Del perro del hortelano al parto de los montes

Observo a columnistas de algunos medios de relumbrón oficiales que, con la objetividad que les es habitual comentan la postura del PP y VOX en el asunto de la "reformita laboral" del PSOE y cuestionando de paso la idoneidad de Casado para presidir al PP por ausencia de una ideología marcadora de diferencias junto a un plan de regeneración, cuestiones muy importantes que, sin embargo, tampoco percibo en el resto de formaciones políticas. Ello con el resultado especialmente chocante de una especial y selectiva inquina contra este dirigente del PP abriendo la veda para su lapidación tal como sucede en la película "La vida de Brian" con el empleo de una enorme roca que no piedras o cantos rodados para destruirle y enterrarle. 

En paralelo, la popular sentencia que los enemigos que no los adversarios suelen estar en el entorno más cercano, se confirma en un PP por momentos aparentemente ingobernable entre otras razones por la inoportuna colaboración de un expresidente y "otros y otras" con afán de "ayudarle a bien morir", lo que el PP pagará muy caro para satisfacción de quien encabeza el actual Gobierno y otros dirigentes que padecemos.

Unos dirigentes no concernidos por "el pecado del orgullo", tronco de la ambición desmedida, de la impostura y la "mentira consciente" que se atribuyen con desahogo haber alcanzado un poder ayuno de autoridad por méritos propios, ello en contradicción con quienes por edad y experiencia vital entendemos que solo la formación académica "sin trampas o atajos", el trabajo profesional bien hecho, el sacrificio ilusionante e incluso el talento, son cualidades exigibles al gobernante en función del bienestar de los gobernados, que no de sus prebendas.

Tres hechos han llamado mi atención en estos días, que no así sus protagonistas, el primero Aznar que, como "perro del hortelano" y utilizando como principal espolón a mi admirada Álvarez de Toledo (pena de talento malgastado) con el objetivo de ser "frasco de esencias y reinona" del PP removiendo la tierra debajo de los pies de quienes le "sucedieron" por estimar no es objeto de la pleitesía debida a su por siempre egregia autoridad. 

Una presidenta del Congreso cuyo último resbalón negando a un diputado del pueblo español él voto presencial en el Parlamento con motivo de la Nueva Reforma Laboral que, consciente existía una contradicción o anomalía al haberlo emitido telemáticamente, intentó sin éxito corregir in situ la verdadera intención de su voto antes que comenzara la votación, derecho que le fue denegado alegando la presidenta que la Mesa así lo había acordado, un hecho que entiendo gravísimo si como parece ha mentido a los ciudadanos representados en el Parlamento que dice presidir y evidenciando no es ella quien realmente lo preside.

El tercer lugar la ponderadísima vicepresidenta segunda y ministra de Trabajo, heredera por designación digital de un vicepresidente del Gobierno de España que en acto digamos benévolamente inconsciente, acredita un infantil cretinismo confesando que “no necesita mentir porque ya no es político" (¿Pero en qué manos hemos estado y en qué manos seguimos estando?). Todo indica que en de una ministra que al parecer no conoce la fábula de Esopo "El parto de los montes" según la cual a punto de dar a luz, todo un acontecimiento extraordinario anunciado con todo tipo de propaganda culminó con el parto de un ratoncito, hecho similar a su "reformita laboral".

No obstante bien está si dicha abogada laboralista, espolón de unos mortecinos sindicatos a los que este Gobierno ha dado vidilla con el néctar de nuestros dineros, le ha dado la oportunidad de aprender, "nunca es tarde", que la política es más complicada que los conocimientos exigibles que se le suponen del Estatuto de los Trabajadores para asuntos referidos a indemnizaciones por despido, sean procedentes, improcedentes, nulos u objetivos, cuestión de la que a título personal, “nunca se sabe”, debería tomar buena nota.