Es la más urgente, señor Gallardón

El ministro de Justicia, Alberto Ruiz Gallardón, se ha vuelto a referir a una ley del aborto cuya fase de análisis y consulta de expertos está terminada desde antes de Navidad y cuyo texto definitivo se esperaba, como tarde, para los albores de este año. Aún no hay ley.

Gallardón suministra a los muchos católicos que tienen cierta afinidad política con su partido político -cada vez menos vista la deriva relativista en cuestiones de calado- una de cal y otra de arena cada cierto tiempo. Asegura que no se ha olvidado de la ley, pero en lugar de justificar su desarrollo por la defensa de un derecho fundamental inalienable, afirma que lo hará porque es un compromiso electoral.

Pero lo más grave en este caso es que se ha pospuesto una ley tan imprescindible para la sociedad como incómoda para un Gobierno que quiere evitar abrir nuevos frentes en el incendio generalizado. Lo malo es que en este caso el momento en el que se inicie el trámite de la ley no se debería postergar por meros criterios de oportunidad política.

Esta legislación que anularía el inexistente derecho de la madre a matar a su hijo urge, y mucho, porque cada día que pasa, miles de clínicas permiten que miles de madres se deshagan de sus hijos amparadas por una norma que da carta de naturaleza a lo que hasta 2010 fue un delito. Por eso la ley del aborto era la más urgente. Cada día que pasa, son muchas las vidas que se pierden.

 

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