¿No hay marcha en Nueva York?

Vaya, se me ha caído un mito. ¡Mi gozo en un pozo! Y al vertiginoso ritmo que, social y económicamente, marcan los tiempos y los infames shows de nuestros gestores políticos, hasta la esperanza va a querer marchar al exilio o a...Nueva York. Total, el Falcon lo pone Antonio para que Irene Montero y su séquito puedan desquitarse y lamer sus heridas tras el vergonzoso silencio de su vacua e inútil comparecencia por lo acontecido junto a Nador, al otro lado de la valla de Melilla, en los prolegómenos del circo de la OTAN en Madrid. El avión presidencial, nos va quedando claro, era el hueso con el que entretener y alejar al can tras el feo gesto del florero. Lo del rollo de la ecología y la contaminación, a la cola. Puede esperar. Ya sabes eso de "nosotras, las mujeres, contaminamos menos", Irene dixit

Esta vez, ha sido el legendario e inolvidable hit de Ana Torroja y los hermanos Cano. Siempre había creído a pies juntillas aquello de que no había marcha en Nueva York cuando estaba a punto de acariciar la mayoría de edad allá por 1988 y, por eso, me fui animando a veranear por la geografía española y recorrer sus pueblos y costas en detrimento de lanzarme a la aventura americana con la botella de "Fundador" y la navaja de explorador. Henry Ford, como para Mecano, tampoco era el cebo perfecto. Para eso, pensaba, los yanquis tenían a Indiana Jones. Yo, en casa, como me aconsejaba mi madre.

Sin embargo, iluso de mí, después de algo más de tres décadas, he vuelto a tararear la canción del título y se ha producido una "ocasión singular". Esta vez, por el contrario, no tenía que ver con la devaluación del dólar, aunque no estemos para tirar cohetes por estos ni aquellos lares.

Para más inri, hoy la economía mundial está ampliamente devaluada, devastada, por los suelos, al mismo nivel que las exhibiciones y postureos de las pasajeras de la plácida travesía aérea a NY y, el indigno gesto de desafío no exento de provocación de su posterior pasarela fotográfica vía Instagram. Ya les vale. 

Y si miramos la situación de España, globalismo aparte, apaga y vámonos. Desde la precariedad laboral al precio de los combustibles, pasando por los elevados índices de desempleo, el precio de la cesta de la compra o la más que sobresaliente inflación, rozamos el muy deficiente en previsión, gestión y conciliación social. Y eso que el repunte al 10,2% inflacionista bien parece de matrícula de honor. Todo lo contrario; de deshonor e indignidad como resultado de los indigentes mentales que llevan al pueblo español al más profundo y desolador abismo económico. Los históricos ahí están; sobre todo, para los que acumulan retrasos inducidos por los trileros de la manipulación. Vamos, que no estamos para muchos selfies.

Entre leyes, decretazos –en los que también nos salimos–, "dedazos", contratos, viajes, ministerios, comités de "expertos", asesores, adjuntos y secretarios –lo del femenino te lo dejo a ti para no duplicar el cabreo–, estamos bien servidos de la necedad que mostramos por bandera –en ocasiones, con el escudo invertido– dentro y fuera de nuestras fronteras, donde no sólo somos el hazmerreír de nuestros vecinos de la puerta sur de Europa, sino el muñeco de trapo con el que prenden la mecha de su "fraternal" combustión y beligerancia.

Por desgracia, nuestro peso en política exterior es ínfimo, tan pobre que, como en tantos otros asuntos, nos alineamos con la mediocridad en decisiones –recuerda el "Soy peor que Napoleón" de la canción– de corte hijoputista encaminadas al enojo generalizado y una mayor dificultad en nuestras relaciones como la débil nación en la que, por cuestiones y prebendas nacionalistas y ridículas actuaciones en el exterior, nos hemos convertido de un tiempo a esta parte.

Así, no nos quedará más que tirar de tradición, de mística, ¿de la canción?, de San Juan de la Cruz y su Carmelo, de introspección y estoicismo, para que cuando hablemos Spanish nos sirvan algo más que un vaso con soda y evitemos la detención por presuntamente ser de izquierdas al intentar explicarles que las comunistas son las otras, las pijas de las fotos –Isa con antecedentes penales incl.– en esa ciudad tan progre, divina de la muerte y con tanta marcha que es Nueva York. ¡Cómo cambia el cuento, cómo cambia la canción! Mecano, tomad nota. Estabais equivocados.

 

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