La rueca rusa

Hilo tras hilo, tejiendo va...
Bandera de la ONU.
Bandera de la ONU.

Allá se han ido, a las orillas del río Moscova, presidentes europeos del mayor caché. En curiosa rotación, corrieron ante el nuevo Zar, deseosos de entrar en escena para representar su papel. Anhelantes, tal vez, de merecer protagonismo y distinción.

¿Qué le habrán dicho o acordado? No lo podemos saber. No ha habido transparencia, ni transcripción.

El augusto anfitrión les ha recibido haciéndoles representar la función, marcando para el casting distancias y posición.

Mientras tanto, los políticos de tapiz y salón, que abundan en la pretendida Unión, haciendo lo de costumbre: un papelón.

Habrá aprovechado, sin duda, el del guion, para obtener tiempo, ventaja e información. Poco habrá escapado a su control, antes de dar paso a su expansión. Ni redes, fortalezas o flaquezas, disparidades o contradicciones, ni siquiera enmascarados intereses, habrán quedado ocultos a su intervención.

Y una vez estudiado todo, da el paso más que esperado.

Baja primero el telón, que pone fin al sainete. Y sube la guillotina, tras cambiar el decorado. Es tramoyista experimentado. Comienza la tragedia, que del drama es el momento.

Reaccionan airadamente, con amenazas de pitiminí y enojos calculados, los de los diálogos de civilizados. Se va a enterar y lo pagará bien pagado. ¡Abran fuego, artilleros!, desde sus baterías en posición, y proyecten a cientos las medidas, que aplaquen las osadías de tal provocador.

Menos mal que la vieja Europa tiene de su lado al fuerte amigo americano. Si, el de Maine y las masivas armas de destrucción, velando con interés. El del ultimátum a los soviéticos por haber llevado misiles a la puerta cubana de su casa, y que ahora se empeña en poner los propios en el zaguán de la rusa, para sacarlos de quicio.

 

Afortunadamente aún queda quien arbitre la contienda. Una tabla de salvación: la Organización de Naciones Unidas (para cada vez más, Hundidas). Muy capaz de dictar laudos de obligado cumplimento, salvo para las que al veto tienen derecho. Esto es, las que tienen el botón. No es muy propio, que digamos, de una sociedad avanzada, porque es una réplica la de otrora, donde había quien disfrutaba del derecho de pernada, aún no teniendo el botón. No lo precisaban, pues habían de espada y blasón.

Así que nos quedaremos sin Orden internacional de detención, ni tribunal que dilucide sobre responsabilidades penal o civil, ni orden ejecutiva de embargo de bienes presentes y futuros para afrontar las indemnizaciones con que paliar los daños producidos, ni…. El Gran teatro del Mundo decía, con toda razón, el inmortal don Pedro Calderón.

¿Y qué decir del gigante, que aguarda expectante? Ni el gin, la pipa, o los gongs suenan, pero ¡cómo se escuchan!.

Hilo tras hilo…

De la oveja a la madeja, y de ahí a la rueca. Nos han tomado medidas, y nos van a hacer un traje, pero no de seda precisamente.

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