Nuevos aportes a la investigación sobre el intento del Frente Popular de provocar una pandemia en España durante la Guerra Civil

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Escarificaciones en la espalda del agente “Louis Chabrat” que contenían los bacilos infecciosos. Su verdadero nombre era Witolds Jedlinski o Jelinski, delincuente habitual francés y actor.

La tarea de investigación histórica sobre este asunto es ingente y a ella nos estamos encomendando en esta época de confinamiento y de pérdida de derechos civiles y libertades públicas que sufrimos en España.

Tengo que reconocer, porque es de Justicia, que a la primera persona a la que le oí hablar de este asunto del intento de la Pandemia llevado a cabo por el Frente Popular durante la Guerra Civil española fue al insigne historiador, Don José María Manrique, Coronel del Ejército Español, y una de las personas más serias y rigurosas en sus investigaciones, en cuya Amistad me honro.

De momento el sector izquierdista radical y apesebrado de la historiografía posmoderna guarda silencio ante la revelación de estos hechos históricos tan graves; eso es porque está en la fase inicial de silenciamiento sobre la cuestión planteada, o mejor dicho, del ninguneo ante el disidente o aquel que aporta algo novedoso al debate historiográfico.

Empezaré por revelar el tratamiento que dio la prensa frentepopulista a estos hechos, en concreto el Diario ABC requisado por la II República, en su edición del 11 de agosto de 1937, en concreto en su página 4, donde se encabeza una noticia refiriéndose a los portadores (Louis Chabrat y Jean Bouguennec) de los bacilos infecciosos con el siguiente titular, “Dos jóvenes franceses fusilados en Pamplona”, circunstancia que era completamente falsa pues ambos personajes no fueron condenados a muerte por el Tribunal Militar que les juzgó, sino a la pena de 20 años de cárcel.

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En la citada noticia se dice que Jean Bouguennec era un joven periodista francés que se encontraba en España al comienzo de la guerra y se anticipa que la diplomacia francesa se iba a ocupar de situación tan delicada, hecho igualmente falso porque no consta que la República Francesa hiciera ningún intento por liberar a semejantes sujetos.

Por otro lado, el otro agente socialista transmisor de la pandemia Louis Chabrat no se llamaba realmente así, pues éste era su nombre falso, un seudónimo, su verdadero nombre era Witolds Jedlinski o Jelinski, delincuente habitual francés y actor, nombre con el que sí que aparece en el Listado General de Presos que pasaron por el fuerte de San Cristóbal en Navarra, en donde se especifican como fecha de su reclusión el 6 de Noviembre de 1937, fecha de su condena el 18 de Enero de 1938 y fecha de finalización de su condena el 4 de abril de 1957, aproximadamente 20 años después de su detención.

Nótese que el uso de seudónimos o nombres falsos en este tipo de operaciones era la práctica habitual para así, de esta manera, no dejar pistas y dificultar la investigación.

Por su parte, el diario estonio “Waba Maa” en su edición de 31 de julio de 1937 consultable en https://dea.digar.ee/cgi-bin/dea?a=d&d=wabamaa19370731.1.1 se dice lo siguiente de estos hechos (aparece a continuación el extracto del periódico que lo cita, resaltándose en negrita el nombre de Max Aub):

 

“Los procedimientos judiciales contra dos ciudadanos franceses comenzaron en un tribunal militar. Louis Chabrat y Jean Bougennec, acusados ​​de introducir bacilos infecciosos a España para causar epidemias en el frente y en la retaguardia de la España Nacional. Los acusados ​​han tratado de introducir los gérmenes de la enfermedad del sueño y la fiebre tifoidea. También están acusados ​​de escuchas telefónicas. Ambos sujetos han estado al servicio del gobierno de la República Española, recibiendo instrucciones y grandes sumas de dinero de los españoles y extranjeros en Francia. Los líderes de la pandilla, sin embargo, viven en Londres. Edward Roland Carigan, un inglés, Max Aub, el pintor español Quintanilla, el francés de Brue y Rene-Parie, y Pedro Lecuona, el cónsul del gobierno republicano en Bayona, están involucrados en la historia. El fiscal ha exigido la pena de muerte para los acusados. No se ha tomado ninguna decisión. Se informa que el gabinete diplomático del general Franco presentará un informe preciso sobre este asunto a la Liga de las Naciones”.

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Llama la atención del uso de personas del mundo de la cultura para la gestación de esta trama de guerra bacteriológica, lo que evidencia el uso constante que hace de ellas la izquierda nacional e internacional, destacándose en particular la participación en el intento de Pandemia en España de los intelectuales socialistas Max Aub y Luis Quintanilla.

Con la aureola de hombres de la cultura siempre suelen encubrir a algunos de los peores criminales.

En cuanto a este último, llama la atención cómo su hagiógrafa doña Esther López Sobrado desacredita esta teoría de su implicación en la trama en su obra “Luis Quintanilla, testigo de guerra” (ISBN: 978-84-8102-546-0), llegando a considerar como “seudohistoriadores” (página 16) a los que analizamos con rigor historiográfico esta cuestión y señalamos su responsabilidad, típico alegato de los que pontifican sobre la memoria histórica, pero es que doña Esther comete un error de bulto (página 17) en su argumentación exoneratoria, con el que cree equivocadamente que le exculpa de la grave acusación, cuando en realidad lo que hace es posiblemente reafirmar su implicación en esta trama desde el momento en que establece falsas dudas sobre las fechas de los trabajos de infestación encomendados, pues relata la autora que el 29 de mayo de 1937, Luis Quintanilla abandonaría Biarritz (Francia) para presenciar la rendición del Santuario de Santa María de la Cabeza en España, lo cual no le exonera nada, pues los hechos de los que se acusó a Quintanilla tuvieron lugar el mes anterior, en Abril, y lo que evidenciarían, a mi juicio, es que por su implicación real en la trama tuvo que salir huyendo de la zona del sur de Francia donde ejercía sus funciones de espía al servicio del Frente Popular.

Otro intento igualmente desafortunado de exoneración contra Max Aub lo realizó el Catedrático izquierdista Don Gonzalo Santoja en una columna en el Diario ABC el 21 de agosto de 1997, en concreto en la página 18, titulada “Max Aub y el espionaje”, columna que fue respondida muy acertadamente con una carta al director en ese mismo diario el 1 de septiembre del mismo año cuyo autor fue Don Juan Ramón Pérez de las Clotas, director del periódico “La Nueva España”, en el que afirma que:

“es inobjetable que Max Aub formó parte de manera activa de los servicios de espionaje republicanos. Está documentalmente testificada su presencia en la organización denominada como “Red Quintanilla”, nombre éste que también cita el señor Santoja, y al que en los informes internos de la propia Embajada no se dudaba en calificar como “un persona excesivamente vanílocuo, pedante y fatuo”, además de con otros adjetivos escasamente halagadores. Se sabe también que Max Aub desarrolló sus actividades en la delegación de la Red en París, dirigida por el cineasta Buñuel, que tenía como misión esencial la captación de agentes de información y estaba integrada por conocidos escritores y artistas – Fernando de los Ríos, Pablo de Azcárate, Sánchez Ventura-, cuyo vínculo personal último era la madrileña Residencia de Estudiantes.”

Como se puede observar, se identifica exactamente el mismo papel que sigue ocupando hoy el mundo de la cultura oficialista en España, al servicio siempre de la izquierda política y de sus malévolos planes.

Hay cosas que nunca cambian.

Guillermo Rocafort

Historiador. Acreditado como Investigador por el Estado Español

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