La violencia “políticamente incorrecta”: abortos y suicidios en España

Existe una violencia extrema de la que casi nunca se habla en España, pero que está ahí. 

Una violencia invisible a la opinión pública; unas veces ejercida contra los más débiles, tanto contra “nasciturus” como contra ancianos, y en otras ocasiones, incluso autoinfligida. 

Una violencia irracional. Una violencia sin sentido alguno. Una violencia “políticamente incorrecta”.

Mientras que hay un tipo de violencia sobredimensionada, como es la que denominada “violencia de género”, que supone sólo entre un 1% y un 2% de las muertes por suicidios en España, y, por lo tanto, una violencia cuyos datos estadísticos en relación a los otros tipos de violencia son verdaderamente irrelevantes a nivel de Sociedad; a la violencia que aquí me refiero, la “políticamente incorrecta”, no es que el Estado apenas aplique medidas preventivas, limitativas o reparadoras, es que incluso pareciese que dicha violencia está inducida y/o ocultada desde los poderes públicos frente a la misma población, lo cual es desconcertante.

Es una violencia estructural, de tendencia ascendiente, desvertebradora de la Sociedad, totalmente deshumanizadora, que se asemeja incluso a los sacrificios humanos de las sociedades americanas precolombinas. Una violencia verdaderamente detestable; y la verdad es que España está enferma de dicha violencia y algo hay que hacer para ponerle fin.

Si analizamos, por ejemplo, los datos estadísticos de fallecimientos por causa de suicidio, según los datos oficiales del INE, podemos deducir que en las cuatro últimas décadas han tenido una tendencia claramente ascendente, multiplicándose por más de 2 en dicho periodo (fase que coincide además con el periodo “democrático”, que se suponía que nos iba a otorgar “la libertad y felicidad”) y con intensificadas modificaciones cíclicas ascendientes asociadas a los ciclos de crisis económicas (1980-1987, 1992-1997, 2009-2013) endémicas que sufre España.

Estamos hablando de unas cifras aterradoras, en torno a 120.000 personas en los últimos 40 años, víctimas en más de un 75% del género masculino, que como las víctimas de la Pandemia no merecen su visibilidad, ni siquiera un reconocimiento, ni un recuento exhaustivo y menos una autocrítica del propio Estado y otras administraciones competentes ante su fracaso.

Por su parte, los datos sobre Abortos en España son verdaderamente descorazonadores. 

 

La tasa de abortos por cada 1.000 mujeres es un dato que también tiene una línea ascendente desde su legalización en España por el PSOE, multiplicándose por más de 5 desde 1987.

Según los datos publicados por el INE podemos señalar que aproximadamente en España se han abortado a 2.500.000 de niños desde que fue aprobada la Ley de su legalización por el PSOE, lo que es un dato que también explica en parte el invierno demográfico de nuestra Nación, además de que nos envilece como Pueblo porque se aplica a los más indefensos. 

De los datos estadísticos actuales llama la atención que más del 50% que las que los llevan a cabo son mujeres “trabajadoras por cuenta ajena”, lo que da una medida de la presión laboral que se ejerce sobre las mujeres en este sentido, mientras que las que son “trabajadoras por cuenta propia” apenas los llevan a cabo. En cuanto al aborto causal que se basaba en los tres motivos que antes exigía la Ley, prácticamente ha desaparecido de las estadísticas y ahora el motivo prácticamente único es el de “a petición de la mujer”. Hemos de reconocer que el aborto se ha normalizado, aceptado por la Sociedad, se ha interiorizado e incluso justificado.

Otra realidad de este drama es su conversión en lucrativo negocio en manos de unos pocos desaprensivos; más del 80% se llevan a cabo en centros privados Extrahospitalarios, porque los Hospitalarios se suelen negar a su práctica.

Es evidente que la falta de confianza económica empuja a esta detestable realidad; la precarización de la vida moderna, el incremento del coste de la vivienda, la falta de ayudas a la natalidad, el desempleo, el despido libre, la cosificación de la mujer, la hipersexualidad, entre otras muchas, son causas que se interrelacionan y dan como resultado el indicado; una insatisfacción personal y una falta de seguridad en el futuro, que empuja a matar o a matarse.

Si atacáramos a las verdaderas causas de estos males endémicos, podríamos darles solución, pero para ello sería preciso que el Estado Español arreglara la cuestión económica y ya vemos cómo por la Pandemia está optando por el deterioro de la situación, con lo que estos datos nada halagüeños se intensificarán aún más en el futuro. Y además, ahora, ha aprobado la Ley de la Eutanasia, que viene a atornillar esta gestión pública de la muerte que dura cuatro décadas ya.

Hemos puesto nuestra absoluta confianza en nosotros mismos y en los políticos, al margen de Dios, y de repente nos hemos encontrado desnudos y homicidas, con un miedo aterrador.

Guillermo Rocafort

Analista político

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