El matrimonio y la libertad de la mujer

En Filipinas, el divorcio y la separación legal son ilegales

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Matrimonio.

No deja de ser curioso averiguar que el registro de un suceso vital (como el matrimonio o el divorcio) se remonta al antiguo Egipto con fines de administración pública como la tributación. Nada más lejos de la realidad actual, en la cual para divorciarse o solicitar la anulación canónica es necesario desembolsar cierta cantidad de dinero, a veces excesiva. 

No obstante, esta realidad está condicionada por el “micromundo” donde vivimos o, si se quiere, por nuestra “zona de confort”. Salgamos pues de esta realidad inmediata y pensemos en el caso de Filipinas como único país católico del mundo que con el Vaticano no admite el divorcio, negando así a un sinnúmero de mujeres la posibilidad de rehacer su vida.

En Filipinas, el divorcio y la separación legal son ilegales, dejando como única vía la de la nulidad matrimonial. ¡Caso resuelto! Pues no. Debido a la situación económica y laboral en dicho país, una filipina no puede costearse dicho proceso (la nulidad cuesta como mínimo un salario anual de una persona de clase media, pudiendo llegar a triplicarse dicho gasto) y tendrá que vivir esclava de un matrimonio fallido durante toda su vida. Si a esto le sumamos la potestad que tiene el hombre de denunciar a su mujer con consecuencias como la deportación (caso de que se encuentre trabajando en otro país para poder mantener a su familia) y la prohibición de salir de Filipinas, la situación podría considerarse hasta de esclavitud.

Esta situación atenta claramente contra los derechos humanos, pudiendo vulnerar así los artículos 7 (igualdad ante la ley), 13 (derecho a circular libremente), 16 (matrimonio y disolución del mismo), 22 (satisfacción de derechos sociales)… de la “Declaración universal de derechos humanos” que, “curiosamente”, Filipinas firmó en 1942 siendo, por lo tanto, uno de los primeros países defensores de los derechos humanos.

Así, las opciones que tienen las filipinas para rehacer su vida son prácticamente nulas. Se podría pensar que podrían emigrar a otro país para conseguir un mejor sueldo para sustentar a su familia y, si se diera el caso, compartir su vida en secreto con otra persona. ¡Caso semiresuelto! Pues tampoco. Porque a menos que tengan una profesión altamente demandada o con una gran cualificación, nunca obtendrán un visado de trabajo, sin el cual no es posible trabajar en un país de forma legal.

¡Ahora sí hemos llegado a la solución: ser ilegales! Esta es la solución que se deriva de la situación del divorcio o separación legal en Filipinas, a pesar de NN.UU., y con el consentimiento y freno del resto de los países en los que se incluye España.

Curiosa situación cuando Filipinas debe su nombre a nuestro rey Felipe II de España, su registro civil fue introducido por los colonizadores españoles en 1889, y otra serie de hechos y supuestos lazos de unión con dicho país que deberían llevarnos a otro tipo de apoyo, mejor que con otros países, toda vez que fue colonia española durante más de tres siglos y donde todavía se habla cierto tipo de español (el “chabacano”).

Por otra parte, resulta que en Medio Oriente, en países tan diferentes y con tantas connotaciones para Europa respecto a las libertades y derechos humanos, se puede conseguir un visado de trabajo fácilmente. Solamente hay que localizar y pagar a un patrocinador. Y allí hay cientos de miles dispuestos a ofrecer este servicio por el precio de unos 1.655€ al año para el patrocinador y un pago único de unos 470 € para el gobierno. 

Y si hablamos de los frenos de la religión, si eres musulmán te puedes divorciar inmediatamente y sin afrontar un gasto económico imposible.

 

Llegado a este punto los gobiernos católicos o “aconfesionales” pero con población católica tendrían que plantearse el mensaje que están trasladando: la opción es irse a Medio Oriente o convertirse al Islam para todo aquél que tenga problemas para rehacer su vida por ser católico. Aquí habría que recordar, respecto a la ocupación musulmana, las palabras del expresidente de Argelia, Huari Bumedian en su discurso de 1.974 ante la Asamblea de la ONU: “…Será el vientre de nuestras mujeres el que nos dé la victoria…”. De mantenerse esta situación, estaríamos aportando más vástagos a dichos vientres.

Actualmente en Filipinas, debido a esta posición respecto a la ilegalización del divorcio o separación legal, la tasa de matrimonios ha disminuido más del 20% y la juventud ya no se quiere casar debido a la mala experiencia de crecer en una familia desunida y sin cohesión, esto es sin “calor familiar”.

También da que pensar si esta situación no está siendo empleada por el gobierno filipino para hacer frente a la pobreza y a la elevada tasa de natalidad.

Y a pesar de todo este entramado complejo e interconectado con elementos sociales y políticos; pasados, actuales y futuros; Filipinas, que ocupa el número 13 como país más poblado del mundo, mantiene una población católica de más del 80% y demuestra una devoción que en pocos lugares del “primer mundo” se puede apreciar.

Así las cosas, la mujer filipina con matrimonio fallido todavía sigue esperando un soplo de aire fresco que le permita ser feliz antes de morir.

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