¿Queremos realmente reducir la siniestralidad vial?

Accidente en carretera.
Accidente en carretera.

Otras navidades trágicas en nuestras carreteras. Y no van a ser las últimas mientras no queramos ver su causa. Obtenemos el carné de conducir sin saber conducir. Basta con superar una única prueba práctica, consistente en unos minutos de conducción bajo las mismas condiciones climáticas y de tráfico.

Prueba de esta falta de formación es el hecho de que los/as conductores/as noveles tengan más probabilidad de siniestro. Los/as jóvenes no tienen más accidentes por jóvenes, sino por desconocimiento. Luego, con la práctica y a base de sustos, se va ganando experiencia y se puede llegar a adquirir cierto dominio, siempre que se tenga la fortuna de sobrevivir o no salir muy malparado.

Los golpes en cadena son bastante ilustrativos, ya que muestran cómo varios/as conductores/as seguidos no han sabido mantener una distancia de seguridad adecuada.

Sin embargo, la información que se transmite es engañosa. Lo más fácil es achacar los accidentes al alcohol o las drogas. Por ello, cuando ocurre un siniestro, parece que lo más importante es averiguar si el/la conductor/a está bajo la influencia de sustancias. De esta forma, si da positivo, parece que todo queda bien atado.

Pero en la mayor parte de siniestros no hay alcohol ni drogas de por medio. Y aquí es donde las explicaciones utilizadas producen asombro. A veces, se atribuye la causa de un accidente a las circunstancias climáticas adversas, pero nunca a que el/la conductor/a no sabía conducir bajo esa meteorología (quizá el día que se examinó era soleado). Téngase en cuenta que achacar un percance a la lluvia, la niebla o el hielo, tiene el mismo poder explicativo que atribuirlo al buen tiempo.

En otras ocasiones escuchamos que la causa fue la velocidad inadecuada o a un adelantamiento indebido, pero no oiremos que el/la conductor/a no sabía mantener una velocidad adecuada o no sabía adelantar. Los golpes en cadena son bastante ilustrativos, ya que muestran cómo varios/as conductores/as seguidos no han sabido mantener una distancia de seguridad adecuada. Sin embargo, difícilmente escucharemos esta explicación.

La escasa formación es la verdadera causa de la alta siniestralidad. Por supuesto, si a ello se añade el manejo del vehículo en condiciones psicofísicas inadecuadas o la adopción de conductas que voluntariamente buscan el riesgo, las probabilidades de accidente se multiplican. Pero, la clave para reducir el número de percances es elevar la aptitud de nuestros/as conductores.

El sistema debería consistir en una formación práctica mucho más intensiva, con un mínimo de horas de conducción en diferentes condiciones viales, circulatorias y climatológicas. El/la evaluador/a podría incluso ser el/la mismo/a profesor/a.

Ello implicaría cambios sustanciales y, desde luego, asumir unos mayores costes formativos. La pregunta es si queremos realmente reducir los accidentes de tráfico. Juzguen ustedes.

 

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