La reordenación urbanística de Madrid: un auténtico plan de inmovilidad

El ayuntamiento de Manuela Carmena no quiere coches circulando por Madrid

El mejor plan de inmovilidad pasa por dejar el coche en casa ante tantas cortapisas.
El mejor plan de inmovilidad pasa por dejar el coche en casa ante tantas cortapisas.
  • Toda la reordenación u obras realizadas en Madrid bajo la batuta del actual consistorio han girado en torno a erradicar, a borrar el tráfico rodado particular a lo largo y ancho de toda la ciudad.
  • Un nuevo modelo de ciudad para el que debería haber existido el necesario consenso, dado el gran calado de los cambios introducidos que afectan de forma muy directa a toda la ciudadanía y, especialmente, a los sufridos conductores.

Dejando a un lado Madrid Central, lo cierto es que no hay barrio ni distrito de Madrid que se haya salvado de una polémica reordenación o remodelación. El ayuntamiento de Manuela Carmena no quiere coches circulando por Madrid.

Algo que no tendría mayor importancia si al menos se les dejara a esos mismos coches aparcar. Miles de plazas de aparcamiento se han esfumado de muchos distritos, y sirvan como ejemplo los de Usera o Carabanchel Bajo, para dar paso a aceras de desmesurada anchura. Lo curioso del caso es que por esas aceras apenas transitan peatones.

No son precisamente las aceras de la Gran Vía.  Eso sí, los que aparcaban en esas desaparecidas plazas han tenido que hacer encaje de bolillos para buscar nuevos sitios dónde estacionar.

Como ejemplo de obras de remodelación que han colapsado tanto el tráfico rodado como dificultado la circulación en general, además de generar graves problemas para los comerciantes y residentes de la zona, cabe citarse las realizadas en Carabanchel Bajo, en concreto en la Avenida de Oporto y aledaños. Las fotos que aparecen están tomadas en esta zona.

Tráfico en la Avenida de Oporto.

Madrid y los sufridos madrileños han tenido que soportar a lo largo de las últimas décadas multitud de obras. Unas necesarias y otras por capricho o a mayor gloria del regidor de turno, empecinado en quitar el título de “Mejor Alcalde de Madrid” a Carlos III. Si necesidad de recurrir a la chivata y a veces incómoda hemeroteca, recuerdo cuando se construyó  un pequeño bulevar en la madrileña calle del General Ricardos durante la etapa de Alvarez del Manzano como alcalde. Posteriormente hubo que retirar el mencionado bulevar porque apenas quedaba anchura para que dos vehículos pudieran circular con seguridad en paralelo, misión imposible si uno de los carriles era ocupado por un autobús. El porqué de su construcción solo puede achacarse a que alguien usó mal el metro, se equivocó a la hora de tomas las medidas.

El buen uso del dinero público

Alberto Ruiz-Gallardón, el conocido como alcalde faraón por sus grandiosas obras, pasará a la historia por el soterramiento de parte de la madrileña M-30 en forma de kilométricos túneles. Una obra cuyo astronómico importe fue motivo de polémica por los constantes incrementos, además de endeudar considerablemente el bolsillo de los madrileños. Que ha mejorado considerablemente la calidad de vida de los vecinos de la ribera del Manzanares es un hecho incuestionable, además de dar fluidez al tráfico. Pero también hay que reconocer que los atascos siguen produciéndose en las horas punta aunque no se vean desde la superficie.

A la hora de presupuestar grandes infraestructuras convendría ver con gran amplitud de miras los beneficios derivados y si realmente merece la pena hacer ese gasto. Tengo a veces la impresión que para las grandes y menos grandes corporaciones municipales el dinero público no tiene dueño, y así se lo transmiten a los contribuyentes. Todos sacan pecho, sobre todo durante las campañas, diciendo que han hecho multitud de cosas. No entran en más detalles, ni mucho menos explican que se ha hecho un uso racional de esos recursos públicos. El día que el contribuyente, más que darse cuenta, asimile que realmente es quien paga la “fiesta”, posiblemente cambiarán muchas cosas. Porque realmente impera lo que podría llamarse el nuevo despotismo ilustrado: “Todo para el pueblo, pero sin el pueblo” ahora bien,  con los dineros del pueblo. Esa es la gran diferencia. Nuestra clase dirigente debería ser consciente de que tiene contribuyentes, no súbditos, como los reyes de las monarquías absolutas.

Si las grandes obras han transformado Madrid, la llegada a la alcaldía de Manuela Carmena ha dado un giro de 180 grados a la ciudad. Porque más que una transformación se ha impuesto un nuevo modelo de ciudad, sin más. A los problemas del tráfico rodado, Ruiz-Gallardón respondió con acciones como la mencionada obra de los túneles de la M-30. La respuesta del actual consistorio madrileño a los problemas del tráfico es, sencillamente, acabar con el mismo mediante todo tipo de medidas para doblegar al conductor. Ningún distrito ni barrio de la capital se ha salvado. Obras ya ejecutadas, en ejecución o en proyecto.

Un nuevo modelo de ciudad

Un nuevo modelo de ciudad, una transformación radical sin preguntar a los protagonistas: los ciudadanos que la habitan. Curiosamente, el ayuntamiento madrileño quiso hacer partícipe a la ciudadanía a la hora de remodelar la Plaza de España, pero no les pregunta a la hora de anular carriles para la circulación, de ampliar hasta límites absurdos la anchura de algunas aceras o bien acometer la construcción de una extensa red de carriles para bicicletas a lo largo y ancho de la ciudad.

 

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No tienen sentido aceras tan anchas, por las que apenas transitan peatones. Como consecuencia menos espacio para el tráfico rodado y eliminación de plazas de aparcamiento.

De una ciudad que no está preparada para ello. La realidad, como es tozuda, está demostrando la inutilidad de buena parte de estos carriles, vacíos la mayor parte del tiempo, sin usuarios. Porque una cosa es el noble deporte del ciclismo y otra bien distinta utilizar la bicicleta como medio de transporte. En una ciudad como Madrid, no plana precisamente y con temperaturas extremas en los meses de verano, nadie se aventura a llegar a su trabajo completamente sudado.

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Carril bici de la Avenida de Oporto totalmente vacío, sin usuarios. En contraposición, el tráfico colapsado.

Para dar este giro radical a la nueva configuración de la mayor parte de calles y avenidas, el ayuntamiento madrileño ha utilizado el acicate del medio ambiente y la rimbombantemente llamada movilidad sostenible. Lo del medio ambiente es algo muy serio y no debería utilizarse como moneda de pago corriente para todo. Dicen que Madrid Central ha hecho posible respirar un aire tan puro como el de la sierra. Perfecto, pero no debería ser a costa de desplazar la contaminación hacia otras zonas de la ciudad, como está ocurriendo.

Es evidente que hay que racionalizar el uso del automóvil particular en las grandes ciudades, pero no acabar con él, como pretende el consistorio de Carmena. Hay que convencer al ciudadano con un trasporte público de calidad para barajar alternativas a los desplazamientos en vehículo privado, sobre todo a lo hora de ir a trabajar. El metro de Madrid goza de una magnífica infraestructura, tiene desplegada una gran red, ya construida. Está hecho lo más difícil y costoso. Pero la cadencia en horas punta es sencillamente impresentable. Creo que comprar más trenes e implementar las medidas de seguridad pertinentes para aumentar su frecuencia en horas punta es menos costoso que crear la propia infraestructura. Habría que hacerlo. El ciudadano, el pasajero merece un respeto. No se puede viajar como sardinas en lata.

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El metro de Madrid debería aumentar la cadencia en horas punta para garantizar un transporte cómodo y de calidad. Cuenta con una amplia red.

Una cuestión de civismo

La auténtica clave debería pasar por potenciar el metro por la gran cantidad de personas que puede transportar de forma rápida y segura (a veces también cómoda). Esta clave debería ser parte de la espina dorsal a la hora de buscar la movilidad sostenible en una ciudad de gran tamaño, como es Madrid.  Porque basar la movilidad sostenible en el uso de bicicletas y patinetes eléctricos creo que es un error de gran calado por parte del ayuntamiento. Estos vehículos no deberían mezclarse nunca con el tráfico de automóviles. Se quiera o no es como tratar de mezclar agua con aceite. Aparte de la velocidad, su volumen es incompatible. Son difíciles de detectar en el tráfico rodado. Además existe un problema añadido. Tenemos que admitir que sufrimos un grave problema de civismo, de convivencia. Admitiendo que hay una mayoría de ciudadanos que si respeta las normas de convivencia, resulta que hay una minoría muy mayoritaria que no lo hace. En un tanque de cien litros con agua clara, tan solo unas gotas de colorante son suficientes para que adquiera color.

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Todo un ejemplo de civismo. Carril bici vacío y una bicicleta circulando por  un carril para vehículos.

Lo debería saber la clase dirigente: el respeto es la piedra angular de la convivencia, aunque una gran parte de esta clase no predique precisamente con el ejemplo. El mayor de mis respetos para los que hacen un uso racional y respetuoso tanto de patinetes eléctricos como de bicicletas. Pero otra vez la realidad se impone. Estas  tendencias, tan de moda, constituyen una especie de efecto llamada para algunos descerebrados (las gotas de colorante anteriormente citadas) que en cualquier momento pueden dar el gran susto de su vida o directamente buscarle la ruina a un conductor. Una vez más, los responsables municipales tienen su parte de culpa. En su demonización hacia el automóvil parece que han otorgado a los recién llegados una especie de derecho de pernada, por no decir licencia para matarse. Pero si es intrínseco el peligro que se deriva de la circulación de patinetes entre automóviles, autobuses, camiones o furgonetas, también es una práctica de riesgo su circulación por las aceras. Sobre todo para el peatón.

Remodelación de la Avenida de Oporto y aledaños

Como ejemplo de transformación de un barrio de Madrid, las obras de remodelación efectuadas en la Avenida de Oporto o como colapsar el tráfico e incomodar de diversas formas a residentes, transeúntes o comerciantes. De los cuatro carriles con que contaba la mencionada avenida, dos en cada sentido, solo quedaron dos en sentido Plaza Elíptica. Los otros dos se anularon para construir un carril para bicicletas.  Como alternativa para la circulación de vehículos en sentido inverso al de Plaza Elíptica se habilitó la Calle de la Vía. Un auténtico despropósito tanto por anchura como por su trazado. Curiosamente el carril de bicicletas no tiene usuarios, está infrautilizado. Mejor dicho, es la alternativa utilizada por los servicios de emergencia, bomberos, ambulancias o policía. Saben que si se meten por la Calle de la Vía posiblemente se queden bloqueados. Así pues, prefieren el carril bici y por dirección prohibida

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Muy peligroso el carril bici de Avenida de Oporto tanto para los propios ciclistas (que no los hay) como para los conductores a la hora de incorporarse a la circulación, tras abandonar el aparcamiento.

Pero son tantos los despropósitos, que cabe preguntarse si realmente se ha buscado hacerlo así para persuadir a los conductores a no utilizar el coche. Dada la restricción de carriles en la Avenida de Oporto, las colas de automóviles en sentido Plaza Elíptica son interminables en horas punta. Contando con que muchos automovilistas, conocedores del problema, eligen otra ruta alternativa para sus desplazamientos por miedo a quedarse bloqueados y no llegar a tiempo.

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La remodelación de la Avenida de Oporto ha traído como consecuencia el colapso circulatorio en sentido Plaza Elíptica.

Hay cruces e intersecciones en las que los conductores de autobuses tienen que hilar muy fino para girar, fruto de la invasión de las aceras al asfalto en estas áreas. En vez de achaflanar estas zonas se hace justo lo contrario. Por no hablar de giros que comprometen la propia seguridad vial.

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Auténticos juegos malabares tienen que hacer los conductores de autobuses que circulan por la Avenida de Oporto al girar para incorporarse a Camino Viejo de Leganés. 

Lo último ha sido la reciente habilitación de un carril para autobuses en Vía Lusitana, desde Plaza Elíptica hasta su intersección con la Avenida de los Poblados. No suscitaría ninguna polémica si pasara el suficiente flujo de autobuses, que no es el caso. Está, como el carril bici de la Avenida de Oporto, infrautilizado. Eso si, hay atasco garantizado al aproximarse a la Avenida de los Poblados. Lógico, al dejar para el tráfico particular un solo carril de los dos que había.

De lo bacheada que está toda esta zona de Carabanchel Bajo (y otras muchas de la capital) mejor no hablar. Para qué hablar de Seguridad Vial si los responsables de todo este despropósito no saben lo que es o no quieren enterarse.  Deberían distinguir entre baches y socavones, y que el socavón es muy peligroso porque puede dañar de forma irreversible una cubierta. Daño que queda latente y puede provocar un grave accidente. Pero este es un tema para otra ocasión.

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