Santiago en la milenaria historia de España

España.
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Yo recuerdo en aquellos años de niñez los comentarios de mi abuelo sobre el apóstol. Como buen coruñés le profesaba un gran cariño, una profunda admiración, sin tibiezas, sin claroscuros. Y lo cierto es que su lealtad fue íntegra, tanto en los malos, como en los buenos momentos con que la vida ameniza la existencia de cada hombre.

La presencia del apóstol en aquellas tierras, desde tiempo inmemorial, creo que esculpió el alma de sus gentes y su visión del mundo. Les confirió una preeminencia espiritual, como pueblo ungido por esta gracia divina, si así podemos explicarlo. Porque yo considero que existe una relación directa entre la diáspora de las sagradas reliquias desde Israel hasta Iría Flavia [(Padrón), (Coruña)] con el carácter explorador y viajero de los hijos de Galicia hacia cualquier punto del mundo.

El 25 de julio fue la festividad del apóstol Santiago el Mayor, patrón de España y patriarca de Galicia. Conocido también como Boanerges o hijo del trueno, por su carácter vehemente e impetuoso en la defensa de sus principios y en la lucha contra las adversidades.

Santiago el Mayor o el Viejo, también es conocido en España por otros nombres, como Jacobo, Diego, Jaime y Yago.

Procede del semítico Iakoov, que significa «a quien el Eterno protege». En latín se tradujo como Iacobus y se santificó como Sanctus Iacobus que devino por el uso en Sant Iacob, en español evolucionó a Santiago.

La tradición secular habla de su llegada a la Hispania romana para evangelizarla, visitando Zaragoza y especialmente Galicia. De regreso a Israel, fue decapitado por Herodes Agripa I, rey de   Judea y Samaria, hacia el año 44 d. C..

Sus discípulos, Teodoro y Atanasio, llevaron sus reliquias a Galicia. El viaje comienza en Haifa (Israel) con destino al puerto de Iría Flavia en Padrón (Coruña). Este encantador pueblo es, desde luego, un punto esencial en toda la historia jacobea. Su protagonismo en la traslación del cuerpo, como Portus apostoli, o puerto en donde fueron desembarcados los restos de Santiago, se encuentra documentado en el Códice Calixtino y en tradiciones medievales. Las investigaciones arqueológicas con georradar 3D y 2D realizadas en 2021 parecen conferir credibilidad a esta hipótesis.

Desde Padrón fue trasladado a un lugar en donde fue enterrada el arca marmórica que contenía los restos del apóstol (alejándonos de debates intensos sobre el significado de la expresión Achaia Marmarica).  Se cree que fue inhumado un 25 de julio, como cita el Brevarium Apostolorium, entre la espesura del monte Liberon. Fue descubierto siglos después por un eremita llamado Paio, sobre el año 813.

A pesar de que España era considerada como la última tierra conocida, el extremo de Occidente es citada en los Hechos de los Apóstoles. En el capítulo XV de la Carta a los Romanos, se nombra no como Iberia sino como Spaniae. Es un hecho para mi relevante porque atribuye al nombre de nuestra nación el esplendor que solo los siglos y el tiempo pueden conferir.

Desde los tempranos siglos de la era cristiana, se extendió por España la creencia de la evangelización de Santiago.

La tradición oral comienza en la era visigoda. Es citada en el Misal gótico, nombrada por el profeta Nahum y en documentos de los padres Toledanos.

Explícito fue el mensaje del beato de Liébana que en el año 776, en su obra Comentario al apocalipsis, declara sin equívocos la evangelización de Santiago. Se cumple, de este modo, la profecía de que las palabras de los apóstoles llegarían hasta los confines de la tierra.

La invasión musulmana se inicia con la incursión de un ejército de, al menos, 18.000 hombres pertenecientes al califato Omeya capitaneado por Tariq ibn Ziyad. Cruza el Estrecho desde la ciudad romana de Ceuta gobernada por el conde don Julián y desembarca en Algeciras.

En el año 711 se produce, cerca de Arcos de la Frontera, la batalla de Guadalete o batalla de la laguna de La Janda o del río Barbate. Una batalla en donde lucharon visigodos contra árabes y visigodos de Rodrigo contra visigodos de Witiza.

La derrota en Guadalete permitió una conquista califal rápida que termina en el año 715 con la ocupación de prácticamente toda la Península.

Mucho se ha analizado esta hecatombe, sus causas, los motivos que permitieron una irrupción tan profunda como exenta de oposición y resistencia. 

Los Concilios de Toledo recogen debates y reflexiones que demuestran una degradación de la vida privada y pública en la sociedad. Las gentes, amparadas en las formas de unas leyes elaboradas por ecuánimes doctores, las practican y ejecutan de modo perverso y aberrante.

Además de los vicios propios de un pueblo dado a la codicia y al hedonismo, fructificó la banalización de la palabra dada y el compromiso asumido. La infidelidad a lo firmado en los contratos generó una desconfianza entre la población que frustró todo proyecto y empresa constructiva de cierta entidad. La infamia, la falsedad, la mentira y la ofensa eran artes que se practicaban con tóxica naturalidad rompiendo toda convivencia.

La sociedad se atomizó y la idea de unidad territorial, la conciencia de nación quebró porque los valores y principios desaparecieron. Surgen entonces grupos definidos y concretos que defienden intereses particulares, propios y excluyentes y no generales. Surgen rebeliones y enfrentamientos bélicos que agudizan un dolor largamente soportado por tanta crueldad y tanto libertinaje. Y un último signo de hundimiento y desesperación: el suicidio de la gente.

La Iglesia plasma estas situaciones en el canon IV del Concilio VII; cánones IV, V y VI del Concilio VIII; canon IV del Concilio XVI y en el Concilio XVII se plasma la siguiente pregunta reveladora de una situación caótica: ¿Quid leges sine moribus vanae proficiunt? (¿De qué sirven las leyes sin moral?) …

La reacción de unos pocos cristianos ante la contundencia de la conquista árabe tuvo, en la batalla de Covadonga, una respuesta decidida, aunque discreta, por el reducido número de contingentes militares en combate. Su repercusión en el escenario bélico fue más emocional que material, pero, como se sabe, lo emotivo es un factor estimulante en toda lucha. Todo ello facilitó a Pelayo instaurar el reino de Asturias y situar en Oviedo la capital de España.

Una de las consecuencias de la conquista árabe fue la distinción de dos bandos: los musulmanes y los cristianos, pero si esta división acabó con las tensiones entre visigodos e hispanos, a lo largo de la reconquista no pocos árabes sirvieron a los cristianos, como cristianos auxiliaron a caudillos musulmanes.  Y lo que es más importante, las ciudades de nuevo conquistadas reconocían libertades muy nítidas para los árabes, creando un espacio de entendimiento y convivencia pacífica. Ejemplo de ello lo encontramos en la recuperada ciudad de Toledo en el s. XI por Alfonso VI.

El descubrimiento de la tumba del apóstol Santiago en el s. IX, en el año 813, por el ermitaño Paio, determinó no solo la creación de la ciudad de Santiago de Compostela y la construcción de una pequeña iglesia por mandato de Alfonso II El Casto. Además, Compostela se convirtió en un centro de peregrinación y un referente espiritual de Europa, del incipiente Occidente que se encontraba en gestación.

El acontecimiento supuso un estímulo recio para comenzar la reconquista del reino perdido. Santiago se convirtió en patrono de la hazaña, de muy distintas maneras, unas veces por la fe de los españoles, otras por ser admitidas con profunda devoción manifestaciones espirituales del apóstol socorriendo al ejército en lances complejos.

El saqueo y destrucción de Compostela por Almanzor en el año 997 conmocionó a la cristiandad. Pero la noticia de que el caudillo musulmán derribara la iglesia; aun así, respetase el sepulcro del apóstol asombró a los españoles.  No era frecuente que los templos cristianos merecieran alguna consideración, no obstante Almanzor aplicó aquel precepto del Corán que ordena venerar a los profetas y santos y sus mausoleos. Ello quiere decir que la fama del apóstol Santiago era pública y notoriamente conocida.

Sea en los campos de Albelda o Clavijo en 844, sea en la batalla de las Navas de Tolosa en 1212, sea en la batalla del Salado en 1340, la presencia del apóstol siempre fue concluyente.

Hay que matizar que Santiago no fue un santo anti musulmán, lo más correcto es decir que fue un santo protector de España. Cuando los normandos penetraron por la ría de Arousa atacaron Iría Flavia y los territorios contiguos durante tres años. Compostela, distante 22 km de Iría Flavia, fue abandonada por sus ciudadanos y se suplicó por el obispo Adulfo I la intervención del apóstol contra los invasores daneses.

Entre otros propósitos, los atacantes pretendían hacerse con el sarcófago del santo y con ello frustrar el gozo cristiano de su hallazgo. Esta acción borraría el renacimiento de un lugar referente para la fe porque Tierra Santa se encontraba bajo el dominio árabe y en disputa por las cruzadas cristinas.

Ya desde estas tempranas fechas era considerada Compostela un sitio tan santo como Roma. Estos hechos vienen documentados en la Crónica Iriense del s. XI.

Santiago fue considerado patrono de España, de hecho, desde los primeros años de la reconquista y, oficialmente proclamado por el rey Felipe IV en 1643, que instituye una ofrenda floral cada 25 de julio.

Las Cortes españoles crean, en 1646, una segunda ofrenda del reino al apóstol, cada año, el día 30 de noviembre.  Se conmemora con ello la traslación de los restos de Santiago desde Jerusalén a España.

El fraile Yanguas y Mateo, en un pregón pronunciado en la catedral de Tudela en 1749 y que adquirió cierta fama porque sintetiza la creencia general sobre el apóstol, dijo: «[…] Patrón que nos ha colmado de innumerables beneficios. Protector que siempre ha velado en defensa de España, ha sido siempre refugio y consuelo de los españoles, los ha librado prodigiosamente de sus enemigos y es al presente nuestra esperanza y asilo contra bárbaros que nos quieren perder […]».

Hubo extraordinarios reyes, como Fernando III, que recuperó grandes extensiones de territorio como ningún otro monarca hizo. Su prudencia, humanidad e ingenio promovió un avance continuo y progresivo sobre tierras y regiones perdidas. Se llamó así mismo alférez del Señor Santiago.

Era frecuente el grito de combate, talismán de la victoria, como escriben los poetas: «Santiago y cierra España» en todas las cargas o acometidas de los ejércitos. Se data el origen de esta frase en la legendaria batalla de Clavijo y al rey Ramito I sobre el año 842 (la imprecisión del nombre y lugar de una batalla no implica la inexistencia de combates).

Es usado también en contiendas como las Navas de Tolosa, épica batalla a la altura de la batalla de Poitiers del año 732 en Francia, porque en las Navas, dos civilizaciones, dos concepciones del mundo, se enfrentaron.

El lema fue repetido en cada acometida bélica desde aquel entonces, tanto en España, pero también en América, especialmente con algunas etnias muy belicosas, rebeldes a la voluntad española.

Los tercios de infantería española lo usaban frecuentemente.  Queda documentado el uso de este lema de combate en la batalla de Nördlingen en 1634 contra el ejército sueco al mando del mariscal Horn. Participaron en la misma los tercios españoles de Martín de Idiáquez, de Gaspar de Toralto y el del conde de Fuenclara. Además de las tropas de Gerardo de Gambacorta y las imperiales de Octavio Piccolomini, cuatro tercios napolitanos y tres de Lombardía, junto a dos regimientos de infantería alemanes.

Fue una batalla decisiva para España para obtener la victoria en la Guerra de los Treinta Años.

Queda plasmado en el himno del arma de caballería en donde el 20 de julio de 1846 se designó a Santiago El Mayor como patrón, decisión ratificada el 20 de julio de 1892.  El lema queda recogido en el himno en las siguientes estrofas:

«[…] Vais a la muerte

con alegría

con el galope

de la Caballería.

 

Un grito pone

fin a la hazaña,

con nuestro lema:

Santiago y cierra España»

 

El significado de cerrar es guardar, pero también posee otro, el de acometer con denuedo. El Diccionario de la Real Academia de la Lengua, en su acepción 32, entiende por cerrar: trabar batalla, embestir, acometer. Es un lema de lucha y muerte; sin embargo, también de lucha y libertad.

Como hemos expuesto en este breve estudio, la incidencia de Santiago en España es profundamente histórica y decisiva y universalmente admitida.

El apóstol mantiene su vigencia en los miles de peregrinos que cada año, como sucede desde hace más de un milenio, penetran en los bosques de castaños y robles de Galicia para testimoniar una fe, para hallar un camino, encontrar una estrella que ilumine esas noches que se ciernen sobre las esperanzas e ilusiones que los sueños nos inspiran.

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