Legión centenaria, Legión futura

No resulta sencillo cumplir cien años, todo un siglo, con sus idas y venidas, venturas y desventuras, pros y contras, victorias y derrotas. Y, en los convulsos tiempos que vivimos, prolongar cualquier experiencia vital, si cabe, se antoja mucho más difícil. La pandemia, la incertidumbre, la inseguridad, el miedo o, incluso, el número de fallecidos se han convertido en habituales ingredientes de nuestra trabada y demoledora cotidianeidad; de los segundos, minutos, horas y días que configuran nuestro devenir por una vida que está a años luz de aquella otra en la que, no hace muchos meses, hacíamos acto de presencia sin prestar atención a los entonces insignificantes detalles que, lamentablemente, hoy añoramos.

Las circunstancias cambian; los tiempos, también. Por eso, el ser humano ha de saber adaptarse a las exigencias del momento, de su entorno, de las necesidades que, individual o colectivamente, se precisan a la hora de sacar adelante todos y cada uno de sus propósitos, los objetivos fijados, las metas marcadas o los sueños perseguidos. Y todos nosotros hemos de convertirnos en indispensables protagonistas del camino que nos falta por recorrer a lo largo del presente siglo XXI. Es cuestión de noblesse oblige para el guerrero y su combativo espíritu, ese que tiene que guiar sus pasos al redoble del tambor de emociones y pensamientos.

Sin embargo, teniendo en cuenta la obligatoriedad de futuros compromisos y la responsabilidad de nuestras acciones, hemos de echar la vista atrás para    remontarnos al siglo pasado y, a su misma altura cronológica, hallar la referencia de aquellos duros tiempos que, durante el primer cuarto del siglo XX, forjaron el carácter de muchos hombres. En infinidad de casos, estos individuos coincidieron en algún banderín de enganche de la Legión antes de cruzar las puertas del Tercio y emprender el duro camino del infante. Su decidido paso al frente por razones varias, el idealizado escapismo de Tolkien tras su áspera realidad en el frente francés y el cúmulo de características dispares en aquellos reclutas sentaron las bases de lo que valor, fortaleza, coraje, valentía o temeridad podían significar como las cualidades del alma necesarias para la aventura legionaria. 

IMG-20210428-WA0044

La empresa, pues, no se presentaba fácil. Sólo faltaban aguja e hilo y unas puntadas para rematar la faena que el teniente coronel Millán-Astray y sus comandantes culminarían con sus grandes dotes de mando, su capacidad y experiencia en combate y su innegable liderazgo a través del cumplimiento de un credo grabado a sangre y fuego entre los preceptos del caballero legionario, ese anhelado sueño del entonces héroe de Filipinas y Marruecos. Su proyecto, aquella obra en ciernes, prometía estar a la altura de las terribles circunstancias de la España de hace un siglo, aunque la partida se jugase en terreno contrario contra un adversario rifeño mimetizado con su orografía y envalentonado por cuestiones políticas, geográficas o sentimentales.

Sin duda, también fueron tiempos difíciles, de esos que reclaman valentía para afrontar desconocidos y arriesgados desafíos, retos históricos sin parangón o situaciones no exentas de la cercana presencia de la Muerte. Simplemente, era el eco de la llamada de aquella atracción fatal, ese lazo fuerte con la vanguardia, ese lugar que, como un imán, emanaba la adrenalina precisa para, sin prebendas ni recompensas, acudir al fuego de acuerdo con el dictado de alguno de los espíritus del Credo Legionario.

No había que contar los días, ni los meses, ni los años. Se trataba de ser único y sin igual, de ciega y feroz acometividad, de buscar siempre la distancia con el enemigo y llegar a la bayoneta. Era cuestión de anticipación, determinación y culminación. ¡La misión ante todo! Y de ahí, el éxito individual, el molde por el que, con espíritus como el de compañerismo, aquel cuerpo comenzó a gestar su mítica historia de la mano de un atractivo y arrebatador misticismo que, a su vez, otorgaba el concepto del beau ideal a la imagen del irresistible e indomable legionario.

Hoy, con esta Legión del siglo XXI, la vanguardia es diferente; el enemigo, también. Pero aquel Tercio del pasado, crisol de nacionalidades y ejemplo de prematura multiculturalidad, fijó la condición y el carácter de todos aquellos hombres que jamás han podido ni querido desprenderse del orgullo de vestir el verde sarga legionario; sin grandes pretensiones, atavíos u ornamentos. Esa uniformidad, esa camisa desabrochada, ese “chapiri” como prenda de cabeza, ese modus vivendi, esos valores y tradiciones significaron lo que a Don Quijote su escuálido Rocinante o la maltrecha lanza, mucho más que la posesión de tierras o todo el oro del mundo. Era cuestión de ser fiel a un ejemplo palmario de Infantería, aquel primigenio Tercio de Extranjeros, y, en la práctica, a la austeridad tradicionalmente representada desde la llegada de cientos de intrépidos y audaces individuos al Cuartel del Rey en Ceuta.

Hoy, un siglo después, la naturaleza e impronta del legionario están sólidamente establecidas, como su disposición y disponibilidad al servicio de España, siempre velando por la seguridad de nuestra nación dentro de nuestras fronteras y en las misiones internacionales encomendadas como punta de lanza del Ejército Español. Fruto de ello es la pervivencia de la ritualidad, la eternidad de los héroes que, raudos y veloces, nos precedieron de la mano de su embaucadora novia, la Muerte, al V Tercio celestial no sin antes evitar cualquiera de los anillos del séptimo círculo del Infierno de Dante. Aquella representación no se correspondía con los hombres que habían logrado el título de caballeros legionarios en base a la benevolencia y rectitud, hermana gemela del valor, como las virtudes marciales expuestas por el filósofo chino Mencio.

 

IMG-20210428-WA0047

Hoy, la profesionalidad impera en todos los ámbitos de nuestras vidas y si por algo destaca la Legión es por hacer las cosas a la perfección, cuidando hasta el más mínimo detalle, cumpliendo con su deber y obedeciendo hasta morir. Así. está dispuesto por los cánones del ideario que vertebra la vida y proceder de damas y caballeros legionarios en el cumplimiento del impagable legado de los que les precedieron en páginas con renglones y letras de sangre heroica.

Aquellos duros inicios del Tercio no fueron flor de un día como la pervivencia del proyecto ha demostrado con el paso de las décadas. La otrora fuerza de choque sigue percutiendo en otro tipo de vanguardia, pero siempre en puesto de honor. Desde los más recientes despliegues en el Líbano, Mali o Afganistán hasta los pioneros en la extinta Yugoslavia, Kosovo e Irak; todos han supuesto un escalón más en la consolidación de esta legendaria unidad que busca su posición de privilegio en ese futuro que ya se vislumbra en la Brigada 2035, siguiente peldaño de una escalera de éxito en la que no se echarán de menos la disponibilidad, el espíritu innovador, la eficacia en el uso de las nuevas tecnologías y la adaptación a nuevos medios, plataformas, adversarios y tipos de combate.

Además, la población ha sido testigo de la reciente participación de la Legión como componente de nuestras Fuerzas Armadas en la operación “Balmis”. En esta ocasión, el inusual escenario “bélico” ha puesto de manifiesto las capacidades intrínsecas del combatiente y multidisciplinar legionario, ávido de ser el primero en salir de la trinchera y buscar al sigiloso y traicionero enemigo que, en forma de virus y su consiguiente mortandad, vilmente desafía la estabilidad del mundo actual en infinidad de aspectos.

Y, de igual forma, otros enclaves también dieron fe de la valía, de la moral y la alegría con las que la Legión supo ganarse a la población local en rotaciones dentro de las paradójicamente llamadas misiones de paz. Ante la inestabilidad reinante en esas zonas, con frágiles treguas debido a las luchas internas e incumplimientos entre facciones rivales, el legionario siempre ha mostrado su lado más humano a la hora de empatizar con unos nacionales para los que un halo de esperanza surgió con el brillo de la rojigualda en el uniforme del soldado español, la sonrisa cómplice de aquel legionario o la presencia de un emblema representado por una alabarda, una ballesta y un arcabuz.

No cabe duda de que el retrato de la Legión del siglo XXI difiere en matices y tonalidades a las inicialmente empleadas por el teniente coronel Millán-Astray. Aquella paleta de colores y sus intenciones pictóricas han sufrido variaciones. Sin embargo, conscientes del paso del tiempo y la consiguiente degradación que éste conlleva, la intensidad y el resplandor del tono original mantienen el carácter, la firmeza, el vigor y el compromiso para con España ante cualquier adversidad y muestra de hostilidad que, como elementos insurgentes, se opongan a los principios y convicciones de damas y caballeros legionarios. 

Video del día

Marta Rovira confirma que negocia con Sánchez
un referéndum de independencia para Cataluña
Portada
Comentarios
Envíanos tus noticias
Si conoces o tienes alguna pista en relación con una noticia, no dudes en hacérnosla llegar a través de cualquiera de las siguientes vías. Si así lo desea, tu identidad permanecerá en el anonimato