Los ojos de Prim

En el último trimestre de 2012 han aparecido publicados en un diario digital, dos artículos firmados por D. Francisco Pérez Abellán en los que se exponen una serie de hipótesis que me permito comentar invitando con ello a reflexionar desde un punto de vista diferente.

Los artículos están motivados por los análisis y pruebas médicas recientemente realizadas al cadáver momificado del General D. Juan Prim y Prats, y se ilustran con una serie de impactantes fotografías tanto de la momia como de su vestimenta los días 17 de noviembre de 2012 y 25 del mismo mes.

En uno de los párrafos, el Sr. Pérez Abellán afirma que para que un cadáver se momifique de manera espontánea influyen las condiciones ambientales, el sexo del individuo y la causa de la muerte, por ejemplo, una muerte que ha cursado con grandes hemorragias favorece la momificación, recordemos las importantes lesiones por armas de fuego que presenta el cadáver del general Prim y la elevada pérdida de sangre a consecuencia de estas lesiones que se evidencian en las ropas que llevaba en el momento de sufrir el atentado.

El cadáver del General Prim -consta y es de general conocimiento- fue tratado para su mejor conservación y exposición al público. Esta es la razón por la que ha perdurado el cuerpo momificado hasta la actualidad. Además con el paso del tiempo, se ha producido una lógica deshidratación.

La revista National Geographic (http://www.nationalgeographic.es/noticias/ciencia/lossecretos-de-las-momias-del-siglo-xix/imagen) publica en internet un interesante artículo bajo el título Los secretos de las momias del siglo XIX en el que se presentan de manera divulgativa los estudios realizados a una colección de ocho momias preparadas para la docencia en una universidad italiana. Se trata de un conjunto de cabezas y bustos momificados de la década de 1800 en varios estados anatómicos. Destinadas a la enseñanza y a el estudio, esta colección de cuerpos se trató mediante un método conocido como petrificación. La técnica, básicamente consiste en sustituir la materia orgánica por materia mineral. El sistema termina dejando los cuerpos con el mismo tacto que la madera. Y como dato interesante todas las momias presentan unos llamativos ojos de cristal, que les da un realismo sobrecogedor. En este trabajo podemos leer que los cadáveres fueron conservados por inmersión en baños químicos y mediante la inyección de mercurio y otros minerales en los tejidos internos del cuerpo, de acuerdo con el nuevo estudio. Y continúa, el secreto de su conservación se ha descubierto recientemente. El anatomista Giovan Battista Rini (1795-1856) "petrificaba" los cadáveres y partes del cuerpo bañándolas en un cóctel de mercurio y otros metales pesados, de acuerdo con los análisis químicos recientes. El artículo señala esta práctica, como la primera vez que se momificaron cadáveres para realizar estudios anatómicos, según declaraciones de Dario Piombino-Mascali, antropólogo forense del Instituto de Momias y del Hombre de Hielo de Bolzano, Italia.

De la colección de momias que aparecen en el reportaje, destacaremos una cabeza de mujer con largos cabellos grises a la que se han añadido prótesis de ojos y dientes para lograr un mayor realismo. Los escáneres revelaron que los ojos auténticos de las momias habían logrado sobrevivir tras las prótesis. Giovan Battista Rini, quiso hacer las momias lo más realista posibles. De todo ello resulta lógico pensar que el cadáver del primer ministro -D. Juan Prim fue tratado con parecidas técnicas, posiblemente las mejores disponibles en la época para su mejor conservación y poder así exponer de una manera digna el cadáver, de quien hasta hacía unos días había sido el máximo exponente del advenimiento de D. Amadeo de Saboya al Trono de España.

El autor, explica con mucho empaque que, el asesinado general fue enterrado bajo un presunto rito masónico y lo razona porque han aparecido unos frascos de cristal debajo de los brazos y entre las piernas del cuerpo momificado. La verdad es que después de ver las fotos, uno está tan sugestionado que es capaz de creerse cualquier cosa que le digan. No sería extraño que los ojos le fueran extraídos al cadáver y sustituidos por otros de cristal. Es más lógico explicar que, los ojos son órganos de un cierto tamaño (6,5 cms. cúbicos) y que una vez extraídos, lo lógico sería pensar que se hubiesen depositado en sendos frascos de cristal y puestos junto al cuerpo, uno debajo de cada brazo, pero resulta mas impactante decir que fue un enterramiento ritual de tipo masónico, y sinceramente, no he encontrado ninguna referencia bibliográfica referente a rituales de entierro masónico.

Sin embargo, existe bibliografía referida a ceremoniales de tipo masónico sobre el ataúd que contiene el cuerpo, no sobre la forma de manipular el cadáver. Así en el Ensayo Histórico-Crítico de la Orden de los Francmasones en España desde su origen hasta nuestros días, de Nicolás Díaz y Pérez, publicada en Madrid en 1894, -a propósito del velatorio del infortunado Infante D. Enrique de Borbón, muerto en duelo por el Duque de Montpensier- en la página 496 se puede leer: se embalsamó el cadáver y se le vistió con el uniforme de general de la armada, pero nada se dice acerca del proceso de embalsamamiento que sufrió el cuerpo, tan solo menciona la decoración masónica de la estancia. Y cuando en la página siguiente, se narra el entierro se dice: los hermanos rodearon después la caja, hicieron las ceremonias de Rito, y terminó el acto con un corto y sentido discurso del hermano... Nada más.

En este mismo libro, al tratar del asesinato de Prim, en la página 507 se refleja lo publicado en La República Ibérica, copian el siguiente texto: La masonería española cumplió ayer uno de sus tristes deberes, depositando sobre el féretro que encierra el cadáver de su hermano el general Prim, la corona de acacias y los signos distintivos y simbólicos que le correspondían. Nada sobre frascos de cristal, misteriosas iniciales bordadas u ojos de vidrio.

 

Sobre el ritual presuntamente realizado en la capilla ardiente del general Prim por sus compañeros masones, es de obligado cumplimiento, leer el texto de Benito Pérez Galdós, recogido en sus Episodios Nacionales:

El mismo día, tempranito, habíamos ido los cinco a los funerales masónicos que se hicieron al General en la basílica de Atocha. Aunque yo y mi amigo de hospedaje y periodismo no teníamos vela en aquel entierro, nos agarramos a los faldones de Nuevo, Córdoba y Santamaría, para colarnos en el sacro recinto y en la capilla que los atrevidos masones convirtieron por un buen rato en logia o taller. Nunca vi cosa semejante, alarde atrevidísimo de licencia cultural. En los tiempos que corren, aquel acto habría sido la más escandalosa de las profanaciones, merecedora de los tizonazos del Infierno. Yacía el cadáver del héroe de los Castillejos en una capilla de las primeras a mano izquierda, descubierto en su caja bronceada. De la otra parte del templo venía el tintín de campanillas, señal de misa, y se oían pisadas y carraspeo de viejas. Los masones, que eran unos treinta, pertenecientes al Gran Oriente Nacional de España, dieron comienzo a la ceremonia, sin que nadie les estorbara en los diferentes pasos y manipulaciones de su extraño rito.

Descripción del funeral. Lo primero fue hacer tres viajes alrededor de la caja, formados uno tras otro. El primero y segundo viajes iban dirigidos por los dos primeros Vigilantes de la Orden; en el tercero iba de guía el Gran Maestre. Al paso arrojaban sobre el cadáver hojas de acacia. Luego, el propio Gran Maestre dio tres golpes de mallete (un mazo de madera) sobre la helada frente de Prim, llamándole por su nombre simbólico: Caballero Rosa Cruz, Grado 18. A cada llamamiento, los masones, mirándose con gravedad patética, exclamaban: «¡No responde!».

Después formaron la cadena mística, dándose las manos en derredor del muerto. El Vigilante declamó con voz sepulcral esta fórmula: La cadena se ha roto. Falta el hermano Prim, Caballero Rosa Cruz. Gr. 18. A continuación el Gran Maestre pronunció un breve discurso apologético, y luego leyó un balaustre. Así llaman a las comunicaciones o documentos que las logias de diferentes países se cruzan entre sí para restablecer la fraternidad universal. El balaustre era de la masonería italiana, que ponía bajo la salvaguardia de los Hermanos del Gran Oriente Español la persona de Amadeo de Saboya, encargándoles encarecidamente que velaran por el nuevo Rey, y le protegieran de la maldad y asechanzas de todo género.

(NOTA. Luego resultó, según me dijo Santamaría, que el balaustre era falso, y que Amadeo no figuraba en la masonería de su país, ni pisó jamás las cámaras, logias o talleres. Superchería fue de un español amante de la casa de Saboya. Con tal ardid logró un efecto de propaganda previsora, muy eficaz en la ocasión crítica de aquella traída de un rey para fundar dinastía en país turbulento y alocado.)

Observé que en la última parte del ceremonial, cuando los Hijos de la Viuda estaban en la plenitud de su abstracción litúrgica, asomaron en la entrada de la capilla dos o tres viejas y algunos inválidos que habían despachado sus misas. Con más curiosidad que espanto miraron y oyeron los arrumacos y el vocerío masónicos. Debieron de pensar que aquellos señores rezaban por sus muertos en una forma y estilo extravagantes; mas no veían gran malicia en ello. Sotanas de curas y sacristanes no vimos que a la capilla se acercaran, lo que demostraba excesiva tolerancia, o vista muy gorda de la superior clerecía de Atocha.

El asunto de los ojos de cristal de la momia, llama poderosamente la atención, porque en el famoso cuadro de Antonio Gisbert Pérez fechado en 1871, tal extremo no queda reflejado.

Sorprende que existiendo la fotografía, no se tomase una placa de la capilla ardiente, por lo que es deducible que el pintor hubiese realizado su obra sobre un boceto a lápiz, y el detalle de los ojos no lo considerase de interés sobre la escena en sí.

En el segundo artículo de la saga y de la misma autoría se dice que: Los investigadores de la Comisión Prim revisaron minuciosamente toda la ropa que vestía el general hasta estar seguros de poder descartarla como causante de los surcos. Entre ella, alguna sorpresa como las iniciales bordadas en los calcetines: "C.R", ¿cómo es posible que al general lo enterraran con los calcetines de otro? Pero no. Resulta que las iniciales corresponden a uno de sus nombres de la masonería: "Caballero Rosacruz". La camisa está cortada, porque cuando se la pusieron el cuerpo debía estar rígido, es decir haber transcurrido mucho tiempo desde el momento del fallecimiento.

Nuevamente se apoya la idea de enterramiento masónico, esta vez basado en las iniciales aparecidas en los calcetines que vestía el difunto, nada menos que las iniciales de su título de Conde de Reus, que lo era desde el 13-XII-1855. Unos viejos calcetines para amortajar un cadáver, pero claro es mas impactante decir que esas iniciales se corresponden con las de Caballero Rosacruz... una especie de denominación masónica. Unas iniciales marcadas a punto de cruz, seguramente por su amante esposa o su pequeña hijita. Dándole una importancia desmedida y descontextualizada a las iniciales de unos viejos calcetines de irse a la cama...

Presentamos un plato sopero de la fábrica de Sargadelos contemporáneo del Conde de Reus, marcado con las iniciales de su propietario el Marqués de Gastañaga y de Deleitosa, M G D. En época posterior quedó en desuso poner con las iniciales, la del propio título nobiliario, bastando para identificarlo tan solo la corona. Muy lejos todo ello de la presunta simbología masónica.

Valentín de Céspedes Aréchaga

Correspondiente de la Real Academia Matritense de Heráldica y Genealogía.

Video del día

Marta Rovira confirma que negocia con Sánchez
un referéndum de independencia para Cataluña
Portada
Comentarios
Envíanos tus noticias
Si conoces o tienes alguna pista en relación con una noticia, no dudes en hacérnosla llegar a través de cualquiera de las siguientes vías. Si así lo desea, tu identidad permanecerá en el anonimato