La educación de los jóvenes en los tiempos del COVID

Hijos y padres andan muy preocupados por el paréntesis escolar y universitario que nos ha sobrevenido. Las catástrofes sanitarias, bélicas, telúricas, económicas, etc., con sus consecuencias de hambruna y muerte desde que lo registra la Historia hasta nuestros días, han sido numerosísimas. En nuestro tiempo, la que se va acercando lentamente es el aumento de la temperatura global. La palabra latina pestis significa enfermedad o epidemia. La que se llamó peste negra diezmó en el siglo XIV  más de la mitad de la población de Eurasia y Norte de África, lo equivalente en la actualidad a más de 100 millones. Como ahora ocurre con  el transporte aéreo, también viajaba de unos puertos a otros. Y barcos y viajeros eran puestos en cuarentena, como ahora. La transmitían (y transmite) las picaduras de las pulgas que infestaban a ratas, y otros animales salvajes o domésticos, que eran (y son) los reservorios. Cabe la duda de si  también las pulgas las transmitían a humanos sanos de otros enfermos. Entre humanos, la sangre o secreciones del enfermo, si la podía transmitir. La sangre infectada y secreciones, así como las picaduras,  eran portadoras de la bacteria Yersinia pestis,  que todavía convive con nosotros, ahora afortunadamente controlada. En YouTube, puede verse una película de 45 minutos de Alfred Hitchcock  titulada “Diagnosis Danger”(SO1E22), que ilustra el dramático contagio de unas personas a otras por  Ántrax o Carbunco.  Lo causa la bacteria Bacillus antracis , que produce esporas hasta encontrar donde germinar, por lo general en animales de todo tipo y en el hombre. Pueden permanecer largo tiempo en las pieles de los animales enfermos o muertos, en el polvo y tierras; de ahí, a las plantas, y estas, comidas  por los herbívoros, etc. Podríamos recordar además de la peste,  la viruela, la sífilis,   la gripe española, y otras que se dan mayormente en el continente africano, de gran interés sanitario y económico.

La  intención de este artículo es atraer la atención del mundo escolar y universitario sobre el fenómeno mundial que es el Covid  para que lo comparen con todas la calamidades anteriores. Como en otras disciplinas,  el estudio de la Historia nos puede ayudar a comprender mejor el Presente. Tal como ocurre ahora, en las pandemias históricas se superpusieron epifenómenos sociales, políticos y económicos. Se echó la culpa a grupos y/o personas. La Iglesia también fue cuestionada. Y, por supuesto, los médicos y los alquimistas se vieron implicados. A veces, complicaban más la enfermedad, pero poco a poco la fueron comprendiendo y dando  soluciones. Lo más “progresista “, socialmente y al respecto, han sido los grandes descubrimientos médicos y las medidas de higiene y prevención. Desde el oscurantismo y brujerías de la antigüedad, la Medicina, nos ha traído bienestar y progreso  hasta nuestros días. Pensábamos que ya habíamos vencido a las enfermedades infecciosas, y  quedaban sólo el cáncer y las enfermedades degenerativas cerebrales por resolver. Resumido muy simplísimamente. Sin embargo, aquí estamos sin poder controlar la pandemia del Covid-19

Sonará a anatema entre profesores, padres y alumnos, que todo el potencial que tiene el sistema educativo debería de dirigirse al estudio de los miles de aspectos de la pandemia actual; no sólo en nuestro país, en todo el mundo. Y no preocuparse por pasar el curso. Piensen todos los que están  hoy afanados por conseguir sus aspiraciones académicas y de futuro profesional que, lo consiguen y salen a la calle, y se encuentran que no hay dónde colocar todo ese saber. Perdón, estoy extremando mi argumentación. Admiro, a tantos profesores(as) y maestros(as), a chicos y chicas de todas las edades que han sacado desde Marzo pasado sus cursos, ¡y siguen en ello!

Lo que está ocurriendo con la pandemia puede cambiarnos a todos la vida, y la forma de ganárnosla. No es muy inteligente quedarse en las aulas, mayormente aislados, esperando que una vacuna vaya a devolvernos a los paradigmas adonde estábamos. Naturalmente, los deseos y esperanzas que cada uno de los niños y jóvenes llevan en su corazón y su cabeza, permanecerán como las semillas, esperando a que germinen. Parece mejor, dedicar el mayor tiempo docente y creativo a analizar las pandemias y calamidades anteriores, y extraer la máxima enseñanza de ellas. No digo que todos terminen siendo médicos, biólogos, ingenieros químicos, etc. No, las mismas disciplinas actuales, pero enfocadas a comprender mejor lo que entonces ocurrió para poderlo aplicar al problema actual. Tan tremenda potencia intelectual, sería lo equivalente a lo que en todas las guerras pasadas la industria, los artesanos, los ingenieros,  hicieron por la fabricación de nuevas armas. Y después, todo lo aprendido y desarrollado contribuyera (o contribuye) al siguiente paso en el  progreso mecánico, electrónico y digital de la Sociedad.

Otro aspecto de este artículo es muy delicado. Fuera de las aulas, ¿qué papel está jugando la juventud en el control o descontrol de la pandemia? Claro, hay mucha otra juventud que hace tiempo dejó las aulas. Lo mejor sería que cuando los medios de comunicación publican de tal o tales reuniones estudiantiles, se verificara si son o no estudiantes. Parece, que el bienestar conseguido por las generaciones precedentes, en vez de conseguir una juventud más reflexiva y responsable, la hace  más amante de la parranda. La estricta verdad es que no se puede generalizar. Sí que hay  jóvenes muy conscientes que están cumpliendo todas las recomendaciones. Convendría, no obstante, que las imágenes de las UCI las pasaran en todas las aulas, a partir de la edad que les fuera comprensible. No hay mejor ejemplo para los jóvenes que sean ellos mismos los que dan el ejemplo.

Al igual que decíamos que podríamos encontrarnos con graduados que no han perdido minuto  para seguir con lo suyo, y cuando salgan a la calle se puede encontrar con que el covid se llevó su primer empleo; los de la parranda, están  condicionando los cierres de su diversión. Y terminarán sin lugar alguno donde ir. No es tan sencillo encontrar causa-efecto en la enfermedad, porque hay todavía un gran número de parámetros biológicos desconocidos. Sí sabemos, sin embargo, que hay individuos más susceptibles que otros, y la edad juvenil per se no es invulnerable. En otro artículo, en este mismo medio, decía que finalmente todos seremos portadores del virus. Lo que tenemos que controlar es la velocidad de propagación y la carga viral. La primera, limitando las reuniones; la segunda, con las mascarillas y evitando los lugares cerrados. Toda la sociedad, no sólo los jóvenes, debemos tener puesta nuestra atención en NO contribuir a que las camas de UCI se saturen.

Los educadores deben de hacer ver a nuestros jóvenes, y adecuado a sus edades, que las grandes CRISIS de la Humanidad traen también efectos positivos. Lo que ha sido el mayor condicionante del progreso en el pensamiento y evolución del cerebro humano: desde el Neandertal, al Sapiens, y al Actual. Las hambrunas y calamidades han propiciado la agudeza mental y contribuido a que los modos de pensamiento evolucionaran. Hay que prepararlos con mejores conocimientos, entre los que la Filosofía y su rama la Ética tienen que estar a la par de la Matemática y la Tecnología. Con esta “filosofía”, la sociedad urbanita quizás también hiciera bien en descargar las ciudades y trasladarse a los pueblos deshabitados, donde los jóvenes conocieran de primera mano el principio del trabajo para recoger los frutos de la tierra. No con el espíritu bucólico de los renacentistas, sino de la realidad de donde hemos venido. Ya no usarán la hoz y la azada, sino ingeniosas máquinas, pero deben de ver las cosechas crecer. ¡Y aprender de ello!

José María Vera Román, MD, PhD
Médico Especialista en Anatomía Patológica
Miembro de la Sociedad Española de Anatomía Patológica

 

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