La emotiva conversación de un redactor, un cámara de TV y una joven productora sobre un reportaje religioso y un embarazo no deseado que acabó en lágrimas

Lo que aquí se narra sucedió hace (aproximadamente) tres semanas en un tren. Los protagonistas eran tres profesionales de la televisión: cámara y redactor, y una chica, productora. Todos, de veintitantos años. Ella llevaba la voz cantante. De hecho, durante el trayecto la interrumpieron varias veces con llamadas para planificar más reportajes, cerrar citas, dar cuenta de algunos trabajos…

Vuelven a Madrid tras realizar un reportaje para una importante cadena pública sobre las polémicas ‘apariciones’ de El Escorial, que datan de 1981, cuando Amparo, una vecina de esta localidad, aseguró haber visto una imagen de la Virgen de La Almudena en un fresno de la finca Prado Nuevo. Estas ‘revelaciones’ no se han repetido desde 2002.

Los jóvenes coincidían en la forma en la que debían acabar el reportaje: con el duro testimonio del hermano de una integrante de la congregación que acude en peregrinación cada sábado al lugar, porque –afirman- “en estos temas no se puede ser objetivo; es preciso cargar las tintas”.

Sin embargo, poco después, la conversación dio un giro inesperado: la chica comenzó a hablar de su embarazo. Discutía con sus compañeros si su hijo sería del signo Géminis o no, ya que las cuentas le llevan a tener el niño el próximo mes de junio. Reconoció también que cuando saliera de cuentas pediría una baja por lumbago (o por cualquier otra dolencia) para no gastar los días de maternidad.

A continuación, relató cómo se dio cuenta de su estado de buena esperanza. En un viaje en avión le dieron unos extraños vómitos. Ella creía que era un virus y fue al médico para que le recetase algo: debía asistir a una importante grabación al día siguiente. Sin embargo, el doctor le hizo varias pruebas y concluyó que estaba embarazada.

La protagonista explicó su furibunda reacción: era físicamente imposible, por determinadas medidas que había tomado, totalmente seguras. Entonces, el médico decidió hacerle una ecografía y subió el volumen del aparato. Ella le preguntó que era aquello que estaba escuchando. Cuando el facultativo le dijo que era el corazón de su bebé, que entonces tenía tan sólo ocho semanas, se le saltaron las lágrimas.

--Si no hubiera escuchado su pálpito –admitió la productora-, hubiera abortado. Lo tenía decidido.

Los tres protagonistas acabaron quedándose dormidos, en un sueño reparador… hasta que el tren entró en Madrid.

 

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