ALBERTO FABRA, ex presidente de la Comunidad Valenciana y senador del PP

“Sin Ciudadanos, quizás al PP le habría costado más renovarse”

Alberto Fabra es senador del PP. Fue presidente de la Generalitat y del partido en Valencia entre 2011 y 2015, después de la dimisión de Camps. Se fue el de los trajes, y a él le tocó tomar medidas en una región con la paellera pepera salpicada de corrupción.

El ex presidente de la Comunidad Valenciana duerme con la conciencia tranquila. Y sonríe con naturalidad.

No es el de las gafas de sol y las loterías sospechosas. Es el otro: el que eligió Rajoy para pasar el estropajo en la Valencia de la Gürtel, Taula y Púnica. El 28 de junio del año pasado cedió el testigo de la región y de un partido en quiebra de confianza. Él tiene la conciencia tranquila. Mantiene su martillo contra los herejes de la política que corrompen todo lo que tocan, y pide eliminar a los imputados del foco hasta que se demuestre lo contrario. Su político de cabecera no es Aznar, sino Adolfo Suárez. Nada en la calle liberal de la piscina del PP. Teme que la política se convierta en un spa donde nadie se pelea por los sillones, sino por los jacuzzis… Si a la gallega el PP es poco ejecutivo para renovarse, su receta valenciana es mano dura, oír el clamor de las urnas, ahogar el postureo y aprender del municipalismo para hacerle el boca a boca a una política que hace aguas bravas en las paellas del CIS.

Madrid. Coletazo de agosto. Desayunamos licor lácteo de chufas en Alboraya, un rincón con sabor valenciano asentado en plena calle Alcalá. Alberto Fabra ha llegado antes de la hora, y eso ya le distingue del resto de los compañeros de su especie, que funcionan sin reloj y, a veces, sin respeto a los relojes ajenos...

Ojos náuticos y sonrisa amplia. Canas cuidadas. Hombre tranquilo con cara de tímido  al borde de la mesa. Le digo: “Tengo muchas preguntas, y muchas son incómodas. Me ha dicho mi jefe que si las respuestas son políticamente correctas igual me quedo con la entrevista entre las manos”. Más o menos. Le digo: “No me responda con argumentarios, por favor. Hablemos con calma, pero salgámonos del guión”. Acepta.

Es martes, y en el Congreso está a punto de inaugurarse otra sesión de investidura. Al día siguiente, cuando Pablo Iglesias le espete a Rajoy “ustedes son la corrupción” yo ando transcribiendo esta entrevista a uno del PP que repite en muchas ocasiones que “el verdadero rival electoral del PP ha sido la corrupción”. Aunque él sí ve algo de luz al final del túnel, después los primeros litros de desinfectante…

Sin foco, sin taquígrafos, sin desconfianzas. Con una horchata de por medio, una grabadora y mirando a la cara quemamos la falla de las dudas y las sospechas preguntando en plata.

Más de un año después de dejar sus cargos en la Comunidad Valenciana, ¿cuál es su balance?

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con un kilo de cocaína en el maletero

 

La situación en la que cogí la Comunidad Valenciana era muy complicada. En el plano económico, había una crisis en toda la sociedad española. Y a nivel institucional y de partido, afrontábamos una etapa muy difícil. El compromiso que me marqué era resolver parte de los problemas, dándome cuenta de su gravedad. A pesar de las circunstancias, me puedo sentir relativamente satisfecho, porque en todos los ámbitos pude mejorar la situación que me encontré.

Y en este año de barbecho, igual uno piensa: ¿por qué me compliqué la vida?

Esa pregunta me la he hecho varias veces, pero, al final, la respuesta es sencilla: estoy dentro de una organización, y soy una persona comprometida y disciplinada en lo que tiene que ver con mi papel dentro de ese grupo. Uno no puede quedarse con lo bueno y obviar lo que parece más complicado. Cuando uno asume su responsabilidad está a las buenas, y a las malas. Eso lo tuve muy claro desde el principio.

Cuando me ofrecieron ser presidente de la Generalitat valenciana, yo era alcalde de Castellón después de dos elecciones ganadas con mayorías absolutas, y estaba cómodo. Éramos la única capital de provincia de España gobernada durante 24 años por el mismo partido. Eso dice mucho. Eso dice que el grupo de personas que estábamos en el Ayuntamiento generamos una simbiosis con la sociedad de Castellón en forma de relación muy positiva, y, al final, había conocimiento mutuo, contacto, y conexión intensa entre todos. La gente se identificaba con nosotros. Aquel trabajo fue muy bonito y muy satisfactorio.

Di el salto a la Presidencia de la Comunidad Valenciana porque me lo propusieron, aunque tampoco era consciente de lo que había. Una vez que estás dentro es cuando asumes que lo que hay allí son palabras mayores, también por el contexto social y económico en el que nos encontrábamos.

A lo largo de este año, ¿se ha sentido desplazado por el PP de Génova, o molesto por algo?

No. Entiendo que en cualquier colectivo debe haber renovación siempre. En política se cubren etapas. A mí me tocó un momento muy complejo e intenté hacer lo que mejor convenía a la Comunidad Valenciana y al partido. También entiendo que cuando, a pesar de haber ganado las elecciones, los resultados impidieron que siguiéramos gobernando, tenían que ser otras personas las que asumieran esa responsabilidad. Conozco ese pragmatismo propio de los partidos y de otras instituciones.

Los cargos públicos son efímeros, y cuando no estás, debes buscarte la vida. Dentro del PP existe también esa visión pragmática. A mí me llamaron para aquella responsabilidad, y, con la misma naturalidad, dejé mis cargos cuando debían llegar otros. En política hay que saber dejar la puerta abierta. No estoy molesto, ni muchísimo menos. Haber podido ser alcalde de mi ciudad y presidente de mi comunidad me produce una satisfacción y un orgullo tremendo, que agradezco al PP.

¿Su forma de ser acompañaba a esos cargos? Da la impresión de que es usted tranquilo, sereno, a veces, como inocente… No apunta usted maneras ni de Zaplana, ni de Camps…

Cada uno es como es. Yo soy una persona tranquila, una forma de ser especialmente interesante cuando las cosas vienen mal dadas. Algunos piensan que esto de la política es como ser Papá Noel: cuando estás en un cargo tienes que pasar a la historia por ser el que más cosas haces. Valoramos los mandatos no por la capacidad de gestión, sino por el número de inauguraciones… A mí me tocó una época en la que no se inauguraba nada, porque lo que había que hacer era reducir el tamaño de la administración, para ajustarla a nuestros ingresos… Me tocó la otra parte de la política. Y decidí acometerla con tranquilidad, dando las explicaciones oportunas, siendo consciente de que ajustar es muy duro, pero que no quedaba más remedio. También me di cuenta de que esa presión y esa necesidad constante de dar la cara en situaciones difíciles me acabó influyendo en el carácter.

¿El Senado es un premio?

Yo creo que es una continuación. Ahora que se plantea una renovación de sus competencias, pienso que, más que una Cámara de segunda lectura, España necesita un lugar donde se debatan de verdad los temas autonómicos. La relación no puede ser sólo de Gobierno central a comunidades autónomas. Cada comunidad tiene su singularidad, su historia, sus necesidades. El ‘pan para todos’ muchas veces no es justo. El Senado debería ser la mesa y el altavoz donde se puedan abordar las peculiaridades de las autonomías.

En Valencia, junto con Baleares, Murcia, y Cataluña, hemos sido de los más reivindicativos con el tema de la financiación autonómica. Casualmente, somos cuatro regiones de la vertiente mediterránea, porque el modelo de financiación actual se fijó en su día atendiendo más a cuestiones geográficas que a las necesidades reales. Existen desequilibrios que eran difíciles de plantear en momentos de crisis, pero que ahora debemos tenerlos en cuenta para buscar una solución seria.

Usted ha ido, discretamente, de concejal a Presidente autonómico. En política, ¿es fácil subir sin pisar?

Es complicado… ¡Pero yo nunca he pedido nada! Soy una persona con una legítima ambición, pero ni he pegado codazos, ni he pisado a otros compañeros. Las cosas me han llegado. Y creo que el avance en política debe ser así. Hay muchas maneras legítimas de ser político, pero lo que no cabe es que un exceso inexplicable de ambición haga que otras personas válidas se queden fuera.


Usted conoció al PP a los 18 años, y llevan ya 34 primaveras de matrimonio… ¿Es fiel la política como pareja?

Te da muchos disgustos. Aunque también llegan las alegrías. Muchas personas con las que trabajas constituyen tu familia, y te ayudan en los momentos fáciles, y en los difíciles. Se necesita vocación de servicio, asumir que se trata de dedicarse a solucionar los problemas a los demás, aunque nos podemos equivocar, porque, como todo en la vida, estamos sujetos a errores, pero lo cierto es que se quiere trabajar con honestidad, con entrega, y con compromiso. Eso, al final, hace que, a pesar de los contextos difíciles, la relación con los miembros del partido sea también muy directa.

La política tiene sus cosas buenas, y sus cosas malas. Para mí es muy gratificante comprobar cómo ponen su vocación de servicio a disposición de la sociedad cientos y cientos de concejales y afiliados que no cobran nada. Cuando hablamos de la política, desgraciadamente no nos acordamos de esas personas, y ellas son, de verdad, la esencia de la política. Lo demás, lo que centra el foco de atención, es mucho postureo.

¿Lo de “la peor oposición es la de dentro” es más de derechas?

No sé si es la peor, pero sí es posible que sea la más dura. Uno trabaja con su mejor voluntad, pero la incomprensión de los de dentro –a veces, buscando un debate, y otras veces, buscando otras cosas- duele.

¿Cómo se desconfía con acierto en política?

Por experiencia personal y según la forma de ser de cada uno. Hay un sexto sentido vinculado a tus valores, a lo que tú crees que debe ser una persona que ocupa un cargo concreto. Yo soy de los que delego. Te he elegido para asumir una responsabilidad porque creo que reúnes el perfil, y ahora haz lo que debas. Pero eso ya es tu responsabilidad. Como soy una persona que delega, debo fijarme bien en quién elijo. Estudio sus perfiles y veo si pueden encajar en las condiciones de cada puesto para que lo haga lo mejor posible. También me he equivocado, claro que sí. He tenido sorpresas desagradables.

¿No le da la impresión que hay gente que tiene cara de culpable?

Hay algunos que tienen una especial habilidad para engañar y otros tienen siempre  cara de haber sido los que han matado a Manolete, pero tampoco hay que fiarse de las primeras impresiones. El día a día te va mostrando cómo es la gente que trabaja contigo y es ahí cuando debes tomar decisiones. Y los que son malos, no los que tengan pintan de malos, deben quedarse a un lado, porque contagian al resto, y no puede ser. En los cargos municipales he visto la esencia de la política, y esas personas entregadas de verdad al servicio de los ciudadanos no se merecen que se ponga en duda el valor de su trabajo por culpa de cuatro o cinco que llegaron para aprovecharse.

¿En quién se apoya uno cuando desconfía de casi todos?

En sus valores. En lo que te enseñaron tus padres, en lo que aprendiste rectamente, en lo que te ha forjado como persona, en lo que sabes que está bien, a pesar de que otras personas estén en contra de las decisiones que tomas, pero no porque opinen que sean buenas o malas, sino porque saben que les pueden afectar.

Usted llegó para limpiar el PP de Valencia. ¿Hubo estropajo?

No sé si llegué para limpiar el PP de la Comunidad de Valencia, pero lo cierto es que me encontré con cosas que no me gustaban. Veníamos de una época en la que todo había sido muy fácil. Como económicamente todo iba bien, se hicieron muchas cosas. Algunas que estaban bien, y otras, que no tanto… Se gastó demasiado dinero sin ver que venía una crisis. Hubo falta de previsión. Pero no me mandaron a limpiar el partido… Sabían cómo era y me pidieron que siguiera allí. No sé si lo habré hecho mejor o peor. Yo tengo la conciencia muy tranquila. Hice lo que pude hacer. El resultado es que cuatro años después de mi llegada, la situación de la Comunidad Valenciana, a pesar de la que estaba cayendo, estaba mejor que cuando empecé. Y eso no fue fácil.

¿Hay restos atragantados en el desaguadero del partido que no dejan que el agua de Valencia corra?

Se está haciendo mucha limpieza. Además, al estar fuera de los gobiernos municipales, provinciales o autonómico, esa maldad supuesta que puede haber en todos los partidos, sin gobernar, se diluye. Pero supongo que habrá personas que todavía piensen que se está en política por otras cosas que no son el servicio público…

Después de la limpieza, el PP de Valencia debe centrarse en generar confianza. Y esa confianza, a pesar de que ganamos las elecciones, hay que ganársela, porque en las urnas la sociedad valenciana nos ha dicho muchas cosas, de las que tomamos nota, y nos hacen más conscientes de que tenemos que mejorar. Hemos soltado lastre, pero debemos trabajar en un proyecto basado en una nueva realidad que ilusione. Sigo pensando que el PP es el mejor partido para Valencia y estoy seguro de que sabrá poner todo de su parte para despegar.

Dígame:

¿Hay algún compañero por el que pondría la mano bajo la paellera?

Esa frase hecha acaba quemando a mucha gente… Yo soy prudente. Me cuesta asumir ese riesgo. Sé que hay personas transparentes, honradas, y honestas, y se prestan a mi absoluta confianza, pero…

¿Le han tentado alguna vez para llenarse de mierda?

No sé si directa o indirectamente, y hace mucho tiempo. Pero después de dejar las cosas claras, cualquier duda que alguien pudiera tener queda aclarada, y deja de hacerlo.

¿El urbanismo es tan peligroso en manos de un político como lo pintan?

No. El urbanismo sirve para transformar sociedades. La decisión de un político de que una línea vaya más allá o más acá en un plano se traduce en mucho dinero, y siempre existen presiones. Pero, al final, los buenos técnicos, y los buenos políticos deben ser serios para escuchar a todo el mundo y decidir lo mejor para el desarrollo de un municipio. Lo importante es que los gobiernos tengan clarísimo que no se pueden emborrachar en los buenos momentos económicos, porque la vida da muchas vueltas.

Decía antes que duerme con la conciencia tranquila. Eso, a pesar de que en el ambiente haya dudas, porque la opinión pública sobre su PP de Valencia es muy negativa, y les abarca a todos…

Es muy complicado salvaguardar tu presunción de inocencia en la opinión pública… Es difícil quitarse esa imagen, que sólo se puede contrarrestar con seriedad y responsabilidad, y explicando las cosas.

¿Cree que en el PP hay muchos masajistas y pocos cirujanos?

El PP ha evolucionado. Estos años complicados nos han hecho evolucionar a todos. Hemos aprendido a escuchar, a dialogar, a mirarnos hacia adentro, y a través del espejo de la sociedad, para darnos cuenta de que, quizás, algunas decisiones o algunas líneas de trabajo estaban equivocadas.

Me refiero a que si dentro del PP ha habido más transigentes que manos duras para consentir la enfermedad de la corrupción…

Hace cinco años me encontré con un grupo parlamentario donde había once imputados por temas de corrupción. Tomar una decisión no implica que tú estés culpabilizando a alguien, pero debemos desligar responsabilidades políticas y responsabilidades judiciales. Yo lo hice, precisamente porque mi obligación era ganarme la confianza de la sociedad. Ningún partido está libre de la corrupción, y tenemos experiencias también entre los partidos más nuevos. Eso es inevitable, y por eso hace falta que los partidos impongan mano dura con un “hasta aquí hemos llegado” que ponga a cada uno en su sitio. Políticamente, las personas que representan un partido o un municipio, provincia, o comunidad, no pueden generar dudas.

Al ver el telediario durante ese año, cuántas veces ha dicho: “¡Génova, ejecuta ya, por Dios!”…

Contra la corrupción hay que ser tajantes. Yo lo fui, aunque también hubo mucha incomprensión dentro del partido… El PP, y los demás partidos, deben ser inflexibles. Urge ser más consientes de cómo nos ven desde fuera.

¿Usted cree que el político medio del PP tiene los oídos abiertos a lo que reivindica de verdad toda la calle?

Sí. Yo vengo de unos orígenes vinculados al municipalismo, y ahí no te queda más remedio. Los vecinos te ven por la calle, piden soluciones, y reclaman con urgencia. Y o les resuelves los problemas, o les das explicaciones. Nunca he sido de decir que sí a todo. Cuando he dicho que no, he tratado de argumentarlo, y la gente lo ha entendido también. La imagen de la política de ruedas de prensa, asesores, y parafernalia no es la de la política real. Los dirigentes que no han pasado nunca por la política municipal y se creen que lo saben todo, se equivocan.

Podemos dice que es “la gente”. ¿Qué es el PP?

El PP, igual que el PSOE, ha representado a todos los sectores de la sociedad en diversas épocas de la historia. Las mayorías absolutas eran votos de todos los tipos de españoles. Otra cosa es que en un momento de muchas dificultades, a los partidos que nos han traído hasta aquí –PP y PSOE- la gente los haya castigado. De ese castigo han aflorado otros movimientos, como Podemos y Ciudadanos que, aprovechando la situación, se han erigido como alternativa.

Echo en falta que tanto PP como PSOE estén más introducidos en ciertos sectores de la población, especialmente entre los jóvenes. Tenemos que hacer muchos esfuerzos para que la gente joven crea en nosotros, porque son los que van a mover este país en los próximos años. No podemos hacer políticas sólo para gente mayor. Es fundamental que la gente joven empuje.

Volviendo a Valencia. ¿Cómo se resucita un partido político en coma?

Trabajando por la confianza, con seriedad, impulsando la renovación, poniendo personas que hasta ahora tenían otras responsabilidades, sacando a los que están en la foto negativa del PP de allí, sabiendo que hay procesos judiciales abiertos que estarán salpicando al partido… Si al frente del PP de Valencia se sitúa gente inflexible contra la corrupción, la sociedad reconocerá que es una cuestión del pasado y que la justicia pondrá a cada cual en su sitio. Si a eso suma la ilusión por hacer una buena oposición, no demagógica, iremos recuperando el terreno.

¿Valencia fue un poco Sicilia?

No. Tajantemente, no.

¿Qué viene antes: la corrupción política, o la corrupción personal?

La personal. Uno tiene ya genes internos que hacen que esté predispuesto a que, al llegar a un cargo de responsabilidad, haga cosas que no debe. Es muy difícil de detectar. No hay arcos que piten cuando pasa un corrupto en potencia… Sólo se aprecia cuando esa persona tiene un puesto de Gobierno, porque en la oposición no maneja presupuestos…

¿Su experiencia es que el que acaba metiendo la mano en la caja, antes ha sido mal amigo, mal padre, mal esposo…?

No. ¡Qué va! No hay ningún estereotipo que se puede asociar a esas personas para prevenirlas. Lo único que se puede hacer es actuar cuando una persona a la que has dado tu confianza sale mal. Lo que no puedes es quedarte mirando para que no te carguen sus errores.

¿Quién es su político de cabecera?

Aunque quede muy de entrevista, debo reconocer que la época de la Transición me gustó mucho, a pesar de que la viví siendo joven. Adolfo Suárez era la cabeza visible de un espíritu y de un sentimiento. Allí la gente supo renunciar a cosas y pactar con luces largas, sabiendo que todo eso serviría para que la convivencia en España posibilitara su crecimiento.

¿Y su hombre de referencia?

Mi padre. Cuando piensas en las cosas que haces te das cuenta de que muchas de tus decisiones son la causa de lo que en su día te enseñaron tus padres. Esa referencia no podemos perderla nunca. Luego la experiencia de la vida enriquece esos puntos de vista y te ayuda a ser más libre en la toma de decisiones, pero el embrión de la educación en la familia marca para toda la vida.


Sí, o no:

¿Expulsión inmediata de cualquier cargo público imputado por corrupción política?

Sí. Esas personas, fuera de la primera línea. Que se queden aparcados. Que no sean la imagen de una institución, o de un partido, y que les vaya bien… En el caso de que los procesos judiciales les absuelvan, pues se recuperan. No se trata de enterrar antes de tiempo, pero sí es importante entender que las personas que tienen encima el foco de atención de un tema vinculado con la corrupción deben quitarse de en medio.

¿Supresión de los aforamientos?

Sí. Lo he propuesto. Tanto a nivel central, como en las comunidades autónomas, aunque allí dependa de los estatutos de autonomía.

¿Nueva ley electoral, con listas abiertas?

Sí. Y más cosas. Las listas abiertas no son la panacea de la democracia. El Senado son listas abiertas, y al final los senadores que salen son los del partido más votado. Nueva ley electoral, listas abiertas útiles, participación dentro de los partidos, y cambiar las circunscripciones electorales para que en cada una de ellas se elija a una persona, al estilo anglosajón, que sería el que da la cara por todos. Debemos fomentar la conexión entre el votante y la persona electa, para que el que gobierna no pueda escudarse en un partido o diluirse en un grupo parlamentario.

¿Acabamos con los indultos por corrupción política?

¡Por supuesto!

¿Limitar a dos todas las legislaturas en todos los ámbitos de Gobierno?

En el ámbito municipal y de diputaciones, no estoy de acuerdo. Si los ciudadanos quieren a un alcalde en concreto, ¿por qué no?

¿El Caso Bárcenas exige crear una comisión de investigación parlamentaria?

Soy partidario de que se investigue absolutamente todo.

Le veo muy afín a las condiciones de Ciudadanos para el pacto de legislatura…

Y el PP también, por eso las ha aceptado… Tenemos que evolucionar hacia lo que la gente nos está pidiendo. Pienso que el PP es el mejor partido que existe para España, para la Comunidad Valenciana, y para los ayuntamientos, pero tenemos que ponerlo en valor y presentarlo de tal manera que los ciudadanos también  entiendan que es el mejor proyecto. Para eso hay que evolucionar, y esas medidas propuestas por Ciudadanos son absolutamente necesarias.

¿Sin Ciudadanos el PP se habría renovado?

Buena pregunta. Quizás le hubiera costado algo más, pero lo habría hecho, porque hay muchas voces dentro del partido que lo están pidiendo.

¿Qué puede aportar usted a la limpieza política desde el Senado?

Mostrar una visión de la política como vocación de servicio. Con esa manera de entender esta responsabilidad es fácil saber lo que está bien y lo que está mal. Los errores en la gestión, que existirán siempre, es lo que debe dar la alternancia a los partidos políticos, pero no se pueden permitir las sombras de dudas.

¿Le incomoda compartir escaño en el Senado con Rita Barberá?

Es una compañera… Todo lo que tenía que decir de Rita Barberá ya lo dije en su momento…

No le tiro de la lengua para que raje de ella. No sabemos lo que dirá la justicia. Simplemente, supongo que es difícil estar tan cerca de una equis gigante, y que le asocien a ella…

Ya he dicho muchas veces lo que creo que deben hacer las personas que tienen encima el foco de la atención. Pero esas decisiones debe tomarlas cada uno. Tenemos la obligación de crear confianza, y esa confianza, en algunos casos, no se genera.

Creo que es usted nadador…

¡Sí!

¿En qué estilo nada usted en las aguas del PP?

Mirando al frente, como siempre.

De las diferentes calles ideológicas que hay en la piscina de su partido, ¿en cual está más a gusto?

Soy liberal. De centro, moderado. Creo que la mayor parte de lo que incluye el programa del PP es lo mejor para el país. Me siento cómodo en la piscina, pero si tengo que elegir una calle, elegiría la más centrada y liberal.

¿Los democristianos están fuera de esa piscina?

Normalmente intentan ser los socorristas, pero no siempre son la mejor solución.

¿Mucho trampolín giratorio en la política española?

De distintas alturas, y algunos acostumbrados a hacer muchas piruetas…

¿La política puede convertirse en un spa?

En un spa donde todo el mundo quiere, además, ocupar el jacuzzi.

¿Mucho nudismo intelectual en la política contemporánea?

Sí. Y mucho exhibicionista.

¿Cuál es su experiencia personal con los medios de comunicación?

Nunca he rehuido los medios de comunicación. En los sitios en los que he estado he entendido que debía dar la cara, me gustara más o menos. Mi relación con los medios es buena, porque comprendo su trabajo, y sé que hacen lo que tienen que hacer. Nuestra obligación es dar las explicaciones oportunas, aunque a veces, nos cuesta.

¿Sobre usted han mentido los medios?

Los medios, no. Algún artículo me ha sorprendido, porque decía una temeridad, y no se había contrastado. A lo largo de toda mi experiencia política ese tipo de casos han sido muy pocos.

¿Y ahora la prensa rosa le deja en paz?

Sí.

¿Cómo sería su partido político idílico?

El nuevo PP.

¿Le da pena Camps?

Camps se equivocó en algunas cosas, pero es un buen tipo.

Con todas las cosas incómodas que hay que preguntarle, ¿por qué accede a esta entrevista?

Porque no tengo nada que esconder, y no me importa contestar y explicar las cosas, aunque no me guste. Creo que debemos hablar de todo y con todos.

¿La Virgen de los Desamparados es su Patrona?

La Virgen del Lledó es la de Castellón…


REBOBINANDO

Alberto Fabra, senador. Ex presidente de la Comunidad Valenciana. Amante del municipalismo en medio del interrogante entre su legítima ambición por crecer en política y sus añoranzas de los tiempos de alcalde en Castellón.

Le tocó ser Don Limpio. El tiempo dirá si el algodón engaña. De momento, si llamas, él abre las puertas.

En el trasfondo de esta conversación se intuye también un cierto interés de no quedarse en senador del montón. Sin cosas raras, admite que quiere marcha.

De sus contestaciones se vislumbra que, además de dormir con la conciencia tranquila, quiere dejar tranquila su opinión pública.

Tiene algo de valentía honesta para hablar de los suyos con las dosis prudentes de incienso y de arena. No duda en ensalzar la labor de Ciudadanos y la frescura democrática con que ha regado el mapa político español. Y esa confraternización entre partidos no es usual. No teme en sugerir que urge más autoridad y más decisión en Génova para cortar por lo sano con los enfermos que han gangrenado el partido. Y no todos se atreven a decir a la cúpula que se pongan las pilas. Su estribillo es que el control antidoping es la única manera de resucitar la confianza ciudadana en el PP.

Liberal. Puntual. Elegante. Alcalde en las formas y barón popular ligeramente aparcado, en el fondo. Sin prisas, pero sin horchata en las venas.

Un ex presidente autonómico que acaba la entrevista, da la mano, me deja su móvil y se marcha en metro. Sin cristales tintados.