La izquierda callejera

En la Transición, todos los españoles acordamos unas reglas del juego para alcanzar un ordenamiento jurídico, político y social con futuro y que nos dotase de estabilidad institucional como Nación.

Nuestra sociedad estableció que se utilizasen las instituciones como instrumento para el servicio público y para mejorar el Estado de Bienestar.

El problema surge cuando una parte sectaria y arcaica de la izquierda utiliza las instituciones con otro tipo de finalidades. Su anquilosada mentalidad les lleva a pensar que cuando ellos gobiernan, el poder reside en las cámaras de representación política pero que cuando están en oposición, el poder político lo ostenta la calle.

Esa doble moral es la que ha llevado a la izquierda, a lo largo de nuestra historia democrática, a los mayores esperpentos políticos.

Todos recordamos como cuando gobernaba Zapatero, Rubalcaba defendía las actuaciones policiales allá donde fuesen necesarias. Bien en la Puerta del Sol por los altercados derivados del 15-M o bien por los intentos de asalto a la verja de Ceuta y Melilla.

Hoy en día, sin embargo, pone el grito en el cielo cuando los Cuerpos y Fuerzas de Seguridad del Estado realizan su trabajo o cuando algunos nos quejamos, con razón, de que se produzcan más de 3 manifestaciones al día en el centro neurálgico de la capital.

Y esa doble moral llevada al extremo, rozando el ridículo en muchas ocasiones, es la que representa Tomás Gómez en Madrid.

Él, y solo él, es capaz de organizar una fiesta de pijamas en la Asamblea de Madrid y que sea pillado saliendo por la noche en coche oficial para dormir en su casa cuando exigía a todos sus compañeros que acudiesen a semejante espectáculo.

Y es que sus escaqueos de sus obligaciones parlamentarias son constantes. No hay más que ver a cuantas Juntas de Portavoces de la Asamblea de Madrid ha faltado. Acabamos antes contando a cuantas ha acudido.

 

Sus algaradas callejeras son continuas y suelen ir de la mano de los sindicatos. Quienes durante 8 años permanecieron callados, mirando hacia otro lado y que ahora se dedican a abusar de manera injusta e insolidaria del legítimo derecho de huelga.

Es hora de que quien tenga las competencias, regule en esta materia.

Todo esto sucede porque en España no tenemos líderes de izquierdas que apuesten por el futuro de los ciudadanos y que estén a la altura de las circunstancias.

La izquierda europea siempre ha sido leal a sus ciudadanos, no hay más que mirar a los socialdemócratas de Suecia donde el siglo pasado lograron convertirse en la segunda economía que más se expandió del mundo, o a Gerhard Schröder que tomó medidas de ajuste en el gasto público y apostó por las reformas liberalizadoras reduciendo el paro de Alemania a niveles históricos, o Tony Blair que acordó junto distintos líderes europeos las líneas maestras de la política comunitaria.

Mientras tanto, aquí, en España, nuestra izquierda busca preservar el bienestar del Estado en lugar de apostar por mantener el Estado de Bienestar. Todo ello a golpe de intervencionismo y paternalismo.

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