cuándo las autoridades sanitarias (políticos), expertos sanitarios y la sociedad en general, se conciencie que la práctica del tabaquismo, en su máxima extensión, es una enfermedad en toda regla, entonces se conseguirá reducir, e incluso exterminar, la pandemia más flagrante, mortal y eludible que padece la humanidad. Lo demás es hipocresía y fariseísmo entre los poderes públicos y la industria del tabaco.

A base de obligar impuestos y fiscalidad al consumidor, a modo de amonestación correctiva o castigo al fumador/a, así como prohibir para acorralarles, los resultados no pasarán de índices nimios, poco efectivos y solo forma parte de la animadversión inconsciente hacia el tabaquismo y rebeldía sobre los fumadores. Sin descartar el interés recaudatorio, de muchos, a costa de la vida y salud de las personas víctimas apresadas por las garras del tabaco.

Leyes que arrinconan al consumidor

No se encuentra la ley o normativa represiva que logre contentar a todos. El ministerio de Sanidad de Carolina Darias prepara otra nueva ley o reforma sobre el consumo de tabaco y que el Congreso de los Diputados aprobará antes de fin de 2022. Ya son múltiples los cambios que se han producido desde la ley de 2005, creándose otras antes y después, pero ninguna resultan definitivamente eficaces para  que logre el resultado que se espera. 

Sin embargo, si han perjudicado a hoteles, restaurantes y locales de ocio, obligándoles a reestructurar y acondicionar locales para adaptarlos al encajonamiento de fumadores durante su consumo y lejos del no fumador. Un experimento que alteró instalaciones y supuso un importante desembolso a pequeños y medianos empresarios, para terminar sin valor y concluir con distanciar todavía más el tabaquismo, hasta creerse el fumador/a un ser apestado y antisocial. 

Estas normativas en general, y supuestamente, pretenden reducir el consumo de tabaco y proteger a los que no fuman, pero todas las reprimendas van dirigidas al inconsciente consumidor. Cada una de las exigencias legales están 'pensadas' para arrinconar a los fumadores, pero sin acertar con la verdadera solución. Prohibido fumar: En interiores, en lugares públicos al aire libre, en parques o en centros hospitalarios. Prohibido fumar: en playas, centros deportivos, en las cercanías a instalaciones infantiles. Prohibido fumar: en terrazas, en el coche... (No, en 'stand-by').

Stop, prohibir fumar

Esta última, prohibir conducir fumando no se percibe viable, y aquí si 'frenan' los legisladores, porque reflexionan sobre las causas psicosomáticas que padecen los conductores consumidores, y puede ser peor el remedio que los trastornos perjudiciales que produciría no fumar al volante. 

La persona se encuentra atrapada en el habitáculo, probablemente, durante un largo período de tiempo y no le dejarían muchas opciones a escapar a un rincón, si no es estacionando. Además puede padecer irritabilidad, estado grave de ansiedad y un desequilibrio emocional poco recomendable para la conducción. Se intenta parchear con limitaciones. Por ejemplo; no se permitirá fumar si viajan menores en el vehículo, o/y es sancionable si el conductor comete una infracción y es protagonista el tabaco. 

Fumar no es un vicio, ni un placer

En primer lugar es imprescindible reconocer que se trata de una adicción. No es una condición viciosa ni un hábito, tampoco es un placer o una función relajante, sino todas ellas componen la más terrible dependencia. Pero no es una droga adictiva cualquiera, sino la de más capacidad de enraizar en el cerebro y la mente humana. El tabaco, en cualquiera de sus modalidades, una vez consigue atrapar, tiene todos los peligros y muchos más, con respecto a los que generalmente se anuncian en las cajetillas, y que sirven para muy poco.

Ni cartelitos ni prohibiciones

Es de manejo popular que, ninguna enfermedad es tratable, ni curable, si quién la padece no la reconoce, o aquellos responsables de la salud no consiguen diagnosticar y afrontar la solución con acierto. Asimismo, es imposible atajarla si los métodos que se aplican son diametralmente opuestos, invasivos y poco efectivos. Es de ingenuos, o muy espabilados en provecho propio, pretender erradicar una práctica enfermiza a base de 'cartelitos' y mensajes disuasivos y de prohibición.

 

Queda claro que el tabaquismo puede producir un alto grado de intoxicación de carácter grave y mortal. Son muchos los aditivos que atacan los 'mecanismos físicos' naturales del organismo, además de producir trastornos mentales y de comportamientos exagerados e inversos a cualquier personalidad o actitud equilibrada.

El tabaco puede matar de manera fulminante 

Los resultados donde puede desembocar el consumo continuado de tabaco es pertinentemente conocido. Aunque muchos dicen que el tabaco 'mata poco a poco'. Y no es verdad, puede igualmente terminar con la vida de manera fulminante. Acuérdese del infarto de miocardio producido por su consumo, o el cáncer de pulmón irreversible. Pero intimidar, asustar o hacer culpable al individuo no es la cuestión. Este no es el asunto, y es de sobra conocido e igualmente ineficaz.

Se trata de terminar, para siempre, con la criminal cifra de millones de personas muertas con el  tabaco como protagonista, con sentido racional y nada intrusivo. La peor noticia es comprender que son fallecimientos perfectamente evitables y que, además, supone la primera causa de muertes prematuras. 

Ninguna enfermedad se cura transmitiendo miedo y con palmaditas en la espalda

No conozco ningún trastorno psicosomático, ni enfermedad que se precie, que se cure con represalias, palmaditas en la espalda o transmitiendo miedos e intentando horrorizar. Sin duda es de rigor, y sentido común, que se necesita identificar y diagnosticar la alteración de la salud, para poner en marcha el tratamiento adecuado, con el propósito de hacer desaparecer el daño físico y, en este caso, también recuperar la salud psíquica. 

La solución, desde los colegios

En la prevención está la clave. Si de verdad queremos terminar con el consumo de tabaco, además de otras drogas, hay que decidir no producir más adictos. Es lógico pensar que mientras van surgiendo nuevas generaciones de consumidores será imposible terminar con esta enfermedad desde la raíz. 

Por tanto, es imprescindible crear una materia que forme parte del plan de estudio infantil y juvenil. Una asignatura pendiente en el contexto de 'prevención y riesgos de toxicología'. Si justo ahora se ha incluido la nueva de 'educación vial', con muchos más motivos es indespensable descubrir a los niños y jóvenes el laberíntico mundo de las drogas. La información veraz y científica es fundamental, por una sociedad más creativa, mejor protección social y por la concienciación pública.

Sin métodos milagrosos, ni pretensiones de aleccionar

Este artículo, sin abrumadores datos estadísticos, está basado en las experiencias directas de más de 40 años al frente de personas que cayeron en hábitos patológicos. Siempre con la misión de ayudar a quién no encuentra la voluntad necesaria para 'atreverse' a poner fin a algo que puede destruir la salud y la vida.

Sin acritud y, desde luego, exento de ánimo aleccionador ni imponer métodos milagrosos, aporto humildemente mis percepciones, sin vanidad, pero contrastadas a través del tiempo y tesis prácticas. Por ello, reconozco la ardua tarea técnica que supone voltear las motivaciones ilusorias, una vez adicto y creadas para consumir, y cambiar por otras verdaderas, con el objetivo de terminar con la enfermedad desde la función mental, con el fin de desintoxicar paulatinamente el organismo y regresar a ser lo que fuimos: 'No fumadores' y 'Limpios de humos'. 

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