‘¡Señor Illa, váyase!, pero váyase lejos... a Taiwán, y copie de los mejores’

Salvador Illa
Salvador Illa

Es cierto e irrefutable, a tenor de las consecuencias y a la que se avecina, que el país se va a pique. Estamos abocados al desastre de manera impepinable. Ni el Gobierno en pleno conoce cómo parar la propagación del virus, ni tampoco demuestra el mínimo interés en aprender. En su descargo, la falta de un comité de expertos, y no un grupo de opinadores inconexos, incoherentes y manipulados por Pedro Sánchez y Pablo Iglesias. Se trara de ganar la batalla, no de salud, sino la declarada y ambicionada guerra de destruir España. Y no es doctrina metafísica de calamidad, pesimismo o bola de cristal, sino escrupulosa medida de la rabiosa actualidad. Es lo que toca sin meter. Nos mintieron sobre el Gobierno de coalición y respecto a la pandemia, que conocían desde último de 2019 y que España sufre en la actualidad. El resultado de hoy es de la nefasta actitud política de ayer y de mañana, si alguien no lo evita. 

Lo que sí es extraño que disponiendo de un ministro de Sanidad, Salvador Illa, máster en economía y dirección de empresa, no acierte con las estadísticas de fallecidos, contagiados, compras o necesidades de Emergencias. Está bien, es difícil para un filósofo atinar con determinaciones para proponer tareas científicas que acaben con esta pesadilla, pero debiera tener recursos de imaginación para establecer soluciones efectivas, no tan agresivas y represoras cómo encerrar exclusivamente a la gente, con mascarillas y distanciamiento, disgregar y extorsionar a la sociedad, cierre de empresas y derrumbe brutal de la economía. La culpa no es suya, es de quién le ha puesto ahí. 

El alumno que no asimila, no estudia o es un vago, siempre encuentra atajos para pasar, al menos, desapercibido. Toda la vida hemos copiado del compañero empollón o, en su defecto, hay que tirar de la 'chuletilla', escrita en la palma del pie. Cualquier actitud era buena, menos quedar atascado y romper el exámen. En este caso, señor ministro, '¡ Señor Illa, váyase!', pero váyase lejos... a Taiwán. Su embajador ya le ha invitado'. Es lo qué dijo en la Tribuna de Oradores del Congreso, en su espectacular alocución, el diputado doctor Juan Luis Steegmann. Qué por cierto, tuvo que mostrarle cómo utilizar la mascarilla, además de señalarle la puerta de salida y ejemplos de países que responden positivamente al ataque del virus, de manera ejemplarizante y modélica, incluido Wuhan, apuntando, 'copie de los mejores'.

Por otra parte, el alma de cántaro Fernando Simón dice, 'cuando termine esto, no sabremos de qué hablar'. Sus recursos son cortos. Pues nos decantaremos por la insípida vida de los famosos o la clasificación de La Liga. Pero no se puede jugar con sorna y socarronería entorno a la catástrofe que está sufriendo el país. Cifras desalentadoras y dramas familiares que superan los 56.000 muertos, según el Instituto de Salud Científica Carlos III. Los peores resultados porcentuales en contagiados y fallecidos. En cuánto a derrumbe y nivel de la economía nos situamos hasta la fecha en el penúltimo puesto del mundo a excepción de Macao, en la costa meridional de China. La situación española está para hartarse de tocar las castañuelas, bailar una jota o decir improperios a mansalvas. 

La anterior frase citada de Simón, se oyó en rueda de prensa para España, y cómo diría el viajero, 'también para el extranjero'. Lo peor, las risas de algunos periodistas, que no tuvieron mejor que hacer sino reírle la gracia en señal de indulgencia, quizá por sacar algún rendimiento o responder a 'favores' y compra de voluntades. Y así lo demostraron varios titulares jocosos de prensa al día siguiente. El Director de Emergencias Sanitarias del Estado nos descubre que, además de winsurfista o copiloto de globo aerostático en plena pandemia, ahora nos muestra otras cualidades escénicas, a la sazón del mejor monologuista Dani Rovira, pero con un guión improvisado y poco deleitoso.

Es responsabilidad de todos mejorar la situación y doblegar la Covid-19. Es necesaria la voluntad de la población, el esfuerzo de los distintos sectores  públicos y privados. Es obligación de las distintas administraciones atender las necesidades básicas de los ciudadanos, pero sobre todo es imprescindible la capacidad, preparación y trabajo de nuestros gobernantes. Se llegó muy tarde y se hizo mal en enero, febrero y marzo. No pensaron en la ciudadanía, solo en cosecha política, revanchismo, actos de odio y enfrentamientos. 

Es la clave nefasta que desemboca en los datos actuales y al terror de seguir sumando fallecidos e infectados. Un virus que descoloca a la ciencia, profesionales experimentados y a cualquier persona que pretenda información real y exacta. Sin vacuna, con opiniones en todas las direcciones y datos inconclusos, se inician cazas de brujas. No hace mucho se interpretó que los jóvenes en fiestas podían ser protagonistas del contagio masivo. Se eliminaron celebraciones, botellones, bares y reuniones. Ahora se culpa cómo principal causa al sector universitario, resolución inmediata, clases no presenciales, campus virtual y cerrado. 

Nuestros jóvenes, a excepción de una minoría insensata y mal informados, son consecuentes con la situación y no culpables de nada. Desde la experiencia, sabiduría y decisión política debe transmitirse pedagogía, mensajes tranquilizadores y decisiones uniformes que evite incertidumbre y miedo. El pulso político responderá a su fuerza en las urnas. España es de memoria frágil y poco selectiva, aunque tendremos que afinar la puntería ante tantos gañanes y trileros deshumanizados que nos convierten en víctimas a todos, incluidos los ahora ganadores de río revuelto. Se trata de un mortal 'juego' de naipes. 

 

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