El gran apagón

Cuando las barbas de tu vecino veas pelar, pon las tuyas a remojar. La sabiduría del pueblo ahí está y, desde el bajo latín, los siglos han dejado constancia de ello en la cuestión varonil del afeitado y las advertencias de que, como reza el epitafio del gran Sinatra, "lo peor está por llegar".

Y da igual el formato de este refrán tan hispano. No nos hace falta acudir al barbero si la naturaleza no nos ha otorgado esa marca distintiva de nuestra faz. También, nos quedamos con la copla de rapidez cuando nuestro hogar, como el país, está a punto de arder. Como escribía Horacio antes de las remozadas versiones medievales, "Tune tua res agitur paries cum proximus ardet". Por mechas y posibilidades de prenderlas en la piel de toro, que no se diga, y el triste episodio del volcán palmero no cuenta.

No se trata de ir de pesimista, derrotista o negacionista ante una realidad que, como poco, da "miedito". Tampoco de sacar pecho y, de manera ventajista, aprovechar el reciente y alarmante "despliegue" austriaco en forma de carteles con el consiguiente toque a rebato a su población. El tema en cuestión se palpa, se respira, merodea en el ambiente, y, como suele pasar, se veía venir por las extrañas, acumuladas e inesperadas circunstancias que este nuestro mundo atraviesa como consecuencia de planes, agendas y otro tipo de apagones, los mentales

Aunque para verlos venir y lo que viene siendo anticiparse a los acontecimientos, por estos lares, que Dios nos pille confesados. Evidencias al respecto, allá por los primeros meses de 2020, recuerda que las hubo. Luego, como ya sabes por las  "revelaciones" del Tribunal Constitucional, la catástrofe se vio adornada con el musculoso y poderoso disfraz de la inconstitucionalidad. De eso, nuestros regidores saben y, ahí, sí que pueden presumir de cum laude a pesar de su impositiva mediocridad.

Coincidirás conmigo en que faltan luces; sobre todo, en el camino que marcan unos gestores cegados por cuestiones cuya importancia ha ido superando puestos en el ránking en función de su patético y ferviente deseo de generar odio, agitar el avispero y crear la suficiente discordia para, entre dimes y diretes de mayor o menor calado, mantenernos entretenidos mientras alardean de puesto, caché social y peculio al paradójico ritmo de altisonantes pifias y continuos ridículos en lo referente a gestión, negociación, exposición y, lo que a ti y a mí nos importa, soluciones.

No podemos pedir peras al olmo por muchas motos que quieran vender a clientes como el sufrido españolito de a pie ya hastiado por el cansino combustible que alimenta las vidas de otros y destruye la suya propia. De muestras y botones, andamos sobrados.

El gran apagón, ese blackout a nivel nacional y continental que cacarea Austria y, de manera panfletaria, anticipa a sus habitantes se refiere a la falta de luz (la de las luces, recuerdo, es aquí), a cortes del suministro eléctrico, carencias energéticas, desastres naturales, caída de redes sociales, ataques y desajustes informáticos y caos en el transporte y aprovisionamiento logístico dentro de su territorio. En otras palabras, un desastre; el definitivo "consummatum est", la estocada final para una sumisa civilización occidental privada de un miserable kit de salvación, reconfortantes oraciones para sus almas errantes o un extintor capaz de acabar con el descontrol de tantos y tan numerosos fuegos.

 

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