Unamuno adolescente ¿Prebizkaitarra?

Debuta: la unión constituye la fuerza

Azkuna y Unamuno. / Fuente: Elcorreo.com
Azkuna y Unamuno. / Fuente: Elcorreo.com

El 27 de diciembre de 1879 se publicó el primer artículo de Unamuno, bajo seudónimo. Tenía 15 años y casi 3 meses aunque, como luego veremos, él se pone 16 al rememorarlo en el mismo “El Noticiero Bilbaíno” 44 años después, en enero de 1924.

Nos basaremos en la pulida Edición e interesante y rigurosa Introducción realizadas por José Antonio Ereño Altuna, convecino y que fue profesor nuestro por partida doble: Instituto y Universidad.

Ereño anota en la adolescencia de Unamuno una doble vertiente infiltrada de “anhelos románticos y sueños de santidad.” En una mirada retrospectiva, cuando el pensador bilbaíno repasa su romanticismo vascongado, su “exaltación patriótica” (vasca) subsiguiente a la supresión foral de 1876, ve aquella etapa como “inconsistente,” “ingenua,” “artificial,” “fantasmagorías del remoto pasado de mi pueblo.” En este sentido, el título del precoz artículo, “La unión constituye la fuerza,” se refiere a la que el jovencísimo Unamuno consideraba deseable unión de los partidos vascos en pos del fuerismo, es decir, su entonces anhelada alianza entre carlistas y liberales vascos (porque hubo un liberalismo vasco fuerista, por más que suene extraño).

Cita Ereño la sociedad “Euskalerria” como cauce a cuyo través “los fueristas intransigentes defendieron su fuerismo.” Luego dice que su éxito principal no se dio en el marco político, “sino en el terreno cultural, en la divulgación de ese romanticismo vascongado…”

Habla después de “la existencia en Vizcaya, en los últimos años del siglo XIX, de un fuerismo prebizkaitarresco,” y nos invita “a la lectura de un Unamuno fundamentalmente fuerista y euskalerriaco, tal como se nos aparece en su primer artículo.” Añade una frase de 1908, de “Recuerdos de niñez y mocedad,” que reclama mucho la atención: “¡Cuántas veces no echamos planes para cuando Vizcaya fuese independiente!”

Frase que sugiere a José Antonio el interrogante de cómo sintió el pensador bilbaíno su fuerismo euskalerriaco, si no se vería a sí mismo a manera de “un independentista por adelantado.” Tras la cita sobre los planes para una Vizcaya (hoy Bizkaia) independiente, se destaca esta: “Por el mismo tiempo se formaba, en el mismo ambiente, el espíritu de Sabino Arana,” y Ereño deduce que, en opinión del filósofo, no habría aparecido por generación espontánea Sabino, sino que habría estado inserto en una tradición de la que el propio Unamuno habría formado parte. Así que la función de Arana habría consistido en dotar al bizkaitarrismo, “de una expresión política radical, un programa y un partido, nacionalismo inspirado por lo tanto en el fuerismo, y especialmente en el fuerismo euskalerriaco.” Es interesante anotar que se habla de bizkaitarrismo, no de nacionalismo vasco. Así lo hacen también, entre otros, Ortega y Gasset en “España invertebrada”, 1922.

Creemos que Ereño se previene ante lo que podría suponer de antipática, sobre todo al sur del Alto Ebro, esa visión de nuestro pretérito paisano, y por ello, quizá, se vea espoleado a aclarar que “ahora bien, estamos tan acostumbrados a leerle de una manera tan determinada que un Unamuno nacionalista, por momentánea y sin continuación que haya sido la aventura, tiene, inicialmente, de qué sorprender a todos, incluso a los mejor dispuestos.”  

Vamos ya al artículo del jovencísimo bilbaíno:

LA UNIÓN CONSTITUYE LA FUERZA

 

Escribe el adolescente, en su estreno periodístico (1879), de la utilidad, necesidad y conveniencia de la unión de un pueblo que “sin unión no es un pueblo.”

Se han abolido tres años antes los fueros, o lo que quedaba de ellos, así que añade: “Y esta unión se hace sentir más en un pueblo infortunado, desgraciado, en un pueblo que necesita reparar sus perdidas fuerzas.” Continua señalando que el obstáculo contra la unión son las pasiones, en lucha con la razón. Enumera las primeras: odio, venganza, orgullo, vanidad. El odio “hizo correr la sangre a torrentes, nos privó de nuestros hijos y sembró llanto y dolor en nuestra tierra.” Alusión, sobre todo, a la última guerra carlista (1872-1876).

Luego se arranca con una de esas frases que suelen hacer fortuna: “La venganza más plausible es devolver bien por mal, beneficio por ingratitud.” Y prosigue, en relación a la pasión del orgullo, afeando la actitud de las “gentes que creen que pedir perdón es una bajeza.”

Termina su debut en el periodismo aludiendo a la caída (pérdida foral) y a la unión imprescindible para restablecerse de ella: “Para reponerse de una caída se necesita fuerza, luego sin unión nunca podremos levantarnos de esa caída.”

Ahora comentamos lo que 44 años después le sugieren aquellas tempranas líneas:

MI PRIMER ARTÍCULO

El 8 de enero de 1924, en el mismo “El Noticiero Bilbaíno,” publica Unamuno “Mi primer artículo.” Tenía, dice, “dieciséis años.” Ya indicamos al principio que se pone uno de más, porque cree que se publicó en 1880, pero fue a finales de 1879. Lagunas de memoria. Y resulta que confiesa que aquella su salida a escena, aquel articulito “se me aparece como el último, como el definitivo.”(¿?)

Desafortunadamente, no dispone del mismo, tiene que hablar guiado por su flaca memoria: “No lo conservo; no conservo aquel primer retrato de mi alma; no puedo mirarme en aquel espejo de mis dieciséis años.” Pero sí recuerda algún detalle y el espíritu general del contenido, respecto al cual, cuando ya es un hombre cercano a cumplir los 60 años, y por ello alguien que ha conocido y amado España, especialmente Castilla, confiesa: “Yo pasaba por un fervor fuerista, euscalerriaco, pre-bizkaitarresco. Guardo unos cuadernillos de aquel tiempo en que apuntaba mis desahogos en un estilo falso y artificioso.”

   Lo que había hecho en su artículo de 1879 es, lo dice él, una exhortación a liberales y carlistas, peleados entre sí poco antes en la última carlistada, a unirse, digamos, ante el enemigo común, el centralismo. Es muy revelador esto que expresa así, entre signos de exclamación:

“¡Había empezado mi carrera de apóstol civil!”

En la línea siguiente confiesa el enfriamiento de su “primer fervor euscalerriaco,” añadiendo que “volvía al espíritu de la fecunda división del 2 de mayo de 1874, volvía al liberalismo.” Madrid tiene su 2 de mayo, y Bilbao el suyo: celebración del fin del último sitio carlista, liberación de la villa del Nervión, sea la cuasi redundancia, por los liberales.

Y termina: “Aquel artículo es el patriarca de una familia de más de cuatro mil hijos que de él salieron. ¡Ni Abraham!” Más de cuatro mil en enero de 1924, añadamos. Aún le quedaban muchos (murió el postrer día del año trágico de España, 1936).

Entre los críticos de cualquier figura descollante hay dos polos: el de quienes tratan a sus biografiados como si fueran enemigos, a garrotazos, y el de quienes parece que quieren protegerlos. Estos últimos pretenden aggiornar su personaje, obviando aspectos que para la mentalidad actual son antipáticos. Error. Afortunadamente, entre ambos extremos están los que navegan con la única brújula de orientarnos en el cabal conocimiento del biografiado. Y si para ello fuera preciso dar pinceladas de un respetuoso claroscuro, no sería pecado hacerlo, sino esconderlo.

Sí, porque Unamuno se salvó el solito con su posterior evolución. Hemos omitido los párrafos más duros que demuestran, al menos para nosotros, que fue bizkaitarra, a secas, sin el “pre.” Creemos que son aspectos que deben permanecer entre los estudiosos. Y ello no colisiona con lo escrito al final del párrafo precedente, pues ya es suficientemente indicativo lo expresado en el artículo.

PD.- Dedicado a mi profesor José Antonio Ereño Altuna y, en tardío homenaje post mortem al llorado y añorado Iñaki Azkuna, excelente alcalde de un Bilbao para todos. Ambos, unamunófilos.

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