¿Es mejor quedarse en casa esta Navidad 2020?

“La mayoría de las vidas de las personas están determinadas por sus opiniones,
en vez de los hechos. Para que la vida de una persona cambie, primero necesitan 
cambiar sus opiniones… y luego considerar los hechos” (Robert T. Kiyosak
i)

Mi repuesta es ¡SÍ! No quiero distraer como haría un político con circunloquios, pendiente de  la aceptación emocional de los que le pueden votar para pronunciarse. El consejo y la actitud a seguir es difícil; tanto dentro como fuera de la arena política. Pisamos el terreno de la incertidumbre tanto los médicos como el resto de la población. Claro, esta incertidumbre no puede ser del mismo grado cómo, con la que nos han estado “despachando”: un día, SÍ, y otro, “no sabemos”. Los epidemiólogos están haciendo un trabajo extraordinario, pero la fenomenología de la pandemia se ha desarrollado tan rápidamente que resulta difícil asentar los parámetros científicos de la misma. De ahí la incertidumbre médica. La sobrecarga asistencial en primera línea,  en los hospitales, por las necesarias barreras de protección, y la alarma social, dificultan el manejo clínico sosegado  de la enfermedad. Es decir, de la forma que conocemos bien, o muy bien, la fisiopatología y el tratamiento de tantas otras enfermedades. Las estadísticas tienen el mérito de ser orientativas, pero dado la urgencia en que ha discurrido la enfermedad no es fácil separar bien las causas clínicas exactas de las muertes registradas. Como base, está bien comparar el número y causas de las muertes clínicas de años anteriores, a las ocurridas durante la pandemia. Pero este tipo de análisis requiere también sosiego histórico, al margen de las alarmas y presiones políticas.

La tasa de contagio por 100000 habitantes es sencilla de entender. Asimismo lo es, conocer el número de hospitalizados y fenecidos. Lo que no sabemos es la vulnerabilidad o el riesgo que corre un individuo en particular. Afortunadamente, si seguimos  las recomendaciones conocidas y repetidas, ese riesgo está muy cercano a 0. En esa población que guarda y ha guardado las recomendaciones, los expertos en enfermedades infecciosas pueden encontrar a asintomáticos portadores, que gozan de inmunidad natural. Y otros, libres de virus en ese momento pero con anticuerpos anti-Covid, que habrían superado la enfermedad. Y, los que tienen anticuerpos generados por infecciones previas no-Covid, o por otros coronavirus que, de algún modo, les da protección. Y existen otros individuos, como ha ocurrido en otras graves epidemias, que su dotación genética per se les protege.

Conocida la situación, podríamos dar o restringir la libertad de reunión. Claro que, para concederla, tendríamos que investigar a toda la población, e, identificar a los portadores --un portador puede iniciar un foco de contagio que puede propagarse exponencialmente---, y a los vulnerables. Aparte de enfermos crónicos de otras enfermedades.. Estamos hablando de toda una provincia o todo un país. No tenemos recursos de esa magnitud; tampoco creo que los  chinos los tengan. Todos sabemos que no sólo de médicos y sanitarios y hospitales se mantiene un país. Necesitamos miles de otros importantísimos profesionales, productivos o mantenedores. En fin, de todo el tejido socio-laboral. De momento, una parte de la actividad económica se va manteniendo. Las familias siguen sus vidas. Y niños y jóvenes atienden en gran medida sus clases. Es evidente que las medidas preventivas están funcionando. Pero, cada cual debe ser muy riguroso en su cuidado y en el cuidado de los demás. Fuera de las actividades necesarias para mantener a un pueblo o país, hay que tener paciencia y no saltarse las barreras, hasta que nos llegue la inmunidad de grupo (“rebaño”), de modo natural o por vacunación.

Desde el descubrimiento de la penicilina por el británico Dr. Fleming, y como consecuencia el de los antibióticos, y los magníficos avances de la Cirugía, las sociedades afluentes parecían no tener límite a su bienestar. Si añadimos la cobertura sanitaria total y gratis en algunos países, la sensación de invulnerabilidad ha cundido, hasta llegar a ser como niños imposibles de despojarles de sus juguetes. [Es necesario que NO tomemos “Gratis” como un concepto absoluto. Todos estamos pagando nuestra Sanidad. No pertenece a ningún partido político ni gobierno, en ningún país (¡!)]. Incluso, a nivel doméstico tenemos  “pastillas” que nos permiten seguir con nuestras vidas sin acudir al médico. Estamos mal-acostumbrados. Por eso cuesta convencer a los jóvenes y no tan jóvenes de que es necesario cumplir rigurosamente los consejos sanitarios. Evitaríamos dar pábulo a los que quieren manejarnos no siendo médicos ni sanitarios. ¡Esta pandemia ha superado en la mayoría de los países a tanto bienestar que teníamos! Han muerto médicos, enfermeras y enfermeros, y de toda la cadena sanitaria. Y destaquemos en mayúsculas como se merecen, a nuestros Mayores. Todavía no sabemos suficiente de la vacuna o vacunas, sin negar mérito alguno a los cientos de científicos que las están diseñando. Ya consiguieron vacunas contra  virus muy peligrosos, como son los del Ébola, y otros. Y es de esperar, que las anti-Covid-19 cumplan su función una vez haya pasado la urgencia abrumadora y los voluntarios nos demuestren que los efectos son mayormente positivos. Mientras tanto, científicos y médicos de todo el mundo no dejan de diseñar nuevos fármacos, como el reportado “hace horas” en Nature Microbiology. Su nombre comercial es Molnupiravir y comunican que puede evitar la transmisión (véase la cita https://) Muy oportunamente reseñan que “puede cambiar las reglas de juego” (del manejo de la enfermedad). Modestamente, he tratado de sugerir en este artículo, aunque no tan explícitamente, que la terapia o terapias en esta enfermedad SARS-Covid 19, va por delante del conocimiento de su fisiopatología. Ello depende del enorme avance de la biología o bioquímica molecular, como, por ejemplo, poder diseñar un agente patógeno di novo.

Volvamos a nuestros hogares en relación con las próximas Navidades. Oí en la radio que un reportero preguntó en la calle a una señora de 90 años cuáles eran sus planes. Ella contestó: “las que me interesan son las del 2021, para éstas ya estoy contenta con estar viva”. ¿Qué edad tiene Ud. lector o lectora? ¿Le parece tan importante la reunión familiar? No estamos tan mal: en anteriores “plagas” no había teléfonos ni tablets con cámaras y/o vídeos. Tengamos en cuenta las noticias que nos llegan de EEUU: ¡100000 americanos han sido hospitalizados después de las recientes  celebraciones familiares por la fiesta del Día de Acción de Gracias! ¿Qué seguridad sanitaria garantiza a Ud. y a su familia que un policía por orden gubernamental les deje pasar? ¡El propio policía  podría estar en su casa, si todos nos quedáramos en la nuestra!. ¡Feliz Navidad! en casa de cada uno/a, solos o con los que se conviva. No hacen falta con los que no se conviva. ¡Esperemos a la siguiente que nos traerá la “normalidad” perdida!

José María Vera Román, MD, PhD.
Médico Especialista en Anatomía Patológica
Miembro de la Sociedad Española de Anatomía Patológica

 

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