No pactar con el desgano

Cuando andamos desganados nos cuestan más las cosas. Ante la desgana lo mejor es no asustarse. No hay que dar pábulo a especulaciones interiores del: no puedo, no valgo, no quiero, no tengo ganas...

Las ganas y la ausencia de ella, nos facilitan o dificultan las cosas, pero por encima de este primer impulso, está el sentido común que nos lleva a razonar el por qué las hacemos.

Son caprichosas y juegan al escondite. Inoportunamente, se esconden cuando más las necesitas y te dejan tiritando y contrariada.

Por eso es bueno tener fondo de armario: razones de peso que nos recuerdan el por qué de nuestros actos, qué los motiva, qué los sostiene, esperanza de vida y ganas de vivirla.

Todos queremos bajarnos del Mundo en ocasiones. Y todos deseamos permanecer por muchos años en él. Largo y corto es el tiempo y las ganas o su distancia, no pueden impedirnos vivir.

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No pasa nada si el fango nos cubre, si nos sacuden el alma, si hace sol o frío, o si estamos en rojo en las reservas de ganas. La vida es para vivirla y en la medida de lo posible, disfrutarla.

No permitas que decida sobre tu Voluntad semejante marioneta.