María Eizaguirre: “La propaganda está ganando terreno. Hay que apostar por un periodismo de datos, datos y más datos”

La candidata al Consejo de RTVE acaba de publicar un libro (“100 días en estado de alarma. La democracia confinada”) donde defiende que la verdad es el mejor antídoto contra la mentira y que los periodistas tienen “un compromiso con la democracia”

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Consuelo Madrigal, María Eizaguirre, Juan Costa y Nicolás Redondo Terreros

María Eizaguirre, escritora y periodista, actualmente es editora del Canal 24 Horas de RTVE, estuvo al frente del telediario durante muchos años y ahora es también candidata al Consejo de Administración de la televisión pública.

Acaba de publicar el libro ‘100 días de estado de alarma. La democracia confinada’, con prólogo de Kathleen Kennedy, en el que hace un repaso detallado y muy documentado de todo lo que ha pasado en estos 100 primeros días del primer estado de alarma comparando la gestión de nuestro país con la de otros países. Un libro editado por Última Línea y HAC.

En este libro hace una aportación repleta de datos objetivos en un momento en el que tanto los datos como la objetividad ¿son abundantes o más bien todo lo contrario?

-- Lo que hemos vivido es una batalla por el relato. Se han intentado controlar los datos que se ofrecían de la pandemia, diciendo primero el número de contagiados, después los muertos y por último los recuperados. Se ha pasado de puntillas por el número de muertos y estratégicamente estos datos se colocaban, intencionadamente, en la mitad del relato.

En esos cien primeros días del estado de alarma hubo mucho caos, mucho desorden… En su libro distingue tres etapas fundamentales que ayudan a colocar los hechos y a ordenarlos. ¿Cuáles son?

-- Hablo de una primera etapa que es la negacionista. Fueron los meses de enero, febrero y el arranque de marzo. En esa primera etapa se nos decía que no iba a pasar nada, que esto iba a ser una simple gripe, que no hacían falta mascarillas...

Sin embargo después hemos sabido, en palabras del propio Fernando Simón, que desde enero estaban trabajando en esto y no nos dijeron nada. Había incluso informes de seguridad nacional que no se han hecho públicos.

La segunda fase es la de control y propaganda. En esta etapa el rey quedó en un segundo papel, la oposición fue apartada, el Congreso se cerró, la justicia se paralizó, el portal de transparencia también fue cerrado. Hubo poca información y mucha propaganda.

La tercera fase fue la del “sálvese quien pueda”, engloba desde que decayó el estado de alarma hasta ahora. Se dejó atrás esa cortina de uniformados para dejar a las comunidades autónomas que capearan el temporal, sin haberles dado herramientas ni haber realizado los cambios legislativos que se habían prometido. Lo que se ha llamado cogobernanza, se les ha exigido que asuman en primera persona el desgaste político que supone una crisis como ésta.

 

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Ha hecho una importante labor de documentación para recoger y comparar cómo se gestionó la pandemia durante esos 100 primeros días, tanto en España como en otros países. De hecho hay un capítulo sobre Estados Unidos, otro sobre Reino Unido, Francia, Alemania e Italia. ¿Quién le ha ayudado a poner en perspectiva lo que se ha hecho en otros países?  

-- He contado con Ana Céspedes, la directora general de la International AIDS Vaccine Initiative (IAVI), un referente internacional en todo lo relacionado con la investigación de la vacuna. Ella es la persona que ha escrito y analizado lo que ha ocurrido en Estados Unidos y cuál ha sido el papel de Donald Trump y de la Organización Mundial de la Salud.

En Reino Unido he contado con Eduardo Barrachina, es abogado y está al frente de la Cámara de Comercio en Londres. Él compara la situación en Reino Unido en un primer momento con el alcalde de la película ‘Tiburón’, que no quería cerrar la playa por las pérdidas económicas que iba a suponer para el pueblo.

Ana Requenses Moll ha hecho un análisis muy detallado de la gestión en Alemania. Nos permite ver muy bien cuáles han sido las claves del éxito de la gestión de Merkel.

En Francia he contado con Bijan Eghbal, el presidente de la Cámara de Comercio de Estados Unidos en Francia, que hace un análisis de Emmanuel Macron, de cómo ha sido su gestión de la pandemia y analiza cómo se ha dirigido a la ciudadanía francesa.

Giuseppe Tringali, en Italia, una persona que conoce muy bien el mundo de la empresa y de la comunicación que ha analizado toda la gestión de Giuseppe Conte. Italia es un país clave para entender cómo se ha gestionado la crisis del coronavirus porque fueron los que pusieron la voz de alarma en Europa. Fue el primer país donde se vio la gravedad de la crisis.

Si nos comparamos con el resto de países, vemos que España está a la cabeza en número de muertos por millón de habitantes. ¿Qué datos se aportan en su libro que demuestran que la situación aquí ha sido y es realmente preocupante?

Efectivamente, España está a la cabeza con el mayor número de muertos por millón de habitantes. Sigue siendo dramático que no sepamos cuántas personas han fallecido a día de hoy.

Los datos oficiales distan mucho de otros organismos públicos como por ejemplo el Instituto Nacional de Estadística, que cifra en más de 60.000 los fallecidos, pero también el Euro-MOMO, que es un indicador europeo que dice que ninguna otra nación europea tiene esa diferencia entre muertos reales y muertos oficiales.

El sistema de contabilización de los fallecidos aquí se ha cambiado hasta en ocho ocasiones, incluso en un momento dado el presidente del Gobierno anunciaba que había cero muertos, cuando no era así y las cifras que estaban dando las Comunidades Autónomas seguían recogiendo fallecidos.

Los datos oficiales varían en función de donde proviene la información. ¿De qué datos oficiales podemos fiarnos? ¿A qué se debe esta falta de transparencia en los datos que se aportan de manera oficial?

-- Está clarísimo que el INE maneja unos indicadores que son de los que deberíamos guiarnos y las funerarias exactamente igual. Me cuesta creer que haya alguien más oportuno para dar unas cifras reales de cuántas personas han fallecido.

Ha habido una falta de transparencia total, hasta el punto que ha habido medios internacionales como el Financial Times que en un momento dado de la crisis, durante el estado de alarma, dejaron de hacerse eco de los datos que aportaba el Ministerio de Sanidad, por esos continuos cambios de la contabilidad de los fallecidos. De hecho, durante muchos días se congelaron las cifras oficiales, desaparecieron casi dos mil fallecidos que luego volvieron a aparecer y que nadie sabe porque desaparecieron. Además nos han repetido hasta la saciedad que España seguía las indicaciones de la OMS a la hora de contabilizar los muertos y eso no es así.

La OMS reclama que se cuente como víctima mortal provocada por coronavirus las personas que están falleciendo pero lo que está ocurriendo es que no se están haciendo autopsias ni contabilizando de una manera real el número de fallecidos.

¿Qué otros datos recoge en su libro para entender la gravedad de la gestión española?

-- En cuanto al número de sanitarios contagiados The British Medical Journal nos señaló como el país con un mayor número de sanitarios contagiados. El New York Times habló de nuestros sanitarios como kamikaces.

La Universidad de Cambridge nos ha señalado como el país con peor gestión sanitaria. Además la prestigiosa revista The Lancet ha lanzado iniciativas con científicos de primer orden pidiendo una comisión independiente y una evaluación externa.

Hace pocos días el colegio de médicos en España pidió el cese inmediato de Fernando Simón.

La propia Johns Hopkins nos ha señalado como el país con el mayor rebrote en Europa. Hemos llegado este verano en España a sumar tantos casos Italia, Francia, Reino Unido y Alemania juntos. Hay que hacer autocrítica en cómo se ha llevado a cabo esta gestión sanitaria. Han faltado test, los sanitarios no han tenido los recursos necesarios e incluso se ha comprado material defectuoso.

¿La falta de transparencia y de dimisiones es algo generalizado o solo pasa en España?

-- En el resto de países sí ha habido dimisiones e incluso en Francia, por ejemplo, ha habido una remodelación del Gobierno francés. Basta con ver lo que está pasando con las investigaciones judiciales: en España se han rechazado absolutamente todas y en cambio en países como Italia hemos visto a Giuseppe Conte y a alguno de sus ministros acudir a declarar. En Francia ha habido registros incluso en casa del ministro de sanidad y del ex primer ministro francés. Eso es algo que todavía en España no hemos visto ni vamos a ver.

En uno de los capítulos, el referido a Pedro Sánchez, desarrolla la colonización que se ha hecho de la información. ¿Hubo una estrategia definida para colonizar la información en la televisión?

-- Yo creo que sí, ha habido una colonización clara de los medios. No solo por los discursos que se hacían en el telediario larguísimos que impedían que en el espacio informativo se escuchara cualquier otra cosa que no fuese el discurso oficial. Ha habido días que ha habido más de 4 horas de información oficial.

Esa información no digo que no fuera necesaria para la ciudadanía en los momentos en los que estábamos, pero cuando tienes grandes dosis de información oficial, tienes que garantizar la pluralidad, ésa es la parte que ha fallado.

Y no sólo en el espacio informativo. Hemos visto ministros en programas de magazine, en programas de corazón, en prensa nacional e internacional.

En este sentido a la prensa se nos ha dificultado el trabajo ya que durante muchísimo tiempo no hemos podido hacer preguntas. Así surgió un manifiesto de la libertad por preguntar que firmaron periodistas de todos los ámbitos.

La profesión periodística se plantó y dijo: hasta aquí hemos llegado. Nuestro trabajo consiste en hacer preguntas.

La presentación del libro ha contado con la presencia de Consuelo Madrigal, la ex fiscal general del estado, entre otros. ¿Qué ideas clave se aportaron sobre este tema en concreto?

En la presentación del libro, en el Club Siglo XXI, participaron Nicolás Redondo Terreros, Juan Costa y Consuelo Madrigal, que hizo una reflexión muy relevante acerca de la importancia de defender nuestros derechos y de tener una justicia despolitizada, independiente y una fiscalía libre, que está denunciando además la etapa de mayor descrédito de estos últimos 40 años.

Además hubo una reflexión que recogió muy bien el espíritu del libro y de lo que está pasando que la realizó Juan Costa. Dijo que “la democracia es el bien más preciado que tenemos y es algo por lo que debemos luchar cada día, no debemos caer en la autocomplacencia y debemos luchar cada día por defender la democracia”.

Yo creo que los periodistas debemos también participar en esa defensa de la democracia. Se suele decir que la prensa libre puede ser buena o mala, pero sin libertad no será otra cosa que mala. Frente a la mentira el mejor antídoto siempre es la verdad y en tiempos en los que la propaganda ha ganado mucho terreno y en los que la información parece que importa menos, los periodistas tenemos que apostar por un periodismo de datos, datos y más datos. Los datos ahora mismo brillan por su ausencia.

En las dos primeras fases del estado de alarma habla en el libro del “aplaudillismo”. ¿También formaba parte de la propaganda del Gobierno? 

-- Dentro de esa estrategia y esa batalla por el relato en la que se ha enfocado la pandemia, no como una crisis sanitaria sino como una campaña electoral, se han puesto en circulación tres lemas: “Este virus lo paramos unidos”, “Salimos más fuertes” y “España puede”. La estrategia era dejar fuera las críticas, que se han llegado incluso a equiparar con bulos. Se ha llegado incluso a decir “que se estaba persiguiendo la crítica al Gobierno”, lo dijo el general Santiago que luego, por cierto, fue ascendido.

Lo que ocurre es que el luto se ha escondido y no hemos visto prácticamente lágrimas ni familias rotas por el dolor, ni féretros. Se montó una gran polémica con la portada de El Mundo con los ataúdes y lo que ha resonado con fuerza son los aplausos, lo que yo he bautizado “aplaudillismo”. Es aplaudir a todo y a todas horas. Ese sonido atronador de esos aplausos no nos han dejado ver lo que estaba sucediendo en nuestro país, el sufrimiento de miles de compatriotas y nos han mantenido muy alejados de la realidad. 

¿Cómo se ha visto este “aplaudillismo” desde fuera, en el resto de países?

-- En España el funeral de Estado no se realizó hasta muy avanzada la pandemia. Además hubo un funeral en la Almudena al que no acudió el presidente del Gobierno y sí fueron los reyes.

En España sí hemos visto imágenes de fosas que se estaban cavando en Brasil o en Estados Unidos, pero no hemos visto nada relacionado con lo que estaba ocurriendo aquí.

Ha habido hermetismo, favorecido por las circunstancias, ya  que no puedes entrar con cámaras en un hospital porque conlleva unos riesgos, los funerales han estado limitados en números de personas… Es cierto que el contexto no ha favorecido pero desde luego ha habido un trabajo activo para que eso no se visualizara.

El problema es que lo que no se ve no existe y durante los días más duros de la pandemia no hemos visto nada.

En esa etapa de los tres primeros meses de estado de alarma de la pandemia analiza también la figura del rey… ¿Qué ha pasado en torno a su figura?

-- El rey Felipe ha sido un rey cercano y ha querido acompañar a los ciudadanos. Se ha preocupado por la salud de los españoles, de hecho fue de los primeros en visitar el Hospital de IFEMA.  El papel del rey ha sido puesto en un segundo plano, es verdad que el estado de alarma se decretó el día 14 y el día 15 tuvimos noticias con un comunicado acerca de la renuncia a la herencia de su padre.

Todos sabemos que la agenda del rey está supervisada por el Gobierno y resulta bastante llamativo que el primer día de estado de alarma las noticias que tengamos acerca de Casa Real sea ese comunicado. Yo creo que se ha puesto en cuestión, más allá de las informaciones del rey emérito, que está claro que se tendrán que investigar y tendrán que hacer frente a lo que haya sucedido, pero creo que la monarquía es una institución que va más allá de la persona, ha habido una estrategia por dinamitar el espíritu del 78 y en medio está el rey Felipe. Aun así, él ha estado donde tenía que estar que es con todos los españoles. 

Se acaba de aprobar en Consejo de ministros la prórroga del segundo estado de alarma que nos llevará hasta el 9 de mayo, seis meses, un escenario en el que han cambiado las medidas pero con cuestiones como la reciente aparición de la denominada ‘Comisión de la verdad’. ¿Sigue confinada nuestra libertad? ¿Sigue la democracia confinada?

-- El ‘Ministerio de la verdad’ es una iniciativa que de entrada genera inquietud, no a mí sola sino a la APM, la FAPE… Absolutamente todo el mundo ha puesto el grito en el cielo.

Estamos en tiempos en que se ha metido todo en una especie de baticao. No es lo mismo información que propaganda, no es lo mismo información que desinformación, no es lo mismo crítica que bulo, no es lo mismo un medio de comunicación que una red social. Entonces yo creo que hay que empezar por distinguir muy claramente lo que es información, lo que es propaganda, lo que es un bulo.

Tampoco sorprende demasiado porque se ha venido dificultando mucho estos meses la labor de los periodistas poniendo trabas a algo tan sencillo y tan básico para un periodista como es preguntar.

Desde la mesa del Consejo de ministros el vicepresidente del Gobierno habló de normalizar el insulto a los periodistas, se ha señalado a periodistas por, simplemente, hacer su trabajo. 

¿Hemos retrocedido en cuanto a derechos y libertades?

-- Desde luego, muchísimo. Existe además un riesgo.

Bajo ese paraguas de protección se nos siguen recortando derechos, porque alguien decide que es bueno para nosotros. No hay que olvidar que nuestros políticos son como los delegados de la clase y están ostentando un poder que realmente es y pertenece a la ciudadanía.

¿Qué papel tenemos que jugar ahora los periodistas después de todo lo vivido estos meses?

-- Somos servicio esencial. Se nos ha designado como servicio esencial, algo que ya sabíamos. Los periodistas debemos contribuir a que la democracia se mantenga. Somos también guardianes de que esa democracia funcione, lo que tenemos que hacer es no solo ser notarios de lo que nos dicen sino comprobar que eso que nos cuentan es verdad. 

Informar verazmente, objetivamente y teniendo una vocación de servicio público con nuestros lectores, oyentes o espectadores. A ellos nos debemos, a nadie más.

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