Por lo menos un millón de laicos

De alumnos, padres y profesores éramos millones. Lo ocurrido en la tarde del sábado, día 12 de Noviembre, fue un acto extraordinario en el que todo transcurrió con normalidad, al menos todo lo que personalmente pude observar. No hay duda que una cosa tan sencilla pero tan contundente como está macro-manifestación debía hacer mella en los gobernantes de turno causantes de la misma. A tenor de las reacciones parece que así ha sido. El Gobierno ha acusado el impacto de la multitudinaria y pacífica manifestación para pedir un poco de sentido común en torno a una cuestión tan esencial como es la de la enseñanza. Si al Ejecutivo le importara de verdad la educación para la ciudadanía ya habría mostrado el empeño y la voluntad política por escuchar el clamor de la mayoría, al menos de la misma forma que atiende las voces de las minorías radicales. Y es que con una actitud propia de párvulos ha intentado todo tipo de artimañas de última hora, como el estudiante que no se ha preparado la materia y pretende pegarse el atracón en la última noche. Como no podía ser de otra forma el examen le ha salido mal. Habrá que recordar que el buen estudiante hace los deberes cada día y consulta a los que saben -profesores- y a los padres. Precisamente eso era lo que yo encontré en la manifestación: estudiantes, padres de alumnos y profesores, de estos éramos más de un millón.

 

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