Seres humanos y carné de garantía

Haber gestionado lo mejor posible aquello que a su entender y posiblemente por miedo, también era inevitable

Seres humanos y carné de garantía.

Se troquelaron hace muchos años en mi mente adolescente los términos "etica y moral", palabras que correspondiendo a conceptos y cuestiones diferentes son en ocasiones coincidentes. Ocurrió con la lectura de "El cardenal", novela posteriormente llevada en 1963 al cine y cuyo protagonista, un sacerdote presionado por un entorno familiar católico y también, en mi opinión, por su convicción del derecho a nacer de un niño y "seguir viviendo" fuera del vientre de la madre. Tomó por ello la dura decisión de salvar el bebé esperado a costa de la vida de la parturienta, en este caso su hermana, conociendo que en su estado no podria soportar la cesárea imprescindible para la extracción, desgarradora decisión que muchos no compartirán y que le acompañó siempre.

En paralelo al relato anterior y el transcurso de los años, he aprendido que el término "controvertido" viene empleándose en muchos casos para justificar o tratar de explicar a quienes somos "mortales normales" cuestiones simples como si las mismas fueran complejas, requiriendo ello de un exceso de explicación que interesadamente denominan "controvertidas". Así ocurre entre ciencia y la "moral o costumbre", esquema que en muchos casos siguen caminos paralelos, pero divergentes.

Con tal esquema, se ha extendido el mantra que son las mujeres quienes por considerarse "dueñas de sus cuerpos" entienden es su derecho echar afuera del útero a un ser "no nacido" que se encuentra conectado a ellas en espera de su maduración definitiva, proceso en que subyace la pretensión que los varones no tengan tan siquiera el derecho a opinar.

Creo se trata de un asunto claro de divergencia ya explicado de manera que, "acortado" el tiempo en que los medios técnico-científicos certifican de la existencia de cuanto menos "vida animal humana" desde el mismo momento de la fecundación del óvulo, también inversamente se alarga el momento de poder abortar al no nacido de su transitoria fuente de vida.

Opino por ello "demagógica" la expresión de algunas mujeres en el asunto concreto del aborto ante el derecho dicen a disponer del propio cuerpo, cuestión que aparco por no ser el motivo central del presente artículo y dejando a su personal arbitrio la disposición solamente del suyo propio, pero jamás en supuesto alguno del derecho como dicen a disponer de la vida, o peor de la muerte de un "ser humano vivo" habitante temporal en su matriz y carente de mínima posibilidad de defensa.

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Estimo es momento de introducir la cuestión absolutamente imprescindible del concepto "persona" que exige "estar dotado de razón, ser consciente de sí mismo y poseedor de una identidad propia", razones todas interesadas con la que concluiría el presente ensayo. Sin embargo la cuestión es muy diferente por ser evidente está motivada y sostenida por una recreación leguleya de juristas y filósofos que a muchos indocumentados como confieso es mi caso pudiera convencer, constituyendo en realidad un parapeto absolutamente insuficiente, además de absurdo justificatorio para terminar con la existencia de una vida humana con pátina y matices jurídicos, políticos, culturales y antropológicos sencillamente aberrantes, además de amorales.

Se establecieron leyes que en un primer estadio y en tanto había mujeres que abortaban en situaciones dramáticas para ellas y/o su entorno, ya fueran casos de violación, de menores, disminuidas psíquicas y otros en los que se evidenciaban patologías graves en el no nacido o peligro para la madre, lo que conllevaba en muchos casos y fundamentalmente a quienes económicamente se lo podían permitir viajes a países donde el aborto era entonces un derecho y, poder así ejecutar la acción en ambientes con cierta cobertura sanitaria, siendo no obstante un hecho evidente que por vía penal jamás se produjeron casos de ingreso en prisión.

Siguieron otras leyes llamadas de plazos con la intención de sustituir la despenalización por el derecho de la madre para, "en determinados supuestos" poder deshacerse del no nacido, cuestión que paulatinamente ha ido degenerando en lo que a día de hoy y por vía de los hechos es ya derecho real al considerar a la mujer dueña del ser vivo y humano que habita en ella, cuestión que me lleva a afirmar que salvando casos muy desgraciados ya mencionados, llevan a olvidar "que todo acto de una persona consciente tiene consecuencias que debe asumir"

Es mi opinión se trata de un asunto que ha devenido, "para mal", en pura y dura ideología y que afecta igualmente a madres y mujeres pertenecientes a la casta política y, a un mal entendido feminismo que defiende la interrupción del embarazo con el "dinero de todas y todos" procedente de nuestros impuestos, fondos empleados desde sus departamentos gubernamentales en chiringuitos que mejor llamar agencias de colocación para sus incondicionales adeptos, dinero que se debiera emplear en mitigar el sufrimiento de niños nacidos con graves patologías y a sus madres en una crianza que les es en la práctica muy complicada, lo que hace me pregunte lo que pensarán contemplando a sus propios hijos que nunca hubieran personas de haber tomado tal decisión cuando se encontraban dentro de su vientre.

Nadie, con los medios actuales puede hoy negar la existencia de vida desde el momento en que el óvulo es fecundado por un espermatozoide, por lo que concedido el beneficio de la duda si es o no persona, desde luego humano si es y, en esta época donde nadie defiende la pena de muerte de ningún reo en supuesto alguno, entiendo que toda circunstacia hay que defender y respetar la vida y, jamás cortar el cable que mantiene vivo a un reo y preso tan especial.

En definitiva y este es el nudo gordiano de la cuestión, me niego a reconocer en razón de la ley natural todo razonamiento que intente justificar la muerte ante la "duda sea o no persona de un no nacido" por quienes justamente proclaman, por injustificable, la pena de muerte de todo ser humano sea cual sea su delito, ante la imposible restauración de la vida de un reo que fuera inocente.

Dicho de otra forma y conocida la capacidad de asimilación y adaptación de nuestra moral a la medida del hedonismo galopante, esa ideología diabólica que nos sumerge en un intento permanente de placer por el placer así como la justificación en la anulación de cuánto suponga sacrificio. Ello llevará en el futuro a que los no nacidos vengan provistos en su alumbramiento un carné a modo de los vehículos de "amplificación de la garantía" contra defectos ocultos en el proceso de fabricación. Plazos que transcurrido un tiempo razonable y más experiencia se irán ajustando estableciendo periodos de ejecución de los "ya nacidos" en los que, con el tiempo, aflorarán diversas patologías consustanciales a la edad.

Estos periodos de garantía serán objeto de ampliación, de manera que siendo estadísticamente un hecho objetivo que con la edad se acrecienta la aparición de ciertas enfermedades invalidantes, lo que haría aconsejable aplicarles la "eutanasia", proceso paralelo con criterios similares a los niños abortados al entenderse han dejado de ser conscientes de su existencia y de no ser "razonables" y por ello sin identidad propia, "todo ello con el añadido del sufrimiento que producen en su entorno y ser carísimo su mantenimiento".

Deseo encarecidamente y por último aclarar que el presente artículo, siendo en efecto un alegato contra el aborto y la eutanasia, no lo es de manera alguna de condena a quienes, cualquiera sean las circunstancias, son en muchos casos segundas victimas de esta tragedia.

Vivimos en una época en la que gentes que dicen amar a los animales, asunto conmovedor, no emplean cuanto menos igual ímpetu en evitar un sufrimiento que, "por silencioso, no es molesto", sea el de un "no nacido" arrancado como si de un nódulo tumoral se tratase o de ancianos afectados por múltiples minusvalías, sean Alzheimer y otras múltiples patologías que le impedirán tan siquiera razonar y menos aún defenderse.

Se dice, dando por cierto es un hecho que todo indica es inevitable" que cuanto menos se hace necesario gestionarlo. Curiosamente fueron quienes a mediados del pasado siglo y en intento de encubrir su responsabilidad en crímenes de genocidio alegaron en una imposible defensa, haber gestionado lo mejor posible aquello que a su entender y posiblemente por miedo, también era inevitable. Confieso soy pesimista en tanto percibo por parte de "una mayoría política" que dice defender los derechos de la mujer, pero que niega se le ofrezca poder escuchar en el proceso de gestación el sonido procedente de un corazón vivo. Nunca entenderé actitudes de gentes que intentan comprar, así lo creen, votos con vidas.