Trabajo y economía

Nos dicen que “el 51% de los españoles han accedido ya a la fase 1 de la desescalada por la crisis del Covid-19. 

Si la salud se vio comprometida por el coronavirus, ahora estamos comprometidos en la reactivación  de la economía. Importa que no se generen situaciones de miseria.

Nuestra experiencia de crisis económica, no es lejana. ¿Nos fiamos de la dependencia que generan las deudas? Las deudas son cargas que pesan mucho en la cabeza, salvo que no se piense pagar.

Un país prospera con el trabajo de su gente, y, si hay deudas, que esté a la vista la luz de la salida del túnel. 

 Existe una calma tensa. Todavía hay miedo al Covid-19 y la inseguridad está en el ambiente.  Un dicho dice que “el miedo guarda la huerta”; pero los psicólogos afirman que  “el miedo paraliza la acción”.

El virus ha traído miedo por la vida y la salud; pero, también, a que el rígido y prolongado estado de alarma derive en una situación de ruina económica.

¿No es por esto, por lo que las Comunidades de Madrid y de Valencia pelean? No quieren  que los negocios sigan cerrados ni su gente demasiado tiempo confinada. Se trata de dos grandes potencias económicas, y su ruina arrastraría al país entero. 

Cuando la gente está concienciada, ¿no será suficiente el recurso de las mascarillas y geles hidroalcohólicos, las pantallas y cierto distanciamiento?

El trabajo es un derecho, y, además, muy importante para la  realización personal,  la salud psicológica, la paz personal y familiar, para el progreso económico y social del país, y para el logro de un salario, que debe ser digno. “El trabajo humano es una clave, quizá la clave esencial, de toda la cuestión social”, enseña la doctrina social de la Iglesia.

 

 Decía Benedicto XVI a los trabajadores: “El trabajo es un bien del hombre —es un bien de su humanidad—, porque mediante el trabajo el hombre no sólo transforma la naturaleza adaptándola a las propias necesidades, sino que se realiza a sí mismo como hombre». 

Y también: “El hombre debe trabajar por respeto al prójimo, especialmente por respeto a la propia familia, pero también a la sociedad a la que pertenece, a la nación de la que es hijo o hija, a la entera familia humana de la que es miembro, ya que es heredero del trabajo de generaciones y al mismo tiempo coartífice del futuro de aquellos que vendrán después de él con el sucederse de la historia”.

 En trabajo es, también, un medio de santificación personal cuando se realiza “por amor a Dios, con espíritu de servicio a los hombres y con calidad humana”,  y tiene un valor redentor: “Soportando la fatiga del trabajo en unión con Cristo crucificado por nosotros, el hombre colabora en cierto modo con el Hijo de Dios en la redención de la humanidad ” (Benedicto XVI. 19-3-2006)

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