¿Feliz Año Nuevo y yo más viejo...?

Enfrentarse a los primeros días del nuevo año

Ayer reflexionaba un amigo sobre esa cuestión, dejando un poso de tristeza y abatimiento. Fue como un profundo lamento. Al enfrentarse a los primeros días del nuevo año, su ánimo y su situación vital no resistía la comparación con los tiempos vividos antaño, en su juventud. A esta le reprochaba con amargura su lejanía, y le decía: “eres cruel y efímera, vil y artera; como te burlas con tus recuerdos… ¡Quien volviera!”.   

Me asaltó una duda. La planteé. ¿Qué es lo razonable: dejar al alma sumergirse en un sentimiento pena o en la alegría de haber vivido?… Y, a allí mismo, la contesté.

Pasajera es la juventud. Cierto. También la infancia y la vejez. Y la vida toda. El tiempo, poco a poco, sin pausa, se va pasando. Vano intento es desear volver atrás. Una ilusión quererlo recuperar. Como decía Antonio Machado:

Al andar se hace el camino,
y al volver la vista atrás
se ve la senda que nunca
se ha de volver a pisar.

Pero, sin embargo, el tiempo pretérito todavía nos puede prestar grandes servicios. 

Si ponemos atención, con más frecuencia de lo que cabe imaginar, desfilarán ante nuestra mirada infinidad de pequeños detalles, quizá en su día pasados por alto, y en los que ahora se nos permite reparar. El silencio traerá voces antiguas, las habladas y las que no supimos escuchar. Y, tras éllas, quizá percibamos una sugerente invitación que nos anime a pronunciar, con el convencimiento y la adhesión del corazón: ¡Perdón! y ¡Gracias! 

Pedir perdón y perdonar. Aun es momento, pues no se hizo tarde todavía. Y para agradecer lo mucho recibido, que es de buen nacido. Y, en ello, incluido lo venido en forma de contradicción y dificultad, o lo que nos postró en debilidad. Que, incluso, del error y del mal enseñanza y bien podemos sacar. Y, también, para lamentar el tiempo perdido. El que para sonreír y querer no nos hubiese valido.

De lo pasado lo aprendido, para aplicar hoy y conquistar el mañana. Ese futuro que anuncia cada aurora del Nuevo Año concedido, y que debemos ganar sintiendo la alegría de vivir y recuperando el anhelo de amar. Afrontando con decisión cada jornada, vengan escenarios nuevos donde presentar batalla y vivir la aventura de dar.

¡Que la vida es milicia, y la Campaña no ha terminado! 

 

Subiendo a las más altas posiciones, desde donde la contemplación de la historia personal adquiere la perspectiva de inmortalidad, podremos vislumbrar la verdadera grandeza de morir y de vivir para la eternidad. Y así poder decir, con propiedad, ¡Feliz Año Nuevo!

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