La persona es lo importante
Una de las tragedias que arrastra nuestra cultura es la negación del dolor y con él, su sentido y propósito. La adversidad y los accidentes integran el trayecto vital del hombre. Excluirlo, amputaría una dimensión que condiciona conductas y finalidades, crea expectativas y proyectos, produce madurez y es un camino que te descubre como persona. El sufrimiento como experiencia modela el carácter de la persona y la hace menos egoísta y compasivo con los demás.
El dolor de Werther, de von Goethe, le abrió un conocimiento más amplio de la realidad a través de la reflexión. En la carta de 22 de agosto, escribe: «cuando el hombre no se encuentra a sí mismo, no encuentra nada». Pero cuando se encuentra a sí mismo es capaz de superar cualquier adversidad.
Comenta Konrad Lorenz que muchas personas tras intentar suicidarse y quedar con lesiones muy severas como la rotura de la columna encontraron una razón poderosa para seguir viviendo con una plenitud antes desconocida1.
Sustraerse a cualquier tipo de sufrimiento implica obviar un parte esencial de la vida humana con efectos varios. De entre ellos, la dificultad, cada vez mayor, para alcanzar emociones estimulantes, creando un universo abúlico, una estacionalidad mental inamovible que desemboca en la anomia.
Precisamente el dolor es lo que ha generado desde hace muchos siglos la creación de unos derechos del hombre. Reconocer una esfera jurídica inviolable que mantenga a la personan protegida frente a injerencias de otros, sean personas, sean instituciones.
A pesar de ello, no existe una consolidación de un mínimo ético a través de los tiempos. El instinto del hombre no nace civilizado, sino que se educa. Y esa actividad con ese resultado es lo que diferencia las sociedades civilizadas de las bárbaras.
Extraemos de los textos internacionales una serie de valores, principios y derechos asumidos por las sociedades de Occidente. Los reconocidos en la Declaración Universal de los Derechos Humanos de 1948 o en la Carta de Derechos Fundamentales de la Unión Europea de 2000, publicada en el BOE de 2010 son un referente importante para construir un futuro sobre un auténtico humanismo.
Para Inglehart los valores de la sociedad contemporánea son los propios del posmaterialismo producto del bienestar material y seguridad física2. Concurren valores clásicos junto a principios de nuevo cuño forjados a la sombra del desarrollo económico y, por capilaridad, al desarrollo social. Una enumeración de valores y de principios que no pretende ser exhaustiva, diferenciamos:
Rechazo de la enfermedad y el dolor. |
Hedonismo individualista (derivado del postmodernismo). |
Racionalidad. |
Universalismo. |
Rechazo de la vejez3. |
Relativismo |
Ecologismo. |
Libertad sin restricciones. |
Sobrevaloración de la apariencia. |
Rechazo de la disciplina. |
Autoexpresión. |
Calidad de vida |
Rechazo de la muerte4. |
Reforzamiento del yo individual. |
Quiebra del orden y la confianza y con ello miedo, recelo y suspicacia. |
Desencanto en los líderes sociales que conduce a la ansiedad y que se mitiga recurriendo al pasado. |
Consumismo |
Relajamiento institucional e inhibición de la sociedad5.Trivialización de la religión y de la presencia de Dios en la vida6. |
Percepción del riesgo no controlado que motiva inseguridad. |
Quiebra del orden y la confianza y con ello miedo, recelo y suspicacia. |
La sociología ha detectado que los jóvenes que han crecido en un ambiente de seguridad económica desarrollan mayor identificación con valores idealistas en perjuicio de los materialistas que prosperaran en escenarios de inseguridad.
Sobre esta tesis fácil es comprender lo complejo que resulta ofrecer unos valores comunes. La relación existente entre valores sociales y la situación económica de la persona condiciona la preferencia entre unos y otros.
Esta variable cabe explicarla por la teoría de la motivación de A.H. Maslow que fundamenta la teoría del comportamiento 7. Defiende que las necesidades humanas se encuentran organizadas en niveles en una jerarquía de importancia y de influencia. La jerarquía se visualiza como una pirámide en donde las necesidades primarias (fisiológicas o vitales) constituyen la base y en la cima en encuentran necesidades más elevadas (necesidad de autorrealización).
Los valores clásicos han permitido alcanzar un alto grado de civilización, impidiendo la barbarie y un derrumbe del conocimiento elaborado durante tantos siglos. Los creados por el postmodernismo: hedonismo, consumismo, libertad sin responsabilidad, relativismo, al prescindir del valor persona sucumben ante una cruenta insolidaridad que atomiza la sociedad.
Atendiendo a las reflexiones de Joan A. Martínez en su recensión a un estudio de Romanet y Aguirre8, el miedo al futuro y el desamparo dibujó un panorama construido sobre las siguientes características:
a) Regresión intelectual debida al ascenso del irracionalismo.
b) Vulgarización y uniformización de los contenidos culturales en pro de los intereses comerciales.
c) Relativismo cultural que, bajo la coartada de defender la multiplicidad de culturas, atomiza los valores y socava la idea de unos derechos humanos universalmente válidos, amenazando incluso a los ya reconocidos e instituidos.
d) Búsqueda de identidad por el desarraigo general que motiva una crisis conceptual e intelectual.
e) Progreso material sin progreso moral.
f) Futuro social sin ética humanista, justicia y verdad.
A las que debe añadirse: Ocultamiento del sufrimiento.
Esta situación se ha agudizado en la actualidad por la presencia de las llamadas identity politics o políticas de identidad en algunas universidades norteamericanas y europeas e instituciones o corporaciones de distinta naturaleza. Tienen como denominador común la negación del bagaje de la cultura occidental, aquel que emana del racionalismo ilustrado del
S. XVIII y el pensamiento greco-romano.
La negación sistemática de estos principios conduce a escenarios inéditos y preocupantes que provocan, con frecuencia, una merma de los Derechos Humanos y una degradación de la democracia.
Todo ello puede llevarnos a reflexionar que una sociedad que rechace el dolor no puede producir sino construcciones ficticias que, paradójicamente, solo crean sufrimiento.
Una sincronía entre los derechos del hombre y los valores sociales que surjan es lo único que puede proteger en el presente la dignidad de la persona en el mundo y para un futuro.
1Lorenz, K., (1973): Los ocho pecados mortales de la humanidad civilizada, Plaza&Janes. Barcelona , p.55.
2Inglehart, R., (1991): El cambio cultural en las sociedades industriales avanzadas, Siglo XXI, Madrid y Torcal Loriente, M., (1992): Análisis dimensional y estudio de valores: el cambio cultural en España, Revista Española de Investigaciones Sociológicas, 58.
3 Nieto Piñerova, J.A., (1981): « En torno a “perspectiva” sociológica de la vejez », Revista Española de Investigaciones Sociológicas, 18.
4 Elias, N., (2020): La soledad de los moribundos, FCE.
5 Pérez de Guzmán, T.,(1995): « La sociedad refleja », Revista Española de Investigaciones Sociológicas, 69.
6 Cabe recordar las advertencias que entre otros autores realiza Kaps, J.,(1962) « Die Tragüdie Schlesiens 1945/46. Dokumente. Deutscher Taschenbuch Verlag», t.V, Munchen, tras las deportaciones de alemanes de la Silesia: «Un mundo sin Dios cae en el desorden, acaba con la dignidad del hombre y se destruye a sí mismo […] ».
7 Maslow, A., (1954): Motivación y personalidad, Harper & Row, Publishers, Nueva York, referenciado por Chiavenato, I.,(2006): Introducción a la teoría general de la administración , 7ª edic., McGrawHill, México, 284-5 .
8 Martínez, J.A., recensión sobre Aguirre, M., y Ramonet,(1998): Rebeldes, dioses y excluidos. Para comprender el fin del milenio, Icaria, col . Barcelona,.