Todos los Santos 2023
La solemnidad de Todos los Santos, el 1 de noviembre, la celebra la “Iglesia militante”, la que todavía camina en la Tierra. En la “Iglesia Triunfante”, la Iglesia gloriosa del Cielo, seguro que la celebran a lo grande: es la festividad de todos y de cada uno de los santos, incluidos los no canonizados y desconocidos. Me imagino que también aportará dosis de alegría a los que aún están en la “Iglesia Purgante”, la de los fieles difuntos que expían sus pecados y cuya fiesta se celebra el día siguiente. El Día de Todos los Santos, cada uno podemos celebrar el nuestro. Ahora, hay quienes no llevan nombre de santo: Aitor, Nerea Ainhoa... Parece que, oficialmente, no tengan asignado un protector celestial; pero, ellos mismos u otros en su lugar, si lo desean, claro que podrán acogerse a alguno de su devoción o interés.
Cambiar la fiesta de Todos los Santos por Halloween, ¿no es de lo más tonto? Se trata de una fiesta extraña a nuestra cultura. Originaria de Irlanda, ese día, el 31 de octubre, se recordaba la muerte para vivir preparados ( “eres polvo y en polvo te vas a convertir”); pero, ahora, allí, como aquí, se ha convertido en celebración de la fealdad y del terror, incluso satánica. Muy buena la idea de familias cristianas, colegios, y parroquias que festejan el Día de “Todos los Santos” con el recuerdo y disfraces de personas ya en los altares. La santidad debe ser la meta de todo cristiano. En la Biblia se lee: “la voluntad de Dios es vuestra santificación”(1 Tesalonicenses, 4: 3-8). Los santos son una cantidad incontable de fieles que, en su vida terrena, optaron por cumplir la voluntad de Dios y pasaron su tiempo haciendo el bien; ahora, son felicísimos en el Cielo e interceden por nosotros cuando nos encomendamos a ellos. Evoco a una santa muy joven, Santa Teresita del Niño Jesús ( vivió hasta los 24 años) que se destacó por su sencillez, gran amor y confianza en Dios. Dijo, llena de esperanza: «Quiero Pasar mi Cielo haciendo el bien en la tierra», y prometió enviar una “lluvia de rosas” después de su muerte. No realizó nada extraordinario; pero hizo lo más importante: amar mucho y esperarlo todo de Dios. Suyas, estas palabras: «Permanecer pequeño es reconocer la nada de uno, esperarlo todo de Dios, como el niño lo espera todo de su padre; no inquietarse por nada …, no desanimarse por las propias faltas, pues los niños caen a menudo, pero son demasiado pequeños para hacerse mucho daño».
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