Reflexiones detrás de una mascarilla

Mascarillas
Mascarillas

Desde hace un tiempo la mascarilla se ha convertido en un complemento obligatorio para todos nosotros, aunque parece que aún hay gente que se resiste a entenderlo como tal. Efectivamente, hoy en día, el uso de la mascarilla en lugares públicos, y mantener la distancia social se han convertido en la fórmula más efectiva para evitar el contagio del virus y su propagación. Eso, y el uso del sentido común por supuesto. Así que antes de nada vaya por delante mi resignada, pero obediente, voluntad de seguir estas indicaciones para, en la medida de mis posibilidades, colaborar a su extinción, o al menos a su control.

Una vez dicho esto no quería dejar pasar la ocasión de compartiros mis impresiones sobre este “complemento”, sus posibles implicaciones sociales y políticas, con la intención de aportar alguna luz sobre las dudas que puedan existir al respecto.

Primero de todo me sorprende muchísimo la desinformación sobre su uso, la contradicción en las indicaciones, incluso entre los profesionales sanitarios, farmacéuticos… He visto mascarillas a la venta en farmacias, tiendas de ropa, gasolineras… Todos aseveran que las suyas sirven para evitar contagios, aunque no se sepa al cien por cien te las venden como tal. El vendedor está desinformado (eso quiero pensar), los compradores estamos desorientados, los fabricantes aprovechándose de la situación, y los poderes públicos desbordados y contradiciéndose sobre su uso. Hasta marcas de moda han sacado su propia colección

En segundo lugar, pienso que el uso de la mascarilla es como un “bofetón” a nuestro estilo de vida, donde lo que más se valora es la exposición y la visibilidad. Creo que la mascarilla nos despersonaliza y nos anonimiza. Sirve para, de manera inconsciente, distanciarnos aún más de nuestro entorno. Ahonda más en el individualismo y la desconfianza mutua, de manera indirecta pero eficaz.

A lo mejor os parece exagerado, pero creo que esta situación puede suponer un paso más en el retroceso que llevamos experimentando desde hace unos años en nuestras libertades. Es un proceso al que nos hemos entregado pacíficamente asumiendo que es la única opción a cambio de más “seguridad y bienestar”. Nos piden libertad a cambio de más seguridad, ése es el trato.

Esto me lleva a pensar que hay que defender la libertad. Que ésta nunca será una conquista definitiva. Echar un vistazo a los libros de historia es muy clarificador a este respecto. Desde que el hombre es hombre, hemos compaginado grandes épocas de avance seguidas de épocas de decadencia y tiranía. Hoy en día, algunos de esos retrocesos se visten de progresos tecnológicos y/o científicos.

Creo que este tramo de nuestra historia está suponiendo un retroceso. En mi opinión, y sin ánimo de hacer sangre, creo que hace tiempo entramos en una época de decadencia, y no solo por la pandemia que nos está azotando.  Venimos de unos años convulsos, de una cada vez más delicada situación laboral. De una progresiva pérdida de poder adquisitivo de la clase media, que es el sostén fundamental de una democracia liberal. De un oscurecimiento del futuro para la gente más joven que ven cómo sus oportunidades son cada vez más precarias. Un período en el que la gente desfavorecida lo es cada vez más.

Tras compartiros estas ideas, quería compartiros también algunas dudas que me surgen al pensar en todo esto.

¿Puede que sea ésta la oportunidad, necesaria por otro lado, de purificarnos como sociedad? Cuando hablo de sociedad me refiero a la sociedad Occidental, Europa, América del Norte y todas aquellas que han adoptado la “ganancia económica máxima” como prioridad número uno.

 

¿Puede ser ésta la piedra de toque, como decía C. S. Lewis, para una sociedad ensordecida por el materialismo (esto del materialismo lo digo yo)?

El dolor, los momentos sombríos, nos hacen más humanos porque nos dan una mayor capacidad de empatía con el sufrimiento de los demás. Hemos pasado por ahí, podemos entender, acompañar el dolor de los demás, la enfermedad, física o mental, las miserias y estrecheces económicas que a veces pueden ser verdaderamente angustiantes. Creo que es una oportunidad, y una obligación moral de todos, el sacar provecho, enseñanza, y convertirnos en una sociedad más humana, más personal y enfocada en el individuo.

Una oportunidad que sé que aprovecharemos, porque ésta no es una situación que hayamos elegido nosotros, sino a la que nuestro “modus vivendi” nos ha llevado. Al final todo se reconduce, no hay injusticia que sea eterna, del mismo modo que cualquier libertad y progreso hay que cuidar y proteger constantemente.

Está en la naturaleza del hombre esa constante lucha, evolución y retroceso. Desde el principio de los tiempos nos prometíamos un futuro lleno de esperanza, donde el león y el cordero se acostarían juntos. Siempre estuvo en nosotros ese deseo de un mundo mejor, y en eso estamos todos porque nadie renuncia a la esperanza de ser y vivir mejor.

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