Mucha dosis, pocas nueces

Las farmacéuticas no han parado de insistir en que su vacuna no previene el contagio

Vacuna.
Vacuna.

El tan manido refrán castellano al que refiere el título de estas líneas me parece perfectamente aplicable al último anuncio de Pfizer®, multinacional estadounidense hasta hace poco sólo conocida por los consumidores de Viagra® y del ansiolítico Orfidal®. 

Según indica la farmacéutica, las personas mayores de 60 deberán ir pensando en una cuarta dosis de Comirnaty®, la vacuna estrella de Pfizer (ARNm) contra el coronavirus, que desarrolló con BioNTech®. Al parecer una tercera dosis de refuerzo va ya camino de ser insuficiente. 

Así lo explica literalmente el doctor Alejandro Cané, Responsable de Vacunas de Pfizer, en el artículo "What is a Variant?" que puede leerse en la sección de noticias de la web de la farmacéutica –www.pfizer.com/news/articles (17/03/22)–:

«Mientras las vacunas contra la COVID-19 han demostrado ser bastante eficaces contra las infecciones severas y las hospitalizaciones debidas a las variantes existentes, una futura mutación puede hacer cambiar el virus hasta hacerlo evadir potencialmente la vacuna».

Todo esto ha sido declarado por una de las diversas compañías que hasta hace dos años escasos vendían sus preparados como una solución que solo requeriría «vacunar a un 70-80% de la población diana», obteniendo con ello «un 90% de inmunidad». Como eso no funcionó, pasaron a recomendar tres dosis para todos los mayores de 16, y ahora van a por la cuarta. ¿Cómo se considera en el mundo de la empresa una planificación tan acertada?

Sí, es de sobra sabido que hay vacunas que requieren de varias dosis de recuerdo, por ejemplo la del tétanos, que según el biólogo Josu Albero (Universidad del País Vasco, 2019) comprende cinco durante toda la vida. Las del coronavirus van ya camino de cuatro en dos años.

Alguien dirá que también la gripe se pone cada año a los colectivos vulnerables. Efectivamente: vulnerable no es todo aquel que pasa de los 16, independientemente de su estado de salud y serología. 

Asimismo, y después del golpe de ómicron, las farmacéuticas no han parado de insistir en que su vacuna no previene el contagio. Yo mismo me comí el virus en una cena de donde todos estábamos vacunados. ¿Por qué pedir otra dosis, si las nuevas variantes ya vienen de postre?

Y es que el menú de las vacunas era más amplio hace año y medio, aunque ahora solo nos dejen pedir  Comirnaty y Spikevax® (Moderna®). Al parecer, la que la Universidad de Oxford desarrolló contra AstraZeneca® venía con trombos. Y la que desarrolló Johnson&Johnson® podía provocar Guillain-Barré, curioso síndrome con nombre de champán. 

 

Se ve que los riesgos de miocarditis y pericarditis que se incluyen en los prospectos de  Comirnaty y Spikevax no son para tanto. Y desde luego, que solo haya dos opciones en un mercado globalizado es una tendencia capitalista harto conocida desde la época de Eduardo Bernays, autor del libro Propaganda (1928).

Puedo estar de acuerdo con el Dr. Cané en que las vacunas sí han contribuido a desatascar las UCI, por ejemplo, donde ya no ha habido más crisis al menos en España. Sin embargo, los datos de hospitalización y contagio son muy otros, y con un 90% de la población –diana y no-diana– vacunada. 

Si de algo no me cabe duda, es de que el medicamento más eficaz de Pfizer hasta la fecha es Orfidal. En diciembre de 2020 –plena pandemia–, un farmacéutico me confesó haberlo vendido como nunca. De Viagra, no me habló. Quizá porque está contraindicado hinchar más lo que algunos tenemos debajo del órgano que dicho medicamento agranda, como ya lo está haciendo otra vez la curva de contagios. Probablemente, nos haga falta una quinta dosis.

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