La eterna travesía hacia el centro

Inés Arrimadas
Inés Arrimadas, en la banca de Ciudadanos en el Congreso de los Diputados.

Últimamente, de todas las noticias de carácter político que he escuchado hay una por encima de todas que me ha dado que pensar y en la que atisbo algo positivo. Me estoy refiriendo al viraje que parece que Cs, con Inés Arrimadas a la cabeza, está realizando. Para unos este viraje es muestra de debilidad y ausencia de criterio. Para otros se trata de una cuestión de oportunismo. Creo que ambas interpretaciones pueden tener algo de razón. Sin embargo, pienso que Cs debe sentar la cabeza y tener claro cuál es su papel en la política española. 

He oído a mucha gente, desde todos los flancos e incluso desde dentro del propio partido, criticando ésta, y otras maniobras parecidas, como si de alta traición se tratara. Creo que no deberían dejarse llevar por los cantos de sirena de los partidos a su derecha, ni tampoco a su izquierda. Que escuchen y tomen nota de las opiniones, pero que luego tracen un plan claro, bajo el objetivo con el que en un principio nació: ser un partido que permita articular gobiernos moderados tanto a nivel nacional, como autonómico, desmontando la tradicional pinza nacionalista, cada vez más destructiva e insolidaria. 

No digo que sea fácil hacerlo. En España, sentarse a dialogar se ve como debilidad, y la cesión como la claudicación en sus principios. Parece que todo son líneas rojas que no se pueden rebasar. Sin embargo, donde muchos ven contradicción, y falta de criterio, yo veo virtud, y como toda virtud es un hábito que exige práctica diaria para que se consolide como tal. 

Ese camino emprendido por Cs hacia el centro es como una travesía que nunca acabará, porque el centro como tal no tiene una posición definida, sino que bascula en función de las circunstancias, pero que tiene siempre esa voluntad de moderar, y defender el concepto de democracia liberal. Se trata de una virtud que huye de los extremos, y que siempre es necesaria a la hora de elaborar procesos y ambientes de diálogo entre todos, y que solo en ellos se pueden lograr acuerdos inclusivos para toda la sociedad, presente y futura. Solo en ese diálogo, entendido como necesidad para construir, es donde podremos encontrar y apreciar los matices, y el encaje de las diferentes posturas. 

Todo lo contrario de lo que hasta el momento hemos visto en la dichosa Comisión para la Reconstrucción Social y Económica. Lo visto la semana pasada entre el vicepresidente Pablo Iglesias, Iván Espinosa de los Monteros y Patxi López, me generó una gran vergüenza ajena, bochorno y desazón. 

El vicepresidente del Gobierno, en la comisión creada para la reconstrucción del país, acusaba al representante de la tercera fuerza política de España, de querer dar un golpe de estado, pero que no se atrevían. Espinosa de los Monteros, tras pedir al presidente de la comisión, Patxi López, que se rectificara lo dicho y no conseguirlo, abandonó la comisión despedido por Iglesias con un “cierre al salir”. El mejor de los ambientes para lograr acuerdos (por favor, que todo el mundo lo vea como una ironía).

Ante esta situación me animo a hacer estas valoraciones. La primera es que los extremos de izquierda y derecha están dinamitando el panorama político (para muestra la situación descrita en el párrafo anterior, aunque hay otras en la dirección opuesta). La segunda, si los extremos desestabilizan, aún lo harán más si uno de ellos está en el Gobierno. Quien lidera tiene la obligación, o al menos debería de tener la sagacidad, de llevar la iniciativa y tender la mano para las negociaciones y acuerdos, pero no está siendo así. 

Las actuales circunstancias, de progresiva precarización social y debilitamiento de la calidad democrática, se convierten en el caldo de cultivo perfecto para que ciertos discursos populistas se hagan más fuertes, sin importar luego quien los acabe abanderando, porque ya hemos visto tanto al PP como al PSOE adoptando en más de una ocasión algunas de esas banderas sin ningún sonrojo. 

Es por todo eso que necesitamos que Cs olvide las críticas interesadas de unos y otros. Acepte su papel en el panorama político y renuncie al delirio que llevó a Albert Rivera a intentar convertirse en el líder del centroderecha en España. Cs debe buscar su nicho, donde sea un partido con base suficiente en el Congreso para aportar moderación y obligar a sentarse en la misma mesa, por lo menos a PSOE y PP sin descartar a otros partidos. Así al menos nos garantizaríamos que un 60% de la sociedad española estuviera representada en esas negociaciones. 

 

Ya que el gobierno renuncia a ser el que tienda la mano para sentarse a hablar, y el PP se sigue haciendo un lío en su intento de cubrir todo el espectro ideológico desde la extrema derecha hasta el centroderecha, Cs debe tratar de cambiar la tendencia y con su afán de consenso poner en evidencia la polarización hacia la que nos están conduciendo desde los aparatos de los principales partidos políticos. 

Cs debe olvidarse de tanta mercadotecnia y análisis del estado de la opinión, para centrarse en trabajar por el consenso y el encuentro. Una posición que estará sometida a variaciones, pero que se desplazará teniendo como base la defensa de los principios básicos de la democracia liberal que no son otros que la igualdad y la libertad. 

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