Un toque de silencio

La honra a los muertos se fragua desde el respeto. Hay ocasiones en las que la mayor elocuencia es un profundo silencio. Un vacío que explota en el alma, buscando una apresurada respuesta al desatino de los hombres y que encuentra, en el vibrante y desgarrado sonido del cornetín, esa voz que no salía de los labios y la oración que se recita para dentro.

Un silencio clamoroso que hace más firme nuestra postura y más fuerte nuestra convicción de no ceder ante el chantaje del terror, ante la barbarie de quienes aplican la ley de la fuerza en lugar de la fuerza de la ley.

Los muertos no se cuentan, porque todos morimos con cada uno y cada uno es España.

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