Otra vez no

Recordaba mi madre, casada en mayo del 36 a la edad de 20 años, el horror de aquellas primeras semanas con la llegada al pueblo de un camión de "jóvenes voluntarios de los nuestros" que confinaron a gentes que posteriormente fusilaron, personas en su mayor parte culpables de tener otras ideologías.

Si aquello se repitiera querría morir antes, me decía quien conocía muy bien el dolor por la muerte en el frente de su hermano de apenas 18 años, las heridas de mi padre también en el frente y la muerte de su primer hijo, de 6 meses, esperado durante 7 largos años.

Y proseguía sin odio, pero con profundo desprecio, "lo peor del mundo es la política y los políticos" a lo que le respondía: No, madre, aquello jamás volverá a suceder, pues "la gente vive hoy mucho mejor y además sabe leer".

Las circunstancias que concurrieron entonces no son hoy tan diferentes, ello sin haber cambiado lo suficiente nuestra mentalidad en estos tiempos de "nueva normalidad". Lo pudimos comprobar en la antigua Yugoslavia, donde el odio dio igualmente su fruto en desolación y muerte de inocentes.

Nuestros políticos nada han aprendido, siguen infundiendo odio y sectarismo con el que "IRRESPONSABLEMENTE" alientan el rencor y la división social sin ocuparse del progreso que conduce al bienestar.

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Profusión también de grupos de carácter totalitario (nos lo ha recordado Europa), con algún miembro significado y actualmente poderoso, que justifica el uso "democrático de la guillotina" para eliminación de adversarios a quiénes considera "enemigos" y así ostentar un poder que mi madre sabía muy bien adónde conducía.

Pero no somos mejores que esta nueva casta política, participamos en la orgía donde el botín podría llegar a ser la sangre de los que, como entonces, mataron y murieron tratando a sus semejantes como enemigos, anteponiendo los peores instintos a todo cuanto pudiera suponer progreso.

¿Qué nos impide elegir conductores responsables? ¿Por qué llamamos estadistas a quienes solo se ocupan emerja en nosotros la bestia que nos lleva a confundir patriotismo con odio?

Todo impostura, sainete para nuestra vergüenza y ridículo e insulto añadido a la inteligencia como la reciente presentación del proyecto de los PGE protagonizada a dúo por el presidente y el vicepresidente del Gobierno actual y devenida en astracanada que evocó en mí una inolvidable ceremonia navideña, niño y niña con alas de plumas en la espalda, asiendo una cesta con el Niño Jesús. ¡Qué vergüenza, que poco respeto a los ciudadanos y menos aún a la dignidad de su cargo!